La frontera de la vergüenza entre Francia y Euskadi
El país galo ha puesto como excusa el terrorismo y la pandemia, pero el cierre de los pasos fronterizos de Irun esconden una motivación migratoria que atenta contra el espacio Schengen europeo
Cuesta entender por qué hay una valla doble cortando el paso en el Puente de la Avenida, que une Irun y Hendaia, España y Francia. ... Más aún cuando se descubre que en el interior de una furgoneta sin ningún tipo de distintivo policial, aparcada en territorio galo, se esconden varios gendarmes encargados de proteger durante las 24 horas del día este minúsculo punto de los más de 650 kilómetros de frontera que comparten los dos países. A primera vista, y teniendo en cuenta que en menos de 50 metros hay otros tres puentes que sobrevuelan el río Bidasoa sin ningún tipo de impedimento para quienes los cruzan, el asunto puede parecer ridículo.
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«No se entiende porque no tiene eficacia alguna», afirma indignado el alcalde de la localidad guipuzcoana, José Antonio Santana. «He preguntado a dos prefectos y al embajador de Francia en Madrid y sigo sin recibir una respuesta convincente», añade. El regidor, no obstante, incide en el gran simbolismo de bloquear un puente con 108 años de historia, el primero con carretera que unió ambos países: «Solo se había cerrado anteriormente durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial». En la contienda nacional el puente facilitó la huída de cientos de civiles y de republicanos, razón por la que el ayuntamiento ha solicitado para él la declaración de 'Lugar de Memoria'.
«No hay ninguna otra frontera cerrada de esta manera en territorio Schengen. Es la valla de la vergüenza», sentencia Santana. No en vano, aunque otros tres pasos en Navarra permanecen oficialmente clausurados, en ninguno hay impedimento físico ni presencia policial que hagan efectiva la prohibición de cruzar. «La situación actual arranca con los atentados yihadistas que sufre Francia. París decide establecer controles fijos en las fronteras y los refuerza en 2020 con la excusa de la pandemia, cerrando los pasos entre Irun y La Jonquera», recapitula el diputado de EH Bildu Jon Iñarritu, que rechaza los motivos de seguridad nacional esgrimidos por el ejecutivo de Emmanuel Macron para mantener el cierre del puente y los controles. Ion Aranguren, miembro de la Red de Apoyo de Irun, concuerda en ese punto. «Solo se ha pillado a un tunecino metido en líos», señala.
Para entender el porqué real de esta medida, que atenta contra principio de libre circulación de los ciudadanos dentro del espacio Schengen, hay que acudir a la Plaza San Juan de Irun a las 10 de la mañana. En la terraza de un bar, junto al repiqueteo de las obras que hay junto al Ayuntamiento, Aranguren recibe a partir de esa hora a los migrantes, sobre todo subsaharianos y magrebíes de antiguas colonias galas, que llegan con el propósito de cruzar a Francia. Y eso es, precisamente, lo que el gobierno galo quiere evitar.
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Esquivar de nuevo a la policía
«Hay policía en diferentes puntos haciendo controles. Aunque el flujo de migrantes ha pasado de unas 90 personas diarias en 2018 a las 220 que llegaron el mes pasado, la policía francesa conintúa identificando a los que no tienen papeles y los envía de vuelta a Irun», comenta el voluntario de la Red de Apoyo que surgió hace un lustro de forma totalmente altruista y que ahora se dedica, sobre todo, a ofrecer información.
Jerome, nombre ficticio de un joven de Benin, es uno de los que llegan a la plaza esta mañana. Como la mayoría, solo habla francés. Va acompañado por otros cuatro chicos negros que inquieren sobre el autobús que cruza la frontera. Aranguren les pide calma. «La mayoría tiene una visión idealizada de Francia, fruto de lo que les dicen amigos o ven en redes sociales. Un caso de alguien con éxito provoca lo que llamo un 'efecto salida', mientras que el millar que se queda en la calle vive en silencio», comenta el voluntario, que trata por todos los medios de ofrecer «una visión realista, cruda, de lo que sucede en Francia», un país que equipara con el infierno para los inmigrantes.
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Pero no tiene suerte. Los jóvenes quieren continuar el viaje al norte. Louis ha cruzado un tercio de África desde su Costa de Marfil natal para arriesgar la vida en la travesía del Sáhara a Canarias. Tras recorrer la península por carretera, ahora se sorprende al saber que tiene que volver a esconderse de los gendarmes para que no lo devuelvan a España. «Todos conocemos los cinco o seis puntos por los que se puede cruzar el Bidasoa sin ser detectados. Por eso estas medidas no tienen sentido, porque quienes quieren llegar a Francia lo hacen. Esto solo añade peligro al recorrido y alienta las mafias», explica Aranguren. Iñarritu subraya que una décena de personas ha muerto «cruzando el río, arrollados por un tren o suicidados».
El alcalde de Irun afirma que la situación ha mejorado. «Ahora llegan unas 8 personas diarias, reciben todo lo que necesitan en el centro de Cruz Roja, que llegó a estar totalmente saturado, pero las devoluciones continúan», cuenta. Iñarritu es contundente y critica que «muchas de las que se hacen en caliente no siguen el acuerdo de Málaga y afectan a personas inexpulsables».
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El diputado se refiere al trato firmado entre España y Francia en 2002. Según el mismo, los migrantes en situación irregular pueden ser devueltos «sin formalidad alguna» siempre que hayan pasado menos de cuatro horas desde que cruzaron la frontera.
Aparentemente, Francia estaría dispuesta a reabrir la frontera si se ponen en marcha las patrullas conjuntas que Macron y Pedro Sánchez acordaron en Barcelona a principios de enero en el marco del Tratado de Amistad. Pero Santana es escéptico. «Esta situación daña las buenas relaciones de vecindad. Espero que se imponga el sentido común y se acabe con ella», señala el regidor, incidiendo en que también tiene un impacto económico para los negocios ubicados en la orilla sur del Puente de la Avenida.
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«La policía solo se centra en la documentación de negros y magrebíes»
Una pareja de la Policía Nacional española y otra de la homóloga francesa acceden al andén de la estación de Euskotren en Hendaia cada media hora, coincidiendo con la llegada del convoy procedente de Lasarte. Los agentes piden la documentación en chequeos que tienen poco de aleatorio.
«Solo se centran en la documentación de negros y magrebíes», denuncia Ion Aranguren, de la Red de Apoyo de Irun. El alcalde de esa localidad, José Antonio Santana, concuerda: «Es fácil comprobar que la Gendarmería hace un control selectivo, dependiendo del color de piel. Se suben a los autobuses y hacen bajar fundamentalmente a los negros».
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El diputado de EH Bildu Jon Iñarritu lo tiene claro: «Son medidas claramente racistas. Se justificaron por un problema de seguridad pero se utilizan para impedir el paso de migrantes, lo cual es una injusticia y un problema humanitario».
Por si fuese poco, Aranguren subraya que estos controles son ineficientes para evitar la llegada de yihadistas. «Los juzgados por terrorismo son franceses y belgas, y en las fronteras con Bélgica no hay controles. Son todo excusas para esconder políticas de inmigración», comenta con ironía mientras una compañera ayuda a una joven negra a matricularse en un curso de competencias básicas digitales para acceder a formación en hostelería.
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«Se cuidaron mucho de no dar mala imagen y por eso decidieron abrir la frontera en el puente de Irun para el paso del Tour», añade Iñarritu. Es una opinión que comparten también al otro lado de la muga, donde el alcalde de Hendaia, Kotte Ezenarro, exige al estado francés que retire las vallas «y que el puente de la vergüenza se convierta en el puente de la libertad».
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