Bidegorri a ninguna parte

El bidegorri se abrió hace siete años tras una inversión de 6 millones de euros y 18 meses de obras. A día de hoy es un carril-bici que lleva a ninguna parte. Sus accesos son pésimos. Y decimos que conecta con el Museo Minero aunque realmente acaba un kilómetro antes, en mitad de la nada, al desembocar en una carretera que apenas tiene tráfico y cuyo asfalto está muy deteriorado.

El trazado no contribuye a mejorar la movilidad. Ni de Barakaldo ni de la zona minera. Se le da un uso exclusivamente de ocio o deportivo. Porque todos los ciclistas que quieren llegar a Barakaldo desde Gallarta o viceversa, utilizan el carril-bici de La Arena, con mejores accesos y servicios, más concurrido y llano.

Todo esto no quita para que digamos que la infraestructura que parte del peaje de la Supersur atraviesa un paraje muy bello y de gran solera, en las faldas del monte Argalario y La Arboleda. Son 6 kilómetros muy tranquilos, con seis túneles y tres áreas de descanso, repletas de vestigios mineros e incluso bélicos (cerca está el búnker de Durañona).

Nuestra jornada empieza en el mismo peaje de la Supersur. Para llegar aquí hay tres alternativas. Ninguna de ellas es buena. Lo menos engorroso es remontar una ascensión de 700 metros al 8% de media desde Ugarte (un buen calentón). El vial va subiendo poco a poco hasta alcanzar la cota de la autopista. La segunda posibilidad consiste en escalar desde Kareaga un empinado sendero que remonta un arroyo (nada recomendable). Y la última opción nos lleva a pedalear desde Retuerto para atravesar tres túneles (uno de ellos infame, lleno de escombros, embarrado y muy oscuro). Parece mentira que cuando se construyó el bidegorri no se pensara en acondicionar estas tres galerías para dejar todo bien conectado con Barakaldo.

Después de sus accesos, el punto más negativo de esta infraestructura a ninguna parte es la falta de seguridad en algunos puntos. El carril-bici es cruzado en varias ocasiones por caminos vecinales. Para garantizar que ningún coche se mete por el terreno de las bicicletas, se han colocado bolardos en mitad del trazado. Son pivotes de metal. Duros y romos. Más de un ciclista conocido los ha sufrido. No es procedene colocar estos dispositivos. Constituye un fallo tanto conceptual como de diseño, con el agravante de que algunos se encuentran en la misma boca de un túnel, donde la visibilidad es más reducida.

En las últimas semanas, buena parte de las vallas de madera que delimitaban la vía verde han sido arrancadas (probablemente por algún coche).

En el lado positivo de la balanza diremos que el tráfico entre peatones y ciclistas está bien segregado. Hay sitio de sobra para todos. También es de agradecer que el bidegorri conecte con la subida a La Reineta. Este bidegorri es sobre todo utilizado por los ciclistas de montaña que se dirigen a los Montes de Triano.

Tras casi cinco kilómetros, el carril-bici termina con una sorpresa final: dos rampas (una del 14 y otra del 15%), que nos dejan a los pies de una antigua mina, conocida como el paisaje lunar por los aficionados al pedal. Desde aquí sólo nos resta bajar por una solitaria carretera hasta el Museo Minero.