Todos temen unas nuevas elecciones
La moneda al aire se lanzaría el 10 de noviembre si el PSOE y Unidas Podemos mantienen su pulso hasta el final. Sería la cuarta vez en menos de cuatro años, un fracaso político de consecuencias imprevisibles
Nadie las quiere, pero nadie hace nada por evitarlas. La repetición de las elecciones generales es demasiado real. Esto va en serio. Hace tiempo que ... dejó de ser un simple recurso de presión de los gurús de la teoría de juegos empotrados en la cúpula de los partidos. Uno destaca sobre el resto. Se llama Iván Redondo (San Sebastián, 1981). Es el hombre del presidente. El jefe de gabinete que mece La Moncloa escribiendo nuevos capítulos del 'Manual de Resistencia' de Pedro Sánchez. Es la mejor constatación de que el líder socialista hará lo que esté en su mano para volver a ser presidente. Según Unidas Podemos, Redondo es el malo de la película, quien ha decidido que Pablo Iglesias no será ministro, el causante de que este país pueda volver a las urnas por cuarta vez en menos de cuatro años. En eso andan ahora, en construir el relato preelectoral de que la culpa fue del otro.
La moneda al aire se lanzaría el 10 de noviembre. Todos las temen. Es verdad que unos saldrían mejor parados que otros, que el PSOE y el PP tienen todas las de ganar frente a Unidas Podemos, Cs y Vox, pero la política española seguiría igual de bloqueada -tendrían que seguir pactando sí o sí- y su clase dirigente herida de muerte. La gran vencedora de este esperpento sería la abstención. El hartazgo ciudadano es tal que según el CIS, los políticos se han consolidado como segunda preocupación de los españoles y la desconfianza que generan ha alcanzado su cota más elevada desde 1985.
«Entiendo la mención al adelanto electoral como un órdago en la negociación, porque a ningún partido le interesa este escenario. Parece que han aprendido poco de lo vivido en 2016. La sociedad española no entendería una repetición de las elecciones. No se lo merece», asegura María Silvestre, doctora en Ciencias Políticas y Sociología, y directora del Deustobarómetro.
Todos las temen, como confiesan líderes de las formaciones. «En esta coyuntura, la foto final es impredecible. Toda la estrategia política quedaría en papel mojado. Nadie sabe cómo va a reaccionar la gente. Sería una moneda al aire», coinciden. En mayor o menor medida, todos tendrían un peaje que pagar si se consuma la 'italianización' de España.
Todo quedaría igual
Sí, Italia, ese país que ha tenido 67 gobiernos en los últimos 73 años y de estos, sólo seis han durado más de dos años. Italia es el caos, pero sabe gestionar muy bien su caos. España, no, como se está comprobando. Hubo elecciones generales a finales de 2015, a mediados de 2016, una moción de censura dos años después, elecciones el 28 abril de 2019... ¿El 10 de noviembre de 2019?
Si Sánchez e Iglesias deciden no frenar a tiempo en su particular carrera hacia el precipicio (es lo que se conoce como 'chicken game' o juego del gallina), la teoría dice dos cosas, como explica Pablo Simón, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III. Primero, que las dos principales fuerzas saldrían beneficiadas, en este caso el PSOE y el PP. Y segundo, que la abstención crecería. ¿Cuánto? He aquí una de las grandes incógnitas.
«La desmovilización siempre penaliza a la izquierda. Y aquí, además, hay un factor muy a tener en cuenta. En las elecciones del 28-A, hubo una gran participación para contrarrestar el 'efecto Vox', algo que ahora no se dará o al menos no a niveles de hace tres meses», recalca Simón, quien advierte de que el PSOE corre importantes riesgos si al final se celebran otros comicios.
«Todo lo que ganaría como partido en escaños, se lo restaría a Podemos, que sufriría mucho por el modelo electoral. El bloque de la izquierda se debilitaría mucho. Lo contrario que el de la derecha. El PP ganaría peso en detrimento de Cs y Vox, y rentabilizaría mucho mejor sus votos en escaños, quizá empatando con la suma PSOE-Podemos aunque quedándose lejos de los 176 escaños de la mayoría absoluta», detalla. Es decir, que todo quedaría como está ahora, en manos de los independentistas catalanes.
«El rédito electoral sería para el PSOE, pero la suma de las derechas podría ser opción de gobierno. Entiendo la mención al adelanto electoral como órdago en la negociación. Lo que no entiendo son los reparos que están mostrando los socialistas ya que Pedro Sánchez había salido reforzado de su particular vía crucis tras el 'no es no' y los resultados del 28-A», apostilla María Silvestre.
Es verdad que el PP es el partido que tendría todas las de ganar después de haber tocado fondo. Apenas cuenta con 66 diputados cuando su suelo histórico son los 107 de 1989. Su problema sería de índole moral. Si hay elecciones y todo queda igual de bloqueado, su abstención sería una opción real. «Se repetiría el escenario de 2016 con Mariano Rajoy. El PP, como partido de Estado, se la debe al PSOE», explican fuentes políticas madrileñas. Para muchos, es lo que siempre ha querido Sánchez.
EN SU CONTEXTO
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25 de julio. Es la fecha clave para saber si habrá presidente. Se celebrará la segunda votación en el Congreso de la sesión de investidura que comienza el lunes 22. El día 23 es la primera votación, en la que hace falta mayoría absoluta. No saldrá. Dos días después, ya sólo es necesaria una mayoría simple. Valdrán las abstenciones de partidos como ERC siempre y cuando Podemos vote 'sí'.
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167 son los escaños que suman el PSOE (123) y Unidas Podemos (42). Además, tienen el voto asegurado del PRC y de Compromís. En total, 167. Pero el bando del 'no' sólo suma 151: los 66 del PP, los 57 de Cs, los 24 de Vox, los dos de Navarra Suma y los dos de Coalición Canaria. En el grupo de los favorables a facilitar la investidura destacan ERC (15), PNV (6) e incluso EH Bildu (4). Quizá también JxCat.
Cataluña y el PNV
Por mucho que algunos estén abonando la teoría de dejarlo todo para el segundo 'round' de septiembre (si falla la sesión de investidura del 22-25 de julio, hay dos meses de plazo para volver a intentarlo), la sensación es que estamos ante un 'ahora o nunca'. O en julio o nada. «No habrá segundas oportunidades», insisten desde Ferraz para presionar a Podemos. «Es verdad que ahora sería muchísimo más fácil porque en septiembre tenemos un escenario complicado con la sentencia del 'procés'», advierte Pablo Simón.
Lo cree también el PNV, que ve con enorme preocupación todo lo que está ocurriendo ya que hay elecciones autonómicas en 2020 y el lehendakari vería recortado su margen de maniobra a la hora de convocarlas. Salvo sorpresa, serán en primavera, pero el 'oasis vasco' quedaría condicionado por lo que sucede en Madrid y Barcelona, donde es muy posible que haya otras elecciones a la Generalitat en otoño.
«Repetir elecciones sería una barbaridad. Si no hay investidura, el futuro no es que sea incierto, es negro», advirtió esta semana la presidenta del PNV vizcaíno, Itxaso Atutxa. Recordó, en este sentido, que «septiembre va a ser un mes muy difícil para todo el mundo y especialmente para las fuerzas catalanas, con una Diada no sencilla y la posibilidad de un final del juicio del 'procés' que no pinta muy bien. El voto de los catalanes en septiembre se complicaría mucho». Traducción: la abstención más que factible de Esquerra en julio sería casi imposible tras el verano.
El otoño caliente era esto.
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