Vamos a tratar hoy los tiros largos, esos que algunos cazadores denominan los de 'por si acaso'. Una práctica a la que no conviene aficionarse. ... Los cazadores nos quejamos frecuentemente de las supuestas regresiones de ciertas especies aduciendo causas ajenas a nuestra intervención: desforestaciones, herbicidas, pesticidas, roturaciones, predación... Sin embargo, olvidamos las consecuencias que se derivan de disparar fuera de la distancia lógica y letal. Me refiero a las piezas heridas que no se cobran y que, por desgracia, no tienen provecho, salvo para los raposos y las aves de rapiña. Esta pérdida inútil se debe muchas veces a la inexperiencia de algunos cazadores, que ignoran el alcance de la munición, y al egoísmo de intentar hacerse con la pieza de la forma que sea, sin valorar el lance. Los aficionados que tienen cierta edad y han conocido a viejos colegas recordarán sus consejos sobre el rendimiento que se puede obtener de las armas. Un ejemplo: siempre hay que tener en cuenta que el perdigón de mayor diámetro es más eficaz que el de menor tamaño y que ambos difieren también en el número de proyectiles que hieren al animal. La probabilidad de matar a una perdiz es mayor si se le infligen diez heridas que si se le alcanza con cuatro o cinco perdigones con más fuerza y mayor diámetro. En cuanto a los tiros afortunados debido a dos o tres proyectiles, son muy raros, por lo que hay que reconocer que el disparo está a merced de lo fortuito. Sin embargo, podemos hacernos una idea de cómo llegan a coincidir los proyectiles considerados eficaces y cuál es su efecto. Los que guardan menos distancia unos de otros alcanzan el lugar apuntado; el resto resulta ya totalmente inútil, ya que un pequeño retraso o una distancia mal calculada situaría al animal en la periferia de un blanco fijo. No es fácil contenerse, pero el buen sentido aconseja hacerlo.
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