«Es más fácil la convivencia con una persona mayor que con gente de mi edad»
El Gobierno vasco llama a participar en Kuvu, proyecto de alojamiento que conecta a caseros e inquilinos de distintas generaciones
Elisa Vasilica llegó a Bilbao hace tres meses desde Madrid para trabajar. No encontraba un lugar en el que vivir y, «como un rayo de ... luz», apareció en su vida Pili. La joven tiene 23 años y su casera supera la sesentena, pero se han «adaptado» una a la otra a la perfección. Este es solo un ejemplo de la convivencia intergeneracional que, desde hace tiempo, tratan de impulsar las administraciones vascas. Y el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticos Sociales ha encontrado la herramienta idónea para promover este tipo de experiencias en Kuvu, una aplicación que cuenta con el apoyo, tanto económico como organizativo, del Ejecutivo autónomo.
Este miércoles, la consejera Nerea Melgosa y el cofundador de esa 'startup', Eduardo Fierro, han hecho un llamamiento a más personas mayores a sumarse a la iniciativa, que surgió en 2019 y en la que, desde entonces, han realizado «70 convivencias». Dirigida a propietarios de pisos que residen solos, los arrendadores deben superar los 65 años y los inquilinos tienen que estar por debajo de los 35. «Se buscan personas adecuadas la una para la otra y tienen un mes de prueba», explica el responsable antes de aclarar que los chavales «pagan entre 200 y 300 euros, gastos incluidos». La parte «fundamental», entiende, es «el apoyo mutuo».
La representante del Gobierno vasco, en ese sentido, recuerda que «un 3,3% de nuestra población se siente sola siempre o a menudo», un porcentaje que «asciende al 6,6% entre las personas de 75 años o más». «Necesitan mucha compañía. Hay gente a la que no visita nadie nunca», asegura Luis Alfonso Gómez. Este jubilado, voluntario del programa de acompañamiento a mayores de Cruz Roja Pausoka, abrió las puertas de su casa a jóvenes con los que mantiene «el contacto» pese a ya no residir con ellos. La experiencia fue «excelente», igual que para Vasilica, que afirma que, en su caso, «es más fácil la convivencia con una persona mayor que con gente de mi edad».
Seguridad y alegría
Los jóvenes, además, no tienen ninguna obligación de cuidado hacia la persona mayor. Pero, a veces, eso es algo que surge de manera natural, y no tiene por qué ser el joven el que esté dedicado a su casero. «Nada más llegar de Ecuador me dio vértigo y estuve ocho días hospitalizada. Acabábamos de conocernos y ella me cuidó, estuvo ahí todo el tiempo», cuenta Camila Valarezo, una joven que residió dos años en Bilbao, mientras cursaba un máster en Deusto, en casa de Miren Vallejo. La primera contaba con 23 años; la segunda, con 62, pero forjaron una relación «muy cercana», coinciden ambas.
El padre de Camila falleció y Miren fue la primera en enterarse. «En todos esos procesos estuvo conmigo. Es una persona con mucha vitalidad», rememora. Su arrendadora le presentó a su padre, a su hija, a su nieta... y la animaba a «salir y disfrutar». Vallejo reconoce que le gusta «más la gente joven» que la de su edad, se amolda mejor a ellos, y además le dan «seguridad, diversión y alegría; y yo a ellas también», que al fin y al cabo es de lo que se trata.
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