La utopía feminista de las mosuo: las mujeres gobiernan y tienen hijos de varios amantes
Si alguna vez ha habido un patriarcado al revés ese es el 'Reino de las Mujeres', una comunidad china donde el apellido materno también prevalece
A la comunidad mosuo se le llama 'Reino de las Mujeres' o 'Reino de las Hijas' por influencia de los viajeros. Está situada en ... Aguwa, un pueblo de 35.000 habitantes situado al pie del Himalaya, junto al 'lago madre' Lugu, el segundo mayor de China con cinco islas, cuatro penínsulas, 14 bahías y 17 playas, casi nada, que extiende sus aguas como un gran espejo azul junto a una montaña, Gemu, cuya silueta tiene forma de mujer y que por eso se ha convertido en la deidad femenina a la que rinden culto (¿alguna conexión con la Dama de Anboto?). Podría decirse que las mujeres mosuo están en la cima de las relaciones de género. Para ellas no existe el concepto de matrimonio y marido, tan solo el de 'enamorado íntimo'. Bajo esta fórmula de relación sentimental, los y las amantes nunca conviven bajo el mismo techo y cuando el vínculo de afecto se rompe simplemente se separan. Así de sencillo. Nadie apostaría que la idea de tener un amante solo para dormir sería una apuesta claramente femenina, de un matriarcado, pero aquí así es. Sin mitos, tabúes ni bridas impuestas a las mujeres, de lo que tienen que pensar y de lo que no, de lo que tienen que sentir o no, del camino que tienen que seguir o no.
De esta manera la familia está formada por la mujer, hijos e hijas, su madre, hermanos y hermanas y sobrinos y sobrinas. La paternidad poco importa. No hay problemas de divorcio o abandono ni ruptura de familias. Las mujeres no se ven sometidas a ningún oprobio social y los hombres viven toda la vida en casa de su madre ayudando a criar a los hijos de sus hermanas. Quizá en esta reciprocidad, y porque la supremacía femenina no tiene como contrapartida el avasallamiento de los hombres del pueblo, está el equilibrio. La organización social en forma de matriarcado es una tradición iniciada en la China rural hace miles de años, parece la propició la ausencia de varones por causas como el nomadismo, las guerras o la castidad de monjes budistas... A falta de hombres, las mujeres recogían las cosechas, proporcionaban alimento a sus familias e instauraban normas y reglas. Y probablemente así acabó gobernando este clan femenino de la etnia Naxi foránea de Yunnan.
«Estas mujeres no son especialmente esculturales, miden poco más de metro y medio. Sus rostros son más atractivos que hermosos. Ojos endrinos, nariz chata y sonrisa amplia que revela unos dientes blancos y fuertes. La tez, de un tono café con leche bañado por el sol, y el cabello largo y color azabache recogido en un moño flojo. Rara vez se verá a una mosuo obesa, casi todas son esbeltas, las abuelas también tienen unos abdominales envidiables», revela en conversación telefónica Choo Waihong, la última viajera en contar su experiencia con este poblado, con el que estuvo conviviendo unos meses tras abandonar un empleo como abogada en Singapur. Waihong dice que las mujeres mosuo «rezuman un aplomo natural que muchas mujeres en otras partes del mundo solo pueden fingir». «Visten de forma sencilla -continúa- y no se emperifollan para competir con otras mujeres». Una pulsera, un collar con un amuleto a lo sumo, y cero maquillaje.
Solo el aislamiento ha permitido la supervivencia de esta aldea formado por esta larga estirpe de mujeres que gobiernan muy unidas como miembros vitales de un pueblo que considera ni oprime ni explota al sexo opuesto, pero sí le considera secundario. Curioso, en un país donde Confucio, el mayor filósofo, maestro y pensador de toda la historia de China y de fama mundial, otorgó un papel insignificante a la mujer al decretar que esta debía obedecer a su padre cuando es joven, a su marido cuando es adulta y a su hijo de mayor. Pero nada es así en la cultura mosuo, donde la vida familiar se estructura en torno a la unidad social básica, conocida como 'la gran familia', en la que la herencia se transmite de madre a hija, por lo que ellas son las únicas propietarias, y los apellidos identifican la familia materna regida por la abuela.
Un antropólogo que ha estudiado a los mosuo, Chuan-Kang Shih, explica que «el sistema se basa en la creencia fundamental de que las mujeres son más capaces que los hombres, mental e incluso físicamente, y que así se mantiene la armonía doméstica». «Tiene mucho sentido cuando se piensa en las formas generales en que los sistemas familiares tienen que navegar entre el deseo sexual, la estabilidad, la vida doméstica y los reclamos por los niños», apunta otra analista, la socióloga Judith Stacey. «Si bien muchas costumbres mosuo se consideran antiguas, gran parte de su pensamiento es bastante moderno. En realidad, se consideraría vanguardista en la mayoría de las sociedades occidentales donde aún prevalece una moral medieval», considera, por su parte, Yang Erche Namu, una artista china que dejó a su familia mosuo cuando fue a la universidad, pero que vuelve con los suyos siempre que puede. «Toda la sociedad debería ser como esta familia mía: cálida, feliz y unida. ¿Por qué la sociedad se ha olvidado de que las mujeres son el núcleo?», plantea.
Los mosuo han vivido tranquilos durante años, pero hace dos décadas algunos mochileros los encontraron y empezó a difundirse su historia. En la actualidad reciben a un millón de turistas al año y, a medida que aumenta su interacción con el resto de la sociedad, están más 'contaminados' por valores como la monogamia y el compromiso de por vida. Tampoco es que vivan en la Edad de Piedra. Visten al estilo occidental y «hoy en día llegas a una casa mosuo y pides la contraseña de wifi, todo el mundo ve 'Got Talent' y las ligas de fútbol», expone Choo Waihong, autora de 'La Tribu de las Mujeres' (Planeta). Esta abogada retirada cuenta algo más que le sorprendió de las mosuo, «su naturaleza amante de la diversión». «A todos los mosuo les encanta la fiesta. Pero creo que la mujer es más juerguista y con mayor frecuencia que el hombre. Ellas no quedan para un pequeño almuerzo, un té refinado o una cena tranquila. Cuando están de fiesta comen, beben, cantan y bailan e, invariablemente, lo alargan. Salen como si no hubiera un mañana (...) En una de nuestras noches de chicas en un bar local, vi a la hermana mayor de Gumi dirigirse con paso seguro a una mesa de hombres mosuo para saludarles y ofrecerles unas botellas de cerveza. Fue ella quien se acercó a los hombres, no al revés, como yo habría esperado en cualquier otra parte de China. Son así de geniales».
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