Viernes, 3 de agosto 2018, 00:41
Hasta comienzos de la década de 1980 todos los fines de semana el hipódromo Caroubier, en Argel, recibía la visita de numerosos apostadores y espectadores entusiastas. Pero la equitación ha ido languideciendo en el país y el estadio, cuyas primeras carreras se remontan a 1909, durante la colonización francesa, fue perdiendo esplendor. La guerra civil en los 90 y el aumento del sentimiento religioso acabaron convirtiendo las pistas de carreras en lugares de pecado donde el juego estaba prohibido. Poco queda de un recinto que fue conocido como el «Petit Longchamp» en referencia a su homólogo parisino.
RYAD KRAMDI - AFP
Hasta comienzos de la década de 1980 todos los fines de semana el hipódromo Caroubier, en Argel, recibía la visita de numerosos apostadores y espectadores entusiastas. Pero la equitación ha ido languideciendo en el país y el estadio, cuyas primeras carreras se remontan a 1909, durante la colonización francesa, fue perdiendo esplendor. La guerra civil en los 90 y el aumento del sentimiento religioso acabaron convirtiendo las pistas de carreras en lugares de pecado donde el juego estaba prohibido. Poco queda de un recinto que fue conocido como el «Petit Longchamp» en referencia a su homólogo parisino.
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Hasta comienzos de la década de 1980 todos los fines de semana el hipódromo Caroubier, en Argel, recibía la visita de numerosos apostadores y espectadores entusiastas. Pero la equitación ha ido languideciendo en el país y el estadio, cuyas primeras carreras se remontan a 1909, durante la colonización francesa, fue perdiendo esplendor. La guerra civil en los 90 y el aumento del sentimiento religioso acabaron convirtiendo las pistas de carreras en lugares de pecado donde el juego estaba prohibido. Poco queda de un recinto que fue conocido como el «Petit Longchamp» en referencia a su homólogo parisino.
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Hasta comienzos de la década de 1980 todos los fines de semana el hipódromo Caroubier, en Argel, recibía la visita de numerosos apostadores y espectadores entusiastas. Pero la equitación ha ido languideciendo en el país y el estadio, cuyas primeras carreras se remontan a 1909, durante la colonización francesa, fue perdiendo esplendor. La guerra civil en los 90 y el aumento del sentimiento religioso acabaron convirtiendo las pistas de carreras en lugares de pecado donde el juego estaba prohibido. Poco queda de un recinto que fue conocido como el «Petit Longchamp» en referencia a su homólogo parisino.
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