El crecimiento y el chocolate
Pre-Navidad del 2015. Un pastelero me recibió en su obrador. Semanas de mucho trabajo en el sector. Se le veía cansado. Y, sobre todo, ... muy preocupado. «Cuanto más vendo, más pierdo. Alguien me roba». Así comenzó el encuentro.
Empecé a hacerle preguntas para conocerle, ver su equipo y saber cómo eran sus procesos. Comprendí que no controlaba sus costes. No sabía a qué precio hacía cada compra y tampoco el beneficio exacto que le reportaba cada producto.
Miramos algunos papeles desordenados, hicimos números y vimos el marrón: durante todo el año, vendía unos pasteles típicos con un muy buen margen. En noviembre, comenzaba a vender a lo bestia esos mismos pasteles, pero recubiertos con un chocolate «muy especial». Lo que él desconocía es que ese chocolate era tan caro que le hacía perder mucho en cada pastel que producía. «Cuánto más vendo, más pierdo». La frase con la que comenzó la conversación adquirió todo su sentido.
Algo así estaría pasando con nuestro modelo económico. Los gobiernos de aquí y de allí sacan pecho con los datos de empleo y crecimiento. En el congreso del PSOE se lo escuchamos al presidente Sánchez. Esta misma semana, en el Foro Expectativas de EL CORREO, lo ha dicho el lehendakari Pradales. Tienen razones para hacerlo. Nunca ha habido tanta gente trabajando. Nuestro PIB lleva una década creciendo (salvo el año covid) y 'The Economist' acaba de elegir a España como la mejor economía de la OCDE por su crecimiento
El contexto y estos buenos números no impactan en toda la ciudadanía por igual. Porque a los súperricos les va bien (incluso ha aumentado su número en nuestro país), y la banca y las grandes energéticas siguen obteniendo pingües beneficios con este modelo.
Pero, cada vez es más complicado crear y sacar adelante un negocio autónomo o mantener las nóminas en una pyme. Los concursos de acreedores están en niveles de 2013. Y lo que ha aumentado especialmente, es la tasa de personas en situación de exclusión social: tenemos un 19,3% de la población por debajo de esa línea, que sigue ascendiendo de manera inversamente proporcional a de nuestra dignidad como sociedad.
Los profesionales de Foessa, del INE y de Cepyme (que son quienes difunden estos datos) no son cenizos, ni negacionistas. Los millones de personas que viven esta realidad no son peligrosos revolucionarios, ni plantean poner todo patas arriba; de hecho, apenas forman parte de la agenda político-pública.
Pero, ¿y el resto? ¿No habrá llegado el momento de plantearnos seriamente, individual y colectivamente, para qué queremos crecer? ¿No somos capaces de ver que, como le pasaba al pastelero, cuanto más crecemos, más perdemos? ¿O es que acaso lo vemos y nos da igual?
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