«Cuando mi hija ingresó era todo huesos y unas amigas le decían qué guapa estaba»
Familiares y afectados por trastornos de la conducta alimentaria relatan el «calvario» que supone sufrir y convivir con esta enfermedad
Tras las navidades de 2021 Iradi decidió que quería adelgazar. Tenía 15 años. Redujo su consumo de carne. Luego hizo lo mismo con el de ... verduras. Hasta llegar al extremo de solo comer un pedazo de fruta en toda la semana. Lo que empezó como una forma de perder peso se convirtió en un problema que puso en riesgo su vida. Acabó hospitalizada en la unidad de psiquiatría infanto-juvenil de Basurto porque los médicos temían por su vida. «Cuando ingresó era todo huesos. Mide 1,60 y pesaba menos de 40 kilos. La talla 32 le quedaba grande y aún así había compañeras de clase que le decían qué guapa estaba», recuerda su madre Eider Gorostidi, aún perpleja por la reacción aquellos días de algunas amigas de su hija.
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El caso de Mikel (nombre ficticio elegido por este vizcaíno) es otro, aunque también sufre un desorden de la conducta alimentaria desde la adolescencia. El suyo se conoce como trastorno por atracón. «Cuando tengo una mala racha no soy capaz de gestionar las emociones y lo pago con la comida y la sobreingesta», explica. Esto le ha llevado a alcanzar pesos de 130, 140 y hasta 150 kilos en diferentes etapas de su vida. Pero también es capaz de bajar de forma rápida. Ha llegado a estar en menos de 90 kilos. Estos cambios corporales, en ocasiones bruscos, le han causado numerosos problemas de salud. Sufre de las articulaciones y también padece una enfermedad intestinal crónica fruto de aquellas panzadas.
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Los afectados piden unidades dedicadas a tratar este desorden
Tanto Mikel como Iradi se enfrentan a un problema que tiene dos vertientes: la sanitaria, por cómo afecta a su organismo tener o haber tenido un peso diferente al que debería, y la mental para no recaer. «Mi hija me decía que no podía comer y que la enfermedad le hablaba», cuenta su madre Eider. Mikel conoce perfectamente esa sensación. A sus 40 años reconoce que «aún a día de hoy es un calvario» gestionar este trastorno.
Ellos son dos de los afectados que reciben asistencia de Osakidetza para hacer frente a este problema. En total en 2021 el Servicio Vasco de Salud realizó 8.757 consultas a personas con trastorno de la conducta alimentaria y atendió a 430 pacientes nuevos, un 72% más que los que acudieron por primera vez en 2019, el año anterior a la pandemia. Y es que la crisis del coronavirus, con su confinamiento domiciliario y sus restricciones, ha incrementado aún más estos desórdenes.
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«Cuando tengo una mala racha no soy capaz de gestionar las emociones y lo pago con la comida»
Trastorno por atracón
Gran aumento de los ingresos
Basurto alberga la única unidad de hospitalización psiquiátrica específica para adolescentes en Bizkaia. El pasado septiembre dos especialistas de este centro, Arantza Fernández Rivas y Miguel Ángel González Torres, hicieron públicos unos datos que mostraban el impacto de la pandemia en los menores. En aquel trabajo exponían un aumento del 50% de los ingresos en chavales por crisis relacionadas con la salud mental durante los primeros cinco meses de 2021 con respecto al mismo periodo de 2019.
Aunque claramente unas patologías son más prevalentes que otras, una de las más frecuentes es la relacionada con los trastornos de la conducta alimentaria. «En el caso de nuestra provincia hemos constatado un incremento del 153,33% en los ingresos psiquiátricos de adolescentes a causa de anorexia nerviosa en 2020 comparado con 2019», recoge el informe de los facultativos vizcaínos.
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Asun Olano, presidenta de Acabe, la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia Nerviosas en Bizkaia, recalca que los trastornos nutricionales se han convertido en «la enfermedad crónica más habitual en salud mental y la que tiene un mayor porcentaje de suicidios». Afirma que solo se detectan los episodios más agudos y que «un 80% de los casos no están diagnosticados».
8.757consultas a personas con trastorno de la conducta alimentaria realizó Osakidetza en 2021.
Olano sostiene que, dado el elevado número de afectados y la «escasez» de profesionales especializados en esta área en Osakidetza, «el 70% de los pacientes acaban en la sanidad privada por los abultados tiempos de espera en la pública». La presidenta de Acabe en Bizkaia insiste en que, cuando se detecta, es necesario actuar de forma temprana y continua para evitar que este trastorno «se pueda alargar 10 años, 15 o se cronifique».
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Uno de los casos que afloró durante el ingreso de Iradi fue el de su hermana Irune. Su peso era normal, pero reconoce que estaba «obsesionada» con las calorías que ingería y se saltaba algunas comidas. «Fui a ver a una psicóloga y me dijo que tenía un trastorno leve de la conducta alimentaria». La terapia le ha ayudado a evitar que vaya a más.
Iradi también ha mejorado mucho. Con sus altos y bajos, va recuperándose de una enfermedad que no ha elegido sufrir gracias al apoyo de los especialistas que la tratan y de su familia. Ella es la muestra de que con constancia y apoyo se puede superar. Y una de las cosas que tiene claras y que le repite a su madre es que «no va a volver a adelgazar tanto para no tener que a ingresar de nuevo» en una unidad psiquiátrica. No quiere tener que pasar otra vez por una de las experiencias más duras de su vida.
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