El «acto de amor» de dar un riñón
Medicina y emociones. ·
Cruces ha hecho ya 277 trasplantes de donante vivo: «Cuando quieres un huevo a alguien y lo ves así de mal, ¿cómo no vas a intentarlo?», plantea una de las participantes en el programaUno podría pensar que el acto de 'regalar' uno de tus riñones ha de ser algo tremendamente meditado y envuelto en dudas, que obliga a ... sopesar a conciencia los pros y los contras, pero Alazne Ziarsolo lo recuerda como una decisión prácticamente inmediata e irrevocable. Había visto cómo su pareja, Txemi Martín, «envejecía de repente», había compartido con él el mazazo del diagnóstico (su función renal prácticamente había desaparecido) y había subordinado la vida en común a las exigencias despiadadas de la diálisis. «Oí por la radio el testimonio de dos o tres personas que habían donado en vivo y esa misma noche le dije que se lo comentase a sus médicos. La vida se nos había jorobado a los dos. La gente me decía que estaba siendo muy valiente, pero no: cuando has hecho un proyecto de vida con alguien, lo quieres un huevo y lo estás viendo así de mal, ¿cómo no vas a intentar darle uno de tus riñones?», resume Alazne.
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Luego, sí, llegaron las mil precauciones y protocolos que impone la medicina, con estudios físicos pormenorizados de ambos y también un examen psicológico y psiquiátrico para confirmar que la donación era plenamente libre y voluntaria. Sus grupos sanguíneos no eran compatibles, un obstáculo que la ciencia actual puede solventar, y estuvieron tres veces a punto de entrar en el quirófano. «Pero son supergarantistas. Nos decían que en Estados Unidos, con lo que se habían gastado en nosotros, lo habrían hecho sí o sí», relata Alazne. Al final, la pareja bilbaína encajó en el puzle de un trasplante cruzado, una cadena trabajosamente ensamblada que permite solucionar de una tacada varios casos en distintas ciudades: «El riñón que llevo yo vino de Sevilla, es andaluz, y creemos que el de Alazne se fue para Coruña», explica Txemi. Ocho años después, tienen grabado en la memoria todo aquel proceso, con momentos clave como la declaración previa ante el juez («tienes que decir que estás de acuerdo en que te quiten el riñón») o la asombrosa coreografía médica del «emocionante» día de la operación, que en realidad fueron dos operaciones separadas por unas cuantas horas: «Yo no tenía nada de miedo por mí, mi miedo era por él», comenta Alazne.
Según la memoria de la Organización Nacional de Trasplantes, entre 2010 y 2020 el 65% de los donantes vivos en España fueron mujeres
El hospital de Cruces realizó su primer trasplante de donante vivo en 2006 y, desde entonces, lleva ya 277. Al principio eran solo unos pocos cada año, después se produjo un pico al ponerse en marcha el programa y acceder a él pacientes que estaban en lista de espera (el récord se alcanzó en 2013, con 38) y en los últimos ejercicios se ha estabilizado en torno a la veintena anual. En 2022, en 20 de los 163 trasplantes de riñón realizados en el centro vizcaíno el órgano procedía de una persona viva. Las ventajas desde un punto de vista médico son obvias: «Te da la opción de hacer un estudio minucioso del donante, al no tener que actuar con urgencia, y así determinar si son totalmente compatibles. Y muchas veces te brinda la posibilidad de hacer el trasplante antes incluso de entrar en diálisis», resume Kepa Esnaola, coordinador territorial de Trasplantes de Bizkaia.
Pero, a la vez, el trasplante de riñón de donante vivo tiene unas implicaciones que lo convierten en un acto médico insólito e imponen ciertas puntualizaciones: «Da mejor resultado, porque el tejido es mejor, pero no sería nuestra primera opción. Lo ideal sería tener suficientes donaciones de cadáveres, pero no bastan, de manera que esto permite paliar esa carencia. No hay ningún modelo, no hay nada parecido al trasplante de donante vivo, así que andamos con pies de plomo y priorizamos siempre el cuidado del donante. Ya tenemos un enfermo, ¡que no tengamos dos!», aclara Gorka García Erauzkin, jefe de la sección de Nefrología de Cruces. Al fin y al cabo, se trata de llevar a una persona sana a una mesa de quirófano y dejarla con una desventaja fisiológica de cara al porvenir: «El organismo se puede adaptar a estar con un solo riñón, pero cuidándose, vigilándose y si no surge nada. Hay que partir de un estado de salud muy bueno y llevar una vida saludable», recalca el especialista.
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Sin coacción
Todo esto convierte los trasplantes de este tipo en «procesos de una tremenda complejidad». Desde el punto de vista de la cirugía, por supuesto, pero también en el plano psicológico: los coordinadores de trasplantes, habituados desde siempre a tratar con familias de personas fallecidas, se encuentran aquí con donantes vivos que «suelen venir muy decididos, con muy pocas dudas y con muchas ganas», detalla Isabel García, coordinadora intrahospitalaria de trasplantes de Cruces. Aquí, en lugar de convencer, la tarea muchas veces consiste en poner a prueba ese convencimiento de partida: «Tenemos que ver que es real. Queremos evitar el efecto de coacción sobre el donante, ha de tener la posibilidad de ser plenamente libre en el momento de donar», desarrolla García Erauzkin.
En Cruces, las intervenciones de extracción corren a cargo del doctor Jesús Padilla, mientras que del trasplante en sí se ocupa Antón Arruza, el jefe de Urología. Como es lógico, tratar con un donante vivo obliga a actuar con unos miramientos que no son necesarios al extirpar un órgano de un cadáver, aplicando unos criterios restrictivos en la longitud de los conductos que después habrá que conectar con los del receptor. «Estos trasplantes son actos de excelencia quirúrgica –destaca Arruza–. Es una cirugía de mucho estrés, con una presión emocional importante, en la que no te puedes permitir el fallo. Tienes que coser arterias y venas muy finas y tu actuación es determinante para que ese riñón vaya bien». El cirujano obtiene una recompensa inmediata a sus desvelos, en uno de esos momentos hermosos y sobrecogedores de la práctica médica: «Has tenido un riñón en una cubeta, lo conectas y, en cuanto entra sangre, al minuto empieza a orinar. Ahí está la belleza del acto, ahí sientes que eres útil», relata el urólogo.
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«Al donante y el receptor –añade Arruza– les deja un recuerdo imborrable, constituye un momento determinante en su vida. Se trata de un acto libre de amor». Aquel día de 2015, Alazne y Txemi recuperaron, en buena medida, su vida anterior: ella ha de someterse a un chequeo al año y él, a tres o cuatro, además de seguir su tratamiento inmunosupresor. Alazne no quiere dejar que termine la conversación sin un elogio al sistema público de salud: «Somos dos puñeteros maestros. Si nos hubiese pasado esto en Estados Unidos, este estaría muerto o nos habríamos empobrecido hasta convertirnos en 'homeless'». Y Txemi sonríe: «Aquello nos cambió la vida radicalmente. Alazne ya no es mi media naranja, es mi medio riñón».
La inusual figura de los donantes altruistas
Alrededor del 40% de los donantes vivos de riñón son pareja sentimental del receptor, mientras que el resto se reparte entre distintos lazos de parentesco (sobre todo hermanos y padres, pero también abuelos e incluso algún cuñado) y, más ocasionalmente, vínculos de amistad. Pero, sin duda, los donantes que más llaman la atención son los llamados 'altruistas', los que desean ceder un órgano sin que esté dirigido a nadie en concreto. Ese riñón 'extra' que se incorpora al sistema permite muchas veces organizar una cadena de trasplantes cruzados de la que se benefician tres, cuatro o cinco enfermos. Como se puede imaginar, se trata de una generosidad tan extrema como inusual: en la pasada década, hubo dieciocho donaciones altruistas en España. «En Euskadi hemos tenido dos. Como es lógico, tenemos que cerciorarnos de que se trata de altruistas auténticos, sin ningún problema psiquiátrico. Suelen ser personas con un perfil altruista en general, que desarrollan una actividad continua de ayuda a los demás», explica el nefrólogo Gorka García Erauzkin. «La cuestión siempre es no perjudicar al donante por hacer un bien al receptor», insiste Kepa Esnaola. Contra lo que a menudo pensamos los profanos, no existe un límite de edad a la hora de donar un riñón: «Hemos hecho trasplantes de donantes de 70 años. Si tienen una función renal aceptable y ninguna patología, la edad no es una contraindicación absoluta», aclara el coordinador. Del mismo modo, un niño puede recibir un riñón de adulto.
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