El precio de gas y gasoil obliga a las comunidades a bajar la calefacción central y afrontar derramas
Los administradores de fincas se duelen de que los costes se han duplicado y la tendencia es al alza. «La situación es para asustar»
Hay comunidades de vecinos con calefacción central que tienen como mecanismo de regulación térmica abrir las ventanas en pleno invierno para dejar escapar algo de ... calor asfixiante. Es un modo de proceder muy ineficiente. Casi obsceno desde el punto de vista de la sostenibilidad energética. Pero ahora, además, es una ruina. La subida del precio de los combustibles, principalmente el gasoil y el gas, está obligando a las comunidades de propietarios a reaccionar para evitar facturas insólitas y disparadas. ¿De qué manera lo están haciendo? «Con derramas para hacer frente a desviaciones ya ocurridas, y reduciendo las horas de calefacción o aminorando la potencia para contener gastos futuros», apunta Pablo Abascal, presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Bizkaia.
Estamos ante una de las muchas derivadas de la guerra de Ucrania y todo el magma de equilibrios geoestratégicos que la rodean. «El precio del gas y del gasóleo se han duplicado en los últimos meses, la tendencia sigue siendo al alza, y la situación es para asustar porque no podemos controlarla y no sabemos hasta dónde va a llegar; podría triplicarse», se duelen en el Colegio.
Ante semejante situación en el coste de la energía las viviendas con sistemas de calefacción individual, que son la mayoría, tienen en su mano cerrar el grifo. O el radiador. Pero en Bizkaia aún hay más de 50.000 hogares en edificios con caldera central que «desde octubre» ya vienen padeciendo la subida de precios. Lo que ocurre es que ahora se han superado todas las previsiones.
Más de 50.000 hogares vizcaínos están en edificios que tienen calefacción central
En algunas ocasiones son las propias comunidades quienes acuden a su administrador para pedir soluciones, en busca de mecanismos de ahorro. En otros, «somos nosotros mismos quienes nos ponemos en contacto con las comunidades para avisar y proponer medidas», explica Abascal. Hay un problema añadido porque a la hora de llegar a un acuerdo sobre qué hacer en estas circunstancias hace falta convocar juntas de propietarios, esas reuniones a menudo tensas en la escalera o el parking de las que nos libró la pandemia.
Es algo que, en muchos casos, aún no se ha recuperado. Pero siguen siendo necesarias para adoptar resoluciones de este tipo, y no siempre es fácil «ni organizarlas ni conseguir cuórum». Así que desde el Colegio de Administradores piden «regular de alguna manera la adopción de acuerdos» agilizando los procesos. Por ejemplo, «facultando al presidente para que en ciertos casos pueda tomar la decisión».
Para los sustos pasados ya no hay más solución que establecer derramas que diluyan un poco el impacto. Para evitar sobresaltos futuros la solución es contener el gasto. En este sentido no hay mucho margen de innovación: o encender menos tiempo la caldera, o ponerla a menos potencia, o las dos cosas. A veces los administradores han de jugar un poco a psicólogos para convencer a la gente de que ciertas cosas no son convenientes. Por ejemplo, andar encendiendo y apagando. «Hay comunidades que insisten en encender a las siete de la mañana, apagar a las nueve, volver a encender a la una...». No tiene mucho sentido porque lo más eficiente es «el horario continuado» ya que mantener el calor en el sistema siempre es más efectivo que arrancarlo desde cero.
Los expertos aconsejan encender el sistema durante menos tiempo y de manera continuada
Sin tarifas fijas
«Lo que yo propongo es encender a media mañana y regular la potencia porque bajar un grado la temperatura supone un ahorro enorme», dice Abascal. Eso se puede hacer en la calefacción, pero no en el agua caliente porque en este último caso hay que mantener una temperatura constante «alrededor de los 70 grados para evitar la legionella».
Hay que tener en cuenta que estas subidas, en el pasado, podían ser conjuradas con contratos en los que los proveedores asumían una tarifa fija. Sin embargo, «a partir de febrero las empresas ya han dicho que no hay este tipo de precios garantizados», dice Abascal, porque la inestabilidad es tal que no resulta fácil comprometer una cifra que puede saltar por los aires en cualquier momento. «Lo peor es que la tendencia es al alza. Algo deberá hacer el Gobierno».
EN SU CONTEXTO
1,85
euros es el precio que ha alcanzado el gas natural este mes de marzo en Euskadi, frente a 0,84 del mismo mes del año pasado, según el histórico recogido por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El gasóleo para calefacción ha pasado en el mismo tiempo de 0,86 a 1,53, según la misma estadística que publica el Gobierno central por comunidades.
De 13.000 a casi 30.000 euros al año
Este es un caso real de una comunidad de propietarios con quince vecinos en Bilbao. En 2019 y 2020 pagaron unos 13.000 euros al año por el gasto de gasoil de su caldera central. En 2021 superaron los 16.000 por las subidas en los últimos meses del año. El administrador de este edificio, en un barrio de la ciudad, estima que este año se podría llegar a 26.000 o 30.000 si sigue esta progresión de precios.
7,6%
ha sido la subida del IPC interanual el mes pasado, el mayor encarecimiento de la vida desde 1986, y en marzo sigue al alza.
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