El Gigante de Altzo vuelve a casa
El pueblo natal del coloso vasco protagonista de 'Handia' inaugura un centro de interpretación sobre su figura
Cuando Miguel Joaquín Eleizegi se erguía ante reyes y llenaba teatros por el mundo solo pensaba en regresar a Altzo. Aquel fenómeno de feria suspiraba ... al recordar su hogar, el caserío Ipintza, en Altzo Azpi, y la bruma que envuelve habitualmente la cumbre del monte Otsabio. Este pueblo guipuzcoano a 30 kilómetros de San Sebastián nunca ha olvidado a su hijo más ilustre -con permiso del bertsolari Manuel Imaz-, un personaje que muchos creían mitológico, pero que fue de carne y hueso. La iglesia parroquial de San Salvador conserva las pruebas de su envergadura, las marcas grabadas en la pared del milagro de su crecimiento, desde que la enfermedad le hizo estirar con veinte años hasta llegar a alcanzar los 2,42 metros.
El éxito de ‘Handia’ ya había disparado el interés sobre el coloso vasco. «No sé si se hará famoso o no el pueblo, pero lo cierto es que ya nos vienen a ver», aseguraba el alcalde Joseba Elduaien cuando la película de Aitor Arregi y Jon Garaño triunfaba en las salas, hasta convertirse en la cinta en euskera más vista de la historia. Altzo ‘resucitaba’ este fin de semana a Miguel Joaquín con la apertura de un centro de interpretación consagrado a su mito. Su principal reclamo es una figura a tamaño natural fabricada por Iñaki Moyua, creador de los gigantes y cabezudos de Tolosa. El sábado, antes de introducirla en su pequeño museo, dejaron al gigante en el pórtico de la iglesia. Y los 400 vecinos de esta aldea de caseríos diseminados tuvieron un gozoso ‘déjà vu’.
«Nos dijeron que les daba pena verlo dentro, que lo dejásemos fuera para que la gente se sacase fotos con él», cuenta Jaime Garcés, director del proyecto. «Es una imagen tan real... Tiene hasta el brillo en los ojos. Pero si la dejamos al aire libre nos dura una semana. Creo que el Ayuntamiento estudia sacarla una vez al año».
Primero pensaron en que la figura tuviera el rostro de Eneko Sagardoy, el protagonista de ‘Handia’. Pero los directores les recordaron que Miguel Joaquín Eleizegi no es un personaje de ficción. «Los grabados de la época no son demasiado fiables», explica Garcés. «Al final optamos por darle los rasgos de las personas que sufren gigantismo. Ha quedado muy proporcionado, que era lo más difícil».
La partida extra de 18.000 euros que la Diputación de Gipuzkoa ha destinado a esta atracción turística no dan para pagar a un guía. El único bar del pueblo, reabierto junto al centro de interpretación, ha estado de bote en bote este fin de semana pese a la lluvia. En Altzo ya existía una ruta dedicada al Gigante, así como un par de esculturas. Ahora se pueden admirar réplicas de los objetos que expone el Museo de San Telmo en San Sebastián: las abarcas del número 63, una horma de zapato, un par de guantes y una silla. También hay material de atrezzo de ‘Handia’ -zapatos, vajilla, un bastón- y las marionetas de una ópera sobre el personaje que diseñó Néstor Basterretxea.
Unas mirillas a diferentes alturas ponen al Gigante a salvo de los selfies y mantienen el misterio. La visita debería terminar en el cementerio, pero los huesos de Miguel Joaquín, muerto a los 43 años en Altzo de tuberculosis, fueron robados. Según los vecinos, por encargo de un museo inglés.
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