Guardas del refugio del Gorbea: «Lo peor es subir los líquidos»
Una pareja de guardas del refugio del Gorbea y su hijo portean en un trineo hasta 80 kilos de víveres para garantizar la atención a los usuarios
leire pérez
Jueves, 7 de enero 2021, 00:40
La Navidad ha sido este año bien blanca en el emblemático monte Gorbea. Y ha obligado a los 'ochomilistas' vizcaínos Joseba Elorrieta y Yolanda Martín, ... guardas del refugio Ángel Sopeña de Zeanuri desde hace seis años, a prepararse para subsistir hasta que el temporal amaine. No han tenido para nada unas fiestas tranquilas. Como buenos expertos en capear los riesgos que acarrea una alerta por borrasca y tempestad en la montaña, desde hace días hacen acopio de víveres y aprovechan los momentos en los que llega la calma para descender el monte en busca de más material. A mediados del pasado mes de diciembre llenaron los depósitos, así como el frigorífico, pero las condiciones no están dando tregua y los recambios son necesarios.
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Desde hace días, la cumbre vizcaína está blanca, con un paquete de nieve digno de recordar, en algunos puntos por encima del metro y la previsión no es que se vaya a deshacer en las próximas horas. Más bien todo lo contrario. Los pronósticos advierten de que puede llegar a caer de lo lindo hasta en cota al nivel del mar. Aún así, son centenares las personas que han subido al monte estos días, unos para cumplir con la tradición, sobre todo en Nochevieja, y otros para contemplar la preciosa estampa. Varios las han pasado canutas a la hora descender, incluso han tenido que pedir auxilio. Por ello, si ya de por sí en cualquier día es elemental el servicio que ofrece el refugio, este comienzo de año lo convierte en un ángel de la guarda. Puede salvar vidas.
Joseba Elorrieta se echa a la espalda en una pulka y en una mochila entre «sesenta y ochenta kilos» de víveres para el refugio
En silencio, sin afán de protagonismo y pasando desapercibidos la labor de Joseba y Yolanda, junto a su hijo Tasio, es capital. Los tres se afanan en tener todo preparado. Y no es fácil porque la edificación ubicada a 1.000 metros de altura, en las campas de Arraba, se encuentra totalmente incomunicada. «Todos los guardas en estos días están haciendo un trabajo muy bueno para mantener las instalaciones y dar un servicio a los usuarios, a cambio de tener una oportunidad de ganarse la vida cuando llega la temporada», asegura Joseba tratando de quitar hierro al difícil momento que atraviesan.
Es consciente de que con este manto de nieve no les queda otra que portear y sacar a pasear la pulka, un trineo que se remolca para transportar material y que va hasta los topes de garrafas con gasolina y comida. «Es nuestra vida, otros cargan en la obra con cemento», comenta.
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«Estamos encantados»
La víspera del día de Reyes Joseba se tiró todo el día de arriba a bajo. Poco antes de las once de la mañana salió por la puerta del refugio y pasadas las siete de la tarde tocaba la puerta. Cargó con «sesenta y ochenta kilos», algo habitual para él. Su pareja y su hijo también estuvieron tirando del carro. Cada uno por su parte y a su ritmo. Creen que es mejor ir así, de uno en uno en función de su forma física. No temen la soledad ni las condiciones adversas. Están curtidos en alta montaña y tienen experiencia de sobra. Quizás por ello, saben cuál es su papel y no dudan en echar una mano al que lo necesite. «En una situación como la que estamos nos toca tener la puerta abierta, tenemos que dar servicio», explica a EL CORREO.
Son pocos los que llegan estos días hasta la cima y acuden al refugio, pero no es excusa para no estar al pie del cañón. El otro día tuvieron que contactar con SOS Deiak para que acompañasen en el descenso a cinco chavales. «Se pueden dar ciertas circunstancias, la gente a veces necesita ayuda y hay que estar. Ahora es cuando toca apretar por eso se llama refugio, sino sería otra cosa y nosotros estamos encantados», señala mientras recorre la distancia que le separa del alto de Bikotzgane, en el límite norte del Parque Natural de Gorbea. Allí tienen aparcado el coche con material.
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El camino, en todo caso, no está siendo fácil. Por las condiciones climatológicas, los plazos se alargan e incluso en algunos tramos «tengo que parar, desmontar y pasar las cosas a la espalda», describe. Joseba reconoce que lo «peor es subir los líquidos». Es lo que más pesa. «La gasolina es para el generador porque las placas solares estos días dan lo que dan y el generador de apoyo sirve para estas circunstancias, describe.
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