Felices entre colas y apreturas
«Nasió pa hacer cola» que diría el gran Ivà por boca de sus personajes de «Historias de la putamili». Porque la ciencia lo confirma. ... Hay gente que ha venido a este mundo a ponerse en fila y esperar durante horas. Ahora me explico lo de tirarse dos horas, caminando a paso de tortuga,para poner la toalla en una playa abarrotada. Ha sido una de las imágenes de julio. Y esperen en agosto. Yo no hago cola ni aunque me aguarde en la orilla Mónica Bellucci con su mejor sonrisa. Hace años que perdí la paciencia. Me la tuve que tragar durante la pandemia en el supermercado, pero pasado el confinamiento regresé a la máxima «no espero por nada ni por nadie». Hay más gente que piensa igual. Pero también quien ve una cola y se suma a ella. Y, como les decía, tiene que ver con nuestros antepasados que vivían en cuevas.
Dicen estudios científicos que la percepción de la escasez y la exclusividad son los factores que nos impulsan a sumarnos a largas filas. Tiene que ser muy bueno o debe estar a punto de terminarse para que haya tanto interés por lo que sea que haya ahí. De hecho hay quien se pone en una cola «para ver qué pasa». Tanta evolución y parecemos gatos curiosos. Hace unos años realizaron un experimento relacionado con ello. Colocaron a un grupo de personas delante de una tienda, aguardando su turno. Y en la que estaba a su lado no pusieron a nadie. Cuando ambos comercios abrieron, la primera acumulaba más cola y la segunda seguía vacía. Fue tan evidente que se utilizó en campañas publicitarias y aún se hace. Seguro que han leído lo de «largas colas para comprar un móvil, un disco o unas zapatillas». No incluiremos entradas para conciertos porque en ese caso se añade el miedo a que no se repita. Pero el disco, el móvil y las zapatillas van a seguir allí. O no. Muchas marcas juegan al «se han agotado» para que cada remesa se venda en lo que dura un parpadeo. Pero eso nada tiene que ver con la playa.
Adoro el mar. En cambio la arena y yo tenemos nuestras diferencias. Así que voy a utilizar otro ejemplo. Pongamos que el pub o el bar que más me gusta está abarrotado. No entro. Y, por supuesto,jamás me pondré en una fila india. Expresión, por cierto, que viene de los nativos americanos y de su forma de desplazarse de un lugar a otro. Nada que ver con estar parado aguardando algo. Hay gente que se dedica a contabilizarlo todo. Y aseguran que perdemos entre 18 y 24 horas al año en colas. Sobre todo en el coche. Algo más difícil de evitar. Añaden que cambiar de fila, en un atasco o en un peaje, supone esperar un 10% más de media que quienes no se salen de la suya. Y si lo haces dos veces terminas esperando un 67% más. No es el primer estudio que lo asegura. Más curioso resulta descubrir que las personas diestras eligen la fila derecha más que la izquierda y los zurdos al revés. Aunque, según este dato, la de los segundos debería ser menos larga, por simple estadística. Servidor es zurdo de pie y diestro de mano. Va a ser por eso que nunca acierto. Termino el baile de cifras con una muy interesante. Si estamos los últimos, llega alguien y se pone detrás, nuestro agobio por la espera disminuye un 20%. Resumiendo: ya no soy el más pringado. Quizá esa sea la clave de todo.
Si te pasas todo el año currando y cuando llegan las ansiadas vacaciones te tiras dos horas en la cola de la playa, salvo que madrugues y vayas en horario de pescador, es que algo falla. Pero es una constante. Sea para pillar hueco en la arena de un pequeño pueblo o chocolate con churros en la cafetería de una gran ciudad. Con lo corta que es la existencia estamos como para andar desperdiciando tiempo. Puestos a perderlo prefiero hacerlo con algo que deberíamos practicar más. No hacer nada. Descansar. Para eso no hace falta ponerse en ninguna cola. Y les aseguro que son unas tranquilas, reparadoras y maravillosas vacaciones.Sea hoy o en la prehistoria.
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