Urkullu reivindica la «singularidad» vasca tras su acuerdo 'in extremis' con Sánchez

El lehendakari acudió en el último minuto al foro de presidentes de San Millán, donde hizo una cerrada defensa de los derechos históricos

Viernes, 31 de julio 2020

Como en las mejores películas de suspense, el desenlace del culebrón que estos días ha enfrentado a los gobiernos central y vasco se resolvió en el último segundo. La llegada de los presidentes autonómicos al foro convocado por Pedro Sánchez en el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla estaba prevista para este viernes entre las 9 y las 9:20 de la mañana y el acuerdo que propició finalmente la presencia del lehendakari se desbloqueó a las 8:45. Motor de arranque, gas y en apenas diez minutos Iñigo Urkullu se plantó frente a la portada barroca del siglo XVII en la que el jefe del Ejecutivo central había citado a las autoridades invitadas, frente a las que aprovechó después para defender la «singularidad» vasca y la exigencia de preservar, por encima de todo, la relación bilateral de raíz foral amparada por la propia Constitución.

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Bajo el brazo, eso sí, un acuerdo recién salido del horno que amplía el objetivo de déficit para Euskadi hasta el 2,6%, un margen suficiente, por el momento, para hacer frente a la drástica caída de la recaudación como consecuencia de la crisis de la Covid-19. Por delante, una reunión de la Comisión Mixta del Concierto en la primera quincena de septiembre que deberá ratificar el pacto rematado entre la madrugada y la mañana de ayer y fijar un nuevo límite de deuda para 2021, un dato clave para afrontar la confección de los próximos Presupuestos.

Pero, ¿qué sucedió entre la tarde del jueves y la mañana del viernes para que Urkullu se hiciera finalmente la foto de familia en un foro, la conferencia de presidentes, del que nunca ha sido demasiado partidario al entender que diluye la especificidad foral vasca? Básicamente, que el presidente del Gobierno tomó una decisión de última hora eminentemente política: dar luz verde a un acuerdo que los equipos de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y de su homólogo vasco, Pedro Azpiazu, llevaban cocinando durante tres semanas de «intensísimas» negociaciones.

Compensar a las diputaciones

El Gobierno central se resistía a abrir la mano en un asunto en el que, con Europa siempre vigilante, cada décima cuenta y el Ejecutivo vasco insistía en que resultaba vital, sobre todo tras su exclusión del último tramo del fondo especial de compensación, que se cubriera también a las diputaciones. Según lo acordado, se les compensará en caso de que la caída de los ingresos sea superior al remanente del que dispongan. Además, se acuerda ampliar la capacidad de endeudamiento hata el 15,9% en 2020 y se deja abierta la posibilidad de relajar más el déficit si las previsiones macroeconómicas cambiaran.

El pacto comenzó a coger cuerpo a las 17:30 horas del jueves, cuando Sánchez llamó personalmente a Urkullu y dio la orden de intensificar los contactos. A las siete de la mañana de ayer se retomó la negociación hasta que, 'in extremis', llegó la fumata blanca. Era el culmen de semanas de tira y afloja, con cruce incluido de misivas. La última, según desvelan ahora fuentes del Ejecutivo vasco, la envió el lehendakari a Moncloa el mismo miércoles. Urkullu respondió que era «su deseo» asistir pero que en ningún caso podría hacerlo si el acuerdo quedaba en el aire.

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El viernes, dejó claro frente al resto de presidentes autonómicos, en esa misma línea y en contraste con la actitud del president Quim Torra, que es partidario de abonar la relación «multilateral» entre comunidades autónomas y el modelo de «cogobernanza» para hacer frente a los rebrotes, como demuestra, abundó, su participación en las 14 conferencias celebradas tras el estado de alarma. Incluso, dejó caer que seguirá asistiendo, si bien pidió que se preparen mejor. Pero también se ve en la obligación, dijo, de exigir «respeto». «Velar por el respeto a las instituciones de autogobierno y al marco bilateral de relación es una responsabilidad institucional de primer orden para el lehendakari», enfatizó.

Tras «valorar y agradecer» el «esfuerzo» de Moncloa, se centró en hacer una cerrada defensa de los derechos históricos, recogidos, recordó, «en el marco constitucional de un Estado compuesto». Incluso, recordó que San Millán es un lugar «especial» para los vascos porque allí se hallaron las primeras anotaciones en euskera moderno, un símbolo de una «identidad singular» de la que los fueros son expresión directa.

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La espera de Urkullu en los alrededores y una noche toledana

Las negociaciones del Gobierno vasco y el PNV con Madrid son bien conocidas por apurar los plazos hasta el extremo, lo que le ha granjeado a los jeltzales una bien merecida fama de hábil jugador. Pero ninguna como la de ayer, que deparó escenas tan surrealistas como la del lehendakari Urkullu esperando en un pueblo cercano al monasterio de Yuso -a apenas siete minutos de distancia en coche- a que Azpiazu le diera el 'ok' para enfilar el último tramo hasta San Millán. «Esperábamos llegar los últimos y al final llegamos los primeros», comentaba la delegación del Ejecutivo vasco, que en cuanto supo que estaba cerrado el acuerdo arrancó el motor.

A su llegada, se encontraron con que todas las autonomías contaban con un espacio reservado -un pequeño despacho- en el monasterio, excepto Euskadi y Cataluña, que habían anunciado que no acudirían. La organización,que ya no contaba con Urkullu, se vio obligada a improvisar. De hecho, tampoco en el dosier de prensa repartido por Moncloa a los medios acreditados aparecía el nombre del lehendakari entre los asistentes.

Fue el colofón de una noche toledana en la que nadie durmió mucho -especialmente los equipos de Hacienda de los gobiernos central y vasco, obligados a hacer gaupasa forzosa-, que sirvió para rematar semanas de negociaciones hasta ayer infructuosas. Los últimos papeles se cruzaron media hora después de la medianoche pero los negociadores permanecieron despiertos hasta las 3:30 de la madrugada revisándolos. Después, un breve parón para echar un sueñecito «con los móviles encendidos» y a las siete de la mañana, vuelta a empezar para dejar el trabajo hecho antes de la hora tope, las nueve.

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