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Lunes, 9 de julio 2018, 22:59

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En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».

David Gray - REUTERS
En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
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David Gray - REUTERS
En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
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En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
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David Gray - REUTERS
En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».

En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».

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En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».

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En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».

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En Aleksandrovka, una aldea de 1.500 habitantes, el campo de fútbol está en el centro de muchas relaciones. Bajo la mirada firme de Lenin, el pequeño campo construido hace cinco años como regalo de la ciudad de Samara sirve a la comunidad para que los jóvenes imiten las habilidades de sus héroes del balón. Sin embargo, para algunos campesinos de la región, la Copa del Mundo es su primer encuentro con el fútbol. Irina Aleekseva, que vive sola en una vieja casa de madera (aparece desplumando una gallina), ha visto las noticias para conocer el juego y relacionarse con sus nietos, que la visitan para ayudarla con la granja. «Debería ser una abuela moderna y saber quiénes son Ronaldo y Messi».
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