Mucha Policía y mucha incomprensión
Es importante que los relatos sean completos. Que no falte ningún punto de vista y que se recojan todos los hechos que construyen una realidad ... que queremos explicar. A veces no es la ideología o los distintos intereses los que impiden que emerja un relato compartido. A veces, uno de actores no tiene voz ni recursos para colocar la visión sobre su propia vida que está siendo descrita por otros. Suele ser el caso de los relatos sobre el comportamiento de los jóvenes.
En los últimos meses de forma recurrente se han visibilizado enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en espacios públicos. La voz principal que hemos escuchado ha sido la de la Policía que se queja del comportamiento de algunos jóvenes que no solo incumplen las normas contra la Covid sino que desafían a la autoridad y destrozan mobiliario público, principalmente contenedores de basura.
Este enfoque posibilita la criminalización de los jóvenes y la denuncia de su falta de solidaridad y compromiso con la sociedad de la que forman parte. El argumento principal de los pocos adultos que se prestan a defenderles suele apoyarse en la descripción de otros jóvenes ejemplares que desarrollan acciones de solidaridad dentro de la comunidad contribuyendo a la construcción de una visión binaria equivocada de la juventud dividida en buenos y malos.
Como no es fácil encontrar el testimonio de los jóvenes que forman parte del ecosistema de los etiquetados como malos, tenemos dificultades para reconstruir lo que está pasando en los parques y muchos espacios públicos de Euskadi para que se produzcan estos enfrentamientos con las fuerzas del orden.
Los psicólogos hablan de la intensidad del daño de las normas anticovid en los adolescentes y jóvenes en un momento de su vida que están construyendo su forma de ser a través del contacto de los de su generación. En los que el perder una hora de diversión es un drama justificado porque es perder la oportunidad de un beso, de una carcajada o de una aventura que dejamos de soñar según vamos cumpliendo años. A esa edad la vida es inaplazable y el marco legal líquido.
Si tienes la suerte de hablar con alguno de los adolescentes que pasa la tarde en uno de esos parques o espacios públicos te contará que se sienten hostigados por la Policía, cuya presencia requerimos los mayores de forma preventiva para que su diversión transcurra en formato de libertad vigilada. A mí no me habría gustado con 16 años estar en un parque con mis amigos y amigas con la policía en el banco de al lado. Una Policía que no se la ve interviniendo en las peligrosas aglomeraciones de un centro comercial, ni en las celebraciones irresponsables y jaleadas por las instituciones de los equipos profesionales de fútbol, ni en las terrazas de los bares repletos de grupos sobredimensionados ilegales de adultos sin mascarillas.
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