El lerdo del spray
Alguno debería releer la definición de fascismo
Imagino que estará orgulloso. Creerá que ha hecho una gesta merecedora de aplauso. Lo malo es que, estoy seguro, tiene menos amigos que un naufrago. ... De ahí la mala baba que aflora. Mi vida es una mierda y tengo que expandirla. No se entiende de otra manera que, cuando el resto trabaja, duerme, se va de juerga o intenta hacer algo productivo, tú te dediques a pintarrajear una obra de arte. Pues eso ha pasado. La excusa, que era un retrato de Unamuno. Olé a los valientes de la pintura cobarde. Esa que les sirve a algunos para tener su rato de patética gloria. Lo que dura borrarlo y rehacer lo que estaba hecho. Lo malo es que esta vez va mucho más allá de la figura del escritor bilbaino. Porque afecta a un comercio y a un grafitero. Pero de los de verdad. De los que tienen arte en las venas en lugar de mierda acumulada.
«No sé si te has enterado de que HAN VANDALIZADO EL RETRATO DE UNAMUNO pintado en la persiana de un local de la calle Lamana de Bilbao como parte de la campaña 'dendArt', con la que se que busca «revitalizar el comercio a través del arte, transformando persianas, paredes y muros de comercios cerrados en galerías de arte al aire libre y creando una experiencia cultural para los residentes y visitantes, con guiños a personajes y elementos referentes de nuestra villa». Este es el mensaje que recibí ayer, junto a la fotografía del desaguisado. A mi lado estaba una amama de 85 años, euskaldun, que ha vivido los tiempos en que si hablabas euskera te daban hasta en el paladar y que se ha apuntado a un euskaltegi para hablar euskera batua y poder entenderse a la perfección con su nieta de dos años y medio. Lo digo por el lerdo que ha escrito la frase reivindicativa sobre el retrato de Unamuno. Ya que toco el tema, hablemos de él. De ese bilbaino que algunos adoran y otros repudian, por simple política.
Cito con frecuencia a Don Miguel. Y eso que, estoy seguro, habría discutido con él desde el primer minuto. Era el clásico «Martín contra». La gente se equivoca al pensar que lo suyo era una postura ideológica. Era una actitud vital. Podía discutir hasta consigo mismo. Lo demostró en la Guerra Civil. Acabaron todos hartos de él y deseando fusilarlo. Tengo amigos así. Todos los tenemos. Y hasta familiares. Gente a la que le darías con la mano abierta porque va siempre a la contra, sea el tema que sea. Se habla mucho de la postura de Unamuno sobre la política, el euskera o los asuntos patrios. Pero hay algo que define mejor su figura. Tiene que ver con su familia. Desde que el «football» asomó por nuestra tierra él lo aborreció. No por ser un deporte, era un gran seguidor de los Juegos Olímpicos, sino por esa disciplina que había nacido en esa tierra donde se hablaba inglés. Todo anglicismo, hasta el deportivo, le parecía una aberración. Pero el destino, puñetero, le encasquetó un sobrino futbolista. Y no uno cualquiera. Rafael Moreno Aranzadi. El legendario Pichichi. Si quieres taza, taza y media.
Intentó el tío que el chaval se dedicara a otros entretenimientos como la filatelia, pero Pichichi prefirió ponerse un pañuelo por montera y el fútbol como único horizonte. Lo que nos lleva al principio. El lerdo de esta historia ha decidido que Unamuno no merece ni un simple retrato en una persiana de Bilbao. Solo porque no pensaba como él. Supongo que no escuchará música, ni verá películas, ni visitará museos si los artistas no tienen su misma ideología. Y ya puestos no beberá una simple cerveza si la fábrica o sus dueños no están en el mismo ideario que él. Faltaría más. Pues que sepa ese lerdo que eso es fascismo. No solo por no permitir que haya otras formas de pensar. Además, y sobre todo, porque con su pintada se ha cagado en otro grafitero que hizo el retrato, ese sí con mucho arte, y en el comercio que pelea cada día por seguir subsistiendo. Ni más ni menos. Como decía Unamuno «Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento». Pero me temo que el lerdo del spray no tiene cerebro para tanto.
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