Mar y naturaleza. Tras varios años con un crecimiento moderado, el padrón de Castro se ha disparado durante el año de la pandemia. l. a. gómez

Cientos de vizcaínos huyen de la ciudad y se empadronan en pueblos de Cantabria

La pandemia empuja cada vez a más personas a buscar espacios abiertos y cercanos a la naturaleza para vivir

Domingo, 11 de abril 2021, 01:49

Cientos de vizcaínos se han empadronado en localidades de Cantabria durante el último año. Juan Carlos y Maite, bilbaínos de unos 60 años, son dos ... de ellos. Desde hace unas semanas son vecinos de Santoña a todos los efectos. Antes de hacerlo, se sentaron y empezaron a reflexionar sobre los pros y los contras. Son muchos los factores que debían medir en una balanza: calidad de vida, régimen fiscal, espacios naturales, sanidad, infraestructuras... Lo que Juan Carlos y Maite querían es huir de la ciudad y encontrar tranquilidad.

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Las motivaciones que se analizan antes de dar un paso tan importante apenas han variado en las últimas décadas. Lo que la pandemia y las restricciones impuestas por el Covid-19 han trastocado por completo es la importancia que se concede a los distintos factores a la hora de plantearse un nuevo proyecto de vida. Juan Carlos y Maite reconocen que ha sido la pandemia lo que les ha terminado de convencer.

Lo cierto es que hablamos de un fenómeno global y cada vez más extendido: el de las personas que huyen del asfalto para irse a vivir a espacios más abiertos. En busca de más naturaleza. En el caso concreto de Bizkaia y Cantabria, esta nueva perspectiva se ha traducido en un «cambio de tendencia», según señalan profesionales del sector inmobiliario. La comunidad vecina ya no es vista por los vizcaínos sólo como un lugar en el que tener una segunda residencia.

Muchos de ellos han empezado a instalarse de forma permanente. Algunos van y vienen todos los días. Otros -los que pueden- teletrabajan desde Cantabria. En Noja -como en muchas otras localidades- se ha disparado la demanda de fibra óptica para conseguir una mejor conexión a internet en las viviendas, según explica Miguel Ángel Ruiz, alcalde del municipio costero. Es el caso de Roberto y Ana. Este matrimonio pasó el confinamiento en su piso de Santurtzi. En verano, con la relajación de las medidas, se instalaron en Noja en su segunda residencia, en una urbanización con acceso directo a la playa. Acabaron las vacaciones y decidieron quedarse. Y ya prácticamente no se han movido de allí. «Tengo suerte porque puedo hacer gran parte de mi trabajo desde casa con el ordenador, aunque cada cierto tiempo tengo que pasar unos días fuera», explica Roberto.

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«La ciudad se nos ha hecho muy pesada. En Santoña sales y tienes playa y naturaleza»

Juan carlos y maite

Los datos no son homogéneos, pero sí reveladores. No todas las localidades cántabras han experimentado el mismo crecimiento en el número de vizcaínos que se han dado de alta en el padrón. Los principales incrementos se han registrado en los municipios que cuentan con una población más estable durante todo el año. En Noja -con unos 2.600 vecinos censados, pero que llega a los 80.000 habitantes en verano- se han empadronado 51 vizcaínos durante este año de pandemia, en el que otros 17 ciudadanos se han dado de baja. En cambio, en los registros del Ayuntamiento de Santoña -con una población fija de unos 11.000 vecinos- consta la llegada de 134 nuevos vizcaínos desde marzo de 2020.

Juan Carlos y Maite son dos de los nuevos vecinos. Este matrimonio de Bilbao tiene una segunda residencia en Santoña y una hija ya mayor. Desde hace años pasan allí las vacaciones y muchos fines de semana. Ella está recién jubilada y él da los últimos pasos de su vida laboral con un contrato relevo. Muchas veces habían hablado de la posibilidad de irse a vivir a la localidad costera cuando se retirasen. Era un plan que estaba en el aire, sin concretar. Pero la pandemia -y llevar meses sin pisar su casa de veraneo- lo ha precipitado todo. Desde hace unas semanas constan ya como nuevos vecinos a todos los efectos. «La ciudad se nos ha hecho muy pesada. Aquí sales y tienes naturaleza y kilómetros de playa para pasear», explica Maite. A Juan Carlos, de hecho, no le importa tener que hacer más de 140 kilómetros para ir y volver del trabajo. «Es un esfuerzo. Pero luego poder pasar aquí las tardes y los días libres compensa con creces», reconoce.

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En municipios como Noja se ha disparado la instalación de fibra óptica, reconoce el alcalde

teletrabajo

Bastantes madrileños

Este fenómeno se ha percibido con especial fuerza en Castro Urdiales. Según datos municipales a los que ha tenido acceso EL CORREO, desde el inicio de la pandemia hay 965 nuevos vecinos empadronados. Más de la mitad (50,88%) son vizcaínos. En segundo lugar aparecen ciudadanos procedentes de la propia comunidad cántabra (7,8%). Y en tercera posición figuran los madrileños (5,07%). Se trata de un crecimiento en el padrón municipal muy importante, sobre todo si se tiene en cuenta que el número de censados ha permanecido relativamente estable en los últimos años. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), de 2017 a 2020 la población de Castro pasó de 31.817 vecinos censados a 32.270. En cambio, el pasado 31 de marzo en los registros municipales figuraban 33.408 vecinos. Los equipos de Gobierno de los consistorios de Castro y de Laredo rehusaron participar en este reportaje.

Fuentes municipales estiman que «unas 300 personas» se han empadronado con el objetivo de eludir las posibles sanciones por saltarse el cierre perimetral de Euskadi y Cantabria, que lleva meses vigente. Muchos de ellos, de hecho, tenían ya Castro como su vivienda de referencia a pesar de no estar censados. Josu pertenece a este último grupo. Este vizcaíno (que prefiere ocultar su verdadero nombre «por problemas» con vecinos que han amenazado con «denunciarle» ante la Policía) pasa todos los años largas temporadas en lo que hasta ahora era su segunda residencia de Castro. Otras temporadas reside en Barakaldo. Reconoce que, durante la pandemia, se ha movido «en alguna ocasión» entre una y otra vivienda, lo que ha ocasionado fuertes discusiones con algunos vecinos que le decían que no podía estar ahí. «Antes de la pandemia me echaban en cara que no estuviese empadronado y ahora parece que les molesta que lo haga», apunta.

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Hasta ahora había tenido «suerte» en los controles policiales. La Guardia Civil, de hecho, ha llegado a pedir la documentación en las colas de los supermercados para sancionar a los no censados. Él se ha librado por poco. Ahora, piensa que podrá moverse «con más tranquilidad». «Como trabajo en Bizkaia tengo justificación para estar en los dos sitios», dice. Y añade otra razón que, a su juicio, influye en que muchos vizcaínos estén desplazándose a Cantabria. Las diferencias en las restricciones impuestas por la pandemia. Por ejemplo, el toque de queda está fijado a las 11 de la noche. En Euskadi empieza a las 10. Además, la hostelería cierra a las 22.30 horas, mientras que en el País Vasco baja la persiana a las 8 de la tarde.

Lo cierto es que, a pesar de este fuerte incremento, un importante número de vizcaínos sigue viviendo en Castro sin estar empadronados. «Muchos no queremos hacerlo por Osakidetza y por el régimen fiscal. Si me pasa algo grave prefiero que me atiendan en Cruces», explica un residente que sigue censado en Bizkaia.

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El dato

  • 11 de la noche. Es la hora fijada para el toque de queda en Cantabria. En Euskadi empieza una hora antes. La hostelería cierra a las 22.30, mientras que en el País Vasco baja la persiana a las 8 de la tarde.

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