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Fumar acorta la vida es uno de los lemas que se incluyen en las cajetillas de tabaco. Pero ahora sabemos exactamente cuánto. Un solo cigarrillo quema nada menos que 20 minutos de nuestra esperanza de vida. Y una cajetilla entera, siete horas. Así lo dice ... un estudio realizado por investigadores del University College of London encargado por el el Departamento de Salud y Asistencia Social de Reino Unido. La cifra es, además, el doble de lo que se estimaba en el año 2000. Entonces, otro análisis publicado en la 'BMJ', la revista de la Asociación Médica Británica, decía que la expectativa se reducía en 11 minutos.
El informe llega en unas fechas en las que muchas personas se plantean como objetivo del año nuevo dejar el tabaco. Y pretende precisamente animarles a que lo cumplan con datos que hacen pensar sobre lo malo que es encenderse un cigarrillo. «La gente sabe que fumar es perjudicial, pero tiende a subestimarlo», asegura Sarah Jackson, investigadora principal de análisis. «En este caso en concreto, la realidad supera a la ficción. Todo lo que podamos teorizar de los perjuicios del tabaco se queda corto con lo que los médicos vemos a diario», incide Joseba Zabala, miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), una organización que aglutina a las principales asociaciones médicas y de pacientes de nuestro país y una de las voces más acreditadas para hablar del asunto.
Los cálculos hechos por los investigadores británicos diferencian entre hombres y mujeres. En ellas, la reducción de vida es menor, 17 minutos por los 22 de ellos, pero no quiere decir que el tabaquismo les afecte menos. En el caso concreto de España, el cáncer por fumar tiene mayor incidencia en las mujeres. Porque aunque también sea un lema de las cajetillas, fumar provoca cáncer y conviene ponerle cifras: se relaciona con el 20% de todos los casos de tumores malignos diagnosticados y es responsable de más del 90% de los de pulmón, según el informe 'Las cifras del cáncer en España 2024'.
De media, los fumadores pierden diez años de esperanza de vida, continúa Jackson. Pero es que también se pierde calidad de vida. No solo es que se viva menos, es que se vive peor. «Los fumadores acaban teniendo una vida más dependiente de los controles médicos y limitada: pierden capacidad respiratoria, se adaptan peor a situaciones de actividad y son menos tolerantes al esfuerzo», detalla Zabala. Y al contrario de lo que piensan muchos, el efecto no se produce en los últimos años, sino «en la mediana edad», precisa la experta inglesa: se adelantan los problema de salud. «Esto significa que un fumador de 60 años tendrá el perfil de salud de un no fumador de 70», remarca.
En España, un 23% de la población mayor de 14 años se declara fumadora diaria, indican los datos que maneja el Ministerio de Sanidad. También hay quien lo es de manera ocasional, en total, un 2,4%. Ello tiene un coste para su bolsillo, pero también para el de todos. La Comisión Nacional para la Prevención del Tabaquismo calcula que el cargo sanitario del tabaco supone 9.000 millones anuales a Hacienda. Claro, que no solo se atiende a los que son fumadores activos, también a los pasivos.
De las 8 millones de muertes que produce fumar al año en todo el mundo, 1,3 son aquellos que sin tener un cigarrillo en la mano aspiran su humo, señala la Organización Mundial de la Salud. «Cuando fumamos no solo hay que pensar en el daño que nos hacemos a nosotros, sino en el que hacemos a los demás, familia y amigos», destaca Zabala, especialista en Salud Pública y miembro del Consejo Vasco-Navarro de Sociedades Sanitarias y Colegios Profesionales. Y a trabajadores, como los camareros de las terrazas, «que se ven sometidos a un ambiente con humo de manera involuntaria y obligada».
Eso sí, pese a lo alarmante de los datos del estudio del University College of London, se puede revertir la situación. Según el análisis, si una persona que fuma diez cigarrillos al día deja de hacerlo el 1 de enero, para el 8 evitaría la pérdida de un día de vida. Que se convertirían en siete para el 5 de febrero y en un mes entero para el 5 de agosto. Al año son 50 jornadas. Esto es así porque los beneficios no siguen un crecimiento lineal. «Tan importante es ahondar en los perjuicios del tabaco como en los beneficios que tiene dejarlo», ahonda Zabala. Pero dejarlo no es bajar el número de cigarrillos: «Es cesar el hábito totalmente»
Los investigadores ingleses coinciden con el médico vitoriano: no existe un nivel seguro de tabaquismo. El riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular o desarrollar una enfermedad cardiaca es solo un 50% menos para quienes fuman un cigarro al día en comparación con los que consumen una cajetilla entera. Tampoco vapear o masticar tabaco es mejor que fumar: en ambos casos continene nicotina. «Ni el tabaco calentado», añade Zabala.
Se trata del último producto que se ha sacado de la manga la industria, que consiste en un dispositivo electrónico que calienta hasta 400 grados y sin combustión un preparado de tabaco. A nivel estético se puede confundir con un cigarrillo electrónico, pero la diferencia estriba en que no contiene ningún líquido en su interior, sino «tabaco procesado, bien en polvo o bien picado», señalan desde el Ministerio de Sanidad. Tiene el mismo tratamiento legal que el tabaco normal, precisan las mismas fuentes, y produce los mismos efectos a la salud.
Dejar de fumar no es fácil. Cualquiera que lo haya intentado (con éxito o sin él) lo certifica. Y lo que es peor: no hay atajos que valgan para llegar a buen término el propósito. Con la aparición del cigarrillo electrónico, muchos se han visto tentados a hacerlo combinando ambos productos. Sin embargo, Joseba Zabala, especialista en Salud Pública, se lleva las manos a la cabeza. «Intentar bajar el consumo de cigarrillos tradicionales vapeando no reduce el riesgo para la salud que conllevan los primeros. Ese consumo dual lo multiplica», alerta el experto.
«Y que no nos engañe la publicidad del tabaco calentado, porque es lo mismo que el tradicional. Un estudio publicado el mes pasado demuestra que cuadriplica el riesgo de sufrir síndrome metabólico de un fumador de tabaco convencional», añade. «Lo primero, si quieres dejarlo, es acercarte a tu centro de salud o poner en un buscador las palabras tabaco y osakidetza. Hay programas presenciales y online que te ayudarn a conseguirlo». Lo demás... mejor ni planteárselo.
España tendrá una nueva ley antitabaco este año. Está previsto que salga adelante antes del verano y vendría a complementar por la que nos regimos hasta ahora, que cumple 15 años. «Como los medicamentos, estas leyes caducan. Es necesario actualizarlas porque si no, pierden efectividad», explica Joseba Zabala, miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT).
El anteproyecto presentado hace hincapié en regular más la publicidad de este tipo de productos, sobre todo en redes sociales, la promoción de más espacios sin humo, como las terrazas, y mayores restricciones a la venta de cigarrillos electrónicos. Pero no es perfecta. Se han presentado nada menos que 853 aportaciones durante el periodo de consulta pública. Entre ellos, representantes del gremio de la hostelería y el sector turístico, como era de esperar.
Pero también del ámbito de la salud y la lucha contra el tabaquismo. Una de las principales reclamaciones que han hecho llegar al gobierno tiene que ver con el etiquetado genérico del tabaco, es decir, que todos los productos de este ámbito «tengan o no nicotican» se envasen igual, en color marrón, para evitar «asociaciones perversas y estrategias comerciales como las que está teniendo en este momento la industria del tabaco», señala Zabala. «En Australia es algo que llevan haciendo desde 2012 y es muy necesario incluirlo ahora. Como en su momento, en la ley de 2005, se prohibió la venta de los cigarrillos de chocolate», concluye.
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