Borrar
El Calvario de Iruña Veleia, con el 'RIP' sobre Jesús crucificado, y otra pieza con inscripciones. EFE / E. C.
Iruña Veleia, un escándalo que pudo evitarse

Iruña Veleia, un escándalo que pudo evitarse

Entre fantasmas ·

El anuncio del hallazgo del primer Calvario y las más antiguas inscripciones en euskera se hizo al margen de los procesos habituales en la ciencia y eso facilitó el fraude

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 18 de febrero 2020, 01:38

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Recuerdo cómo me enteré de los extraordinarios hallazgos de Iruña Veleia. Me refiero al primer Calvario de la cristiandad y a las inscripciones en escritura jeroglífica atribuidas a los alumnos de un preceptor egipcio en la Álava romana. Fue en la tarde del 8 de junio de 2006 cuando llegué a mi mesa en la redacción de EL CORREO y mi entonces jefe me dijo que íbamos a abrir la sección de 'Vivir' –así se llamaba la actual 'Culturas y sociedad'– con un gran descubrimiento arqueológico hecho en Álava. «¿Dónde se ha publicado?, ¿en qué revista?», pregunté. Me respondió que lo habían presentado en una rueda de prensa patrocinada por Euskotren y me contó de qué se trataba. Yo torcí el morro. No me acuerdo si realmente o sólo mentalmente.

Encendí el ordenador, vi la imagen del supuesto Calvario y se la mandé por correo electrónico a un arqueólogo especialista en la época romana. Minutos después, me transmitió por teléfono su escepticismo por el RIP ('descanse en paz') sobre el Jesús crucificado –contrario al dogma de la Resurrección al dar por muerto a Jesús de Nazaret– y la perspectiva de la escena, además de que le chirriaba que el primer Calvario se descubriera en los arrabales del Imperio. Poco más podía decirme con la información de que disponía en aquel momento, pero para mí ya era suficiente como para poner el hallazgo en cuarentena. Así que me quedé con el morro torcido. El paso de los días y el descubrimiento de las primeras palabras en euskera, muy parecidas a las del vasco actual, no hicieron sino acrecentar mi rictus de incredulidad hasta el extremo de empezar a sospechar que estábamos ante un episodio equiparable al de la fusión fría. 

Energía infinita y limpia

Los químicos Martin Fleischmann y Stanley Pons anunciaron, en una rueda de prensa el 23 de marzo de 1989, que habían conseguido energía mediante la fusión de átomos de deuterio a temperatura ambiente, algo parecido a lo que pasa dentro del Sol a 15 millones de grados y una enorme presión. «El avance significa que el mundo algún día podrá confiar en la fusión para obtener una fuente de energía limpia, prácticamente inagotable», aseguraba en una nota la Universidad de Utah, a la que pertenecía Pons. Era la promesa de energía barata, infinita y limpia, y los medios de comunicación recogieron el avance como merecía. Sin embargo, no tardó mucho en demostrarse que él entusiasmo era infundado. Otros científicos intentaron replicar el experimento de Pons y Fleischmann –algo básico en ciencia– y fracasaron, y la fusión fría pasó a la Historia como ejemplo de lo que ocurre cuando unos investigadores se olvidan del rigor y la cautela por conseguir titulares.

Eliseo Gil, director de las excavaciones y principal acusado del fraude, en el yacimiento en 2001.
Eliseo Gil, director de las excavaciones y principal acusado del fraude, en el yacimiento en 2001. Blanca Castillo

Lo que los químicos tenían que haber hecho, antes de echar las campanas al vuelo, es mandar los resultados de su trabajo a una publicación científica y someterlos al examen de sus colegas. Así funciona la ciencia. Alguien hace un descubrimiento, escribe un artículo en el que lo explica y lo envía a una revista científica que, antes de publicarlo, lo somete al análisis de otros expertos en la materia. Es lo que se conoce como revisión por pares porque los revisores o árbitros, siempre anónimos, son tan expertos en la materia en cuestión como los autores del hallazgo. Las revistas punteras –'Science', 'Nature', 'Cell'...– rechazan el 99% de los artículos que reciben y los que publican suelen incorporar sugerencias de los revisores. Una vez que la revista sale a la calle, el hallazgo es además examinado por todos los científicos de ese campo a la búsqueda de posibles fallos, lo que permite que, si hay errores, se corrijan posteriormente y se descubran fraudes.

Como en el caso de la fusión fría, en el de los grafitos de Iruña Veleia lo primero fue la rueda de prensa. Aunque lo normal es que lo primero sea el artículo en la revista especializada, no es tan raro que un descubrimiento se dé a conocer en un encuentro con periodistas en el que se avisa de que pronto se publicará el correspondiente artículo científico. Cuando el anuncio se hace así, los autores del hallazgo suelen presentar a los periodistas dictámenes de colegas de reconocido prestigio que han tenido acceso a toda la información y confirmado la trascendencia del avance. Nada de esto pasó con el Calvario, las inscripciones en jeroglífico y las palabras en euskera del yacimiento alavés, que eran siglos anteriores a las hasta entonces más antiguas muestras de escritura en lengua vasca.

«Perplejidades en cadena»

«Sólo cuando el equipo de Veleia exponga en publicaciones especializadas y reuniones científicas los elementos de datación de que ha ido disponiendo para los 'graffiti'; cuando publiquen el primer estudio y el primer corpus de inscripciones y de imágenes; cuando esto se someta a discusión por los especialista; entonces empezaremos a tener algunas seguridades», advertían en noviembre de 2006 en este periódico el filólogo vasco Joseba Lakarra y el medievalista Juan José Larrea. «El equipo de Veleia sabe que la iconografía cristiana que han presentado produce perplejidades en cadena, cuando no estupefacción», añadían los expertos, que destacaban que, si los hallazgos eran auténticos, en el caso del euskera «de pronto se ha encendido una batería de focos en el campo de fútbol justo donde la oscuridad era absoluta».

Pieza con la incripción 'Homo proponit, sed Deus disponit', una máxima de 1481 sacada de la obra piadosa 'Imitatio Christi' del monje Thomas Kempis.
Pieza con la incripción 'Homo proponit, sed Deus disponit', una máxima de 1481 sacada de la obra piadosa 'Imitatio Christi' del monje Thomas Kempis. E. C.

Las revistas científicas suelen aprovechar fechas señaladas y grandes acontecimientos, como los Juegos Olímpicos, para publicar hallazgos relacionados con ellos. De ser el Calvario de Iruña Veleia auténtico, lo lógico hubiera sido que 'Antiquity', la principal revista de arqueología, lo hubiera llevado a su portada en el número más cercano a la Semana Santa de 2007. ¡Qué menos para el primer Calvario! No fue así ni en 2007, ni en 2008... Aunque no hay que desesperar. Igual algún día protagoniza esa portada como muestra de uno de los más burdos fraudes arqueológicos. Porque desde noviembre de 2008, cuando un comité científico que tuvo acceso a las piezas confirmó su falsedad, sabemos que las inscripciones de las cerámicas fueron fabricadas tras la extracción de las piezas de la tierra. Los indicios parecen apuntar a Eliseo Gil como autor de los grabados, pero habrá que ver qué dictamina la Justicia.

Los entonces responsables políticos de la Diputación alavesa y de Euskotren –y, por extensión, del Gobierno vasco– facilitaron el fraude al no exigir las oportunas pruebas antes de hacer público un hallazgo tan extraordinario. Es muy probable que, a tenor del dictamen posterior de los expertos independientes, el engaño nunca hubiera pasado de intentona si la institución foral alavesa hubiera ejercido las funciones de control que le competen respecto al patrimonio y, antes del espectacular anuncio, hubiera consultado con especialistas ajenos al proyecto, y no confiado ciegamente en Gil y sus colaboradores. Pero no se hizo así y la rueda de prensa triunfal acabó, con el tiempo, en ridículo mayúsculo.

De todos modos, sea cual sea la sentencia del juicio que se ha celebrado en la Audiencia de Álava, el escándalo de Iruña Veleia es más que el escándalo de Iruña Veleia. Es el segundo gran fraude de la arqueología alavesa en menos de 20 años. En marzo de 1991, se anunció el descubrimiento en la cueva de Zubialde de un santuario rupestre de hace 12.000 años que se presentó como la 'Altamira vasca'. Se trataba del «mayor hallazgo prehistórico de la última década de la última década y el más importante del País Vasco», según el diputado alavés de Cultura, José Ramón Peciña. Había descubierto las pinturas un estudiante de Historia, Serafín Ruiz, que en realidad las había pintado y había engañado a los tres renombrados prehistoriadores que las habían examinado y autenticado, lo que demuestra que nadie es infalible y menos cuando quiere creer, como los dos filólogos vascos que al principio respaldaron los hallazgos de Iruña Veleia. La pregunta todavía sin respuesta es: ¿por qué los dos recientes grandes fraudes de la arqueología vasca se han registrado en Álava?

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios