El ciberacoso está presente en uno de cada tres casos de bullying en Euskadi
El auge de las redes sociales y el hecho de que las nuevas generaciones sean nativas digitales disparan el ciberbullying en los últimos años
Este martes se celebra el Día Internacional contra el Acoso Escolar. Una realidad que la trágica muerte de Claudia, la joven que se quitó la vida en Gijón por el acoso que sufrió durante años por parte de sus compañeros, ha vuelto a poner sobre la mesa. Esta forma de maltrato tiene múltiples caras, pero el auge de las redes sociales y el hecho de que las nuevas generaciones son nativas digitales, con la exposición, han provocado que el ciberbullying se haya disparado en los últimos años.
En Euskadi, el ciberacoso está presente en uno de cada tres casos de bullying. Así se desprende de los últimos datos hechos públicos por el Departamento de Educación, correspondientes al curso 2021-2022. El Gobierno tramitó 1.098 denuncias e identificó 157 situaciones de acoso escolar; en 51 de ellas hubo elementos propios del ciberbullying. Se trata del mayor porcentaje desde que comenzó a medirse esta variable, en 2016, cuando se detectaron 17 casos. El incremento desde entonces es del 200%.
Ante esta situación, la consejería que lidera Jokin Bildarratz, a través de la iniciativa Bizikasi contra el acoso escolar y la convivencia positiva, elaboró en 2020 un documento con algunas orientaciones para los centros escolares para saber cómo actuar ante estos casos. Uno de los aspectos que señala el documento es que, al igual que el bullying, el acoso en las redes sociales tiene distintas variantes. La más habitual son los insultos, pero también puede haber hostigamiento, denigración, suplantación de identidad, revelación de información íntima, exclusión y marginación, ciberpersecución y un concepto que se denomina 'paliza feliz'. Ocurre cuando un menor o un grupo de menores agreden físicamente a uno de sus iguales, lo graban y lo difunden a través de las redes.
Hay, además, otro elemento que agrava este tipo de maltrato: el anonimato. Las redes sociales o Whatsapp, que desempeñan un papel esencial en las relaciones diarias de adultos y, cómo no, en las de los escolares, facilitan a los maltratadores no ser vistos. El anonimato «agrava el sentimiento de victimización al tiempo que incrementa la sensación de impunidad en el agresor» y conlleva un «efecto desinhibidor que fomenta el comportamiento acosador», explica el protocolo.
Cómplices
Tan cruel como el propio acoso puede llegar a ser la actitud pasiva del resto de compañeros en el ecosistema digital. El documento de la consejería lo define así: «En el ciberbullying, además de actuaciones que animan y apoyan claramente la actitud de la persona agresora, hay muchas otras respuestas sutiles que convierten en cómplices a las personas que las llevan a cabo: sonrisas frente al desprecio, reenviar mensajes con contenido humillante, participar en la difusión de rumores, marcar un 'like' ante un comentario despectivo, indicar con emoticonos la aprobación de la agresión…». Todo ello «convierte también a esas personas en acosadores y acosadoras».
Existe otra versión perversa del acoso digital entre estudiantes y se da en la pareja. Se trata de la ciberviolencia de género o violencia de control entre adolescentes. Según señala el Gobierno vasco, «este tipo de ciberacoso se produce a cada vez edades más tempranas y puede ser la antesala de futuros maltratos». Sus expresiones más frecuentes son el control a través del móvil, espiar el teléfono de la pareja, censurar las fotos que la otra persona publica en redes sociales, controlar su actividad o exigir a la pareja que demuestre dónde está gracias a la geolocalización.
Además del ciberbullying, las formas más habituales de acoso escolar son los insultos y agresiones verbales (presentes en un 82% de los casos identificados por el Departamento), seguido de la exclusión y marginación social (55%); intimidación, chantaje y amenazas (36%); agresiones físicas indirectas (36%); ataques físicas directas (34%); violencia contra alumnado con necesidades especiales por sus características (11%); acoso sexista (10%); actos de naturaleza LGTBIQ+ (6%); y agresiones racistas (4%).