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Urkullu y Aragonès, en la reunión que mantuvieron en Bruselas en enero pasado. EFE

Ese referéndum del que usted me habla

Cataluña y Euskadi, ambas en campaña, se comportan una vez más como galaxias distintas. Aragonès pisa el acelerador y en Euskadi los soberanistas huyen del 'raca raca'

Miércoles, 3 de abril 2024, 00:00

Se hizo célebre la muletilla a la que solía acogerse Mariano Rajoy para despachar las preguntas incómodas sobre imputados por corrupción en el PP: «Ese ... señor del que usted me habla». Con el asunto del referéndum de independencia, estrella por derecho propio de la campaña electoral catalana, pasa algo parecido en Euskadi. ¿Referéndum? ¿Qué referéndum? La propuesta del president Aragonès para convocar algún tipo de plebiscito soberanista en Cataluña al amparo del artículo 92 de la Constitución ha sido ignorada olímpicamente por los partidos vascos que, aunque a veces lo disimulen para no asustar, también están en campaña.

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Ya dejaron claro desde el minuto uno, desde que Aragonès adelantó las urnas catalanas al 12 de mayo, que su intención era blindarse para que el ruido catalán (y el madrileño) no les condicionasen. Incluso, aventuraron, el guirigay de Junts, ERC y compañía podría funcionar como una especie de bola extra para los partidos que en Euskadi defienden todo lo contrario: que todo siga como estaba, sin demasiados líos y haciéndose cargo, al menos sobre el papel, más de las cosas del comer y menos de entelequias. No olvidemos que poco más del 20% de la población vasca se declara abiertamente secesionista.

Qué tiempos aquellos en los que Ibarretxe hacía de cada campaña un órdago y de cada órdago (fallido) una campaña. Eso sí, con algo menos de concreción en las preguntas que Aragonés, al que se le agradece la economía verbal: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente?». Los menos propensos a vaciar el disco duro mental de insulseces recordarán que las que Ibarretxe redactó en 2008 eran mucho más creativas: se abría boca con el «final dialogado» a la violencia de ETA y se acababa preguntando por si se daba permiso a los partidos para negociar un acuerdo que, ya si tal, se sometería a referéndum.

Sucede que aquello, y lo de ahora, por mucho ropaje jurídico en el que se envuelvan, no son tanto intentos honestos de resolver ningún conflicto sino señuelos electorales (y electoralistas) con los que competir en su terreno con los rivales de turno. En este caso, Aragonès ni siquiera disimula. La apelación al artículo 92 -que faculta al Estado a someter a referéndum consultivo «de todos los ciudadanos» cuestiones «de especial trascendencia»- es la misma rendija por la que Puigdemont intenta colar a Pedro Sánchez el mismo gol, como ya dejó claro durante el debate de investidura. Se trata, básicamente, de copiar a Puigdemont para ganar a Puigdemont.

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En Euskadi, en cambio, sólo los muy convencidos y los que se juegan más bien poco insisten en el 'raca raca' soberanista. Es sintomático que, en los prolegómenos del Aberri Eguna, sólo se escuchase a Joseba Egibar desgranar con todo lujo de detalles la necesidad de emprender, simultáneamente, el camino escocés y el canadiense. A Pradales y a Otxandiano, en cambio, poco se les ha oído decir sobre el asunto. Aquí también se miran de reojo, como ERC y Junts, y compiten por salir igual de institucionales y fiables en la foto. Precisamente por eso, ninguno de los dos dice ni mu, más allá de generalidades sobre los «saltos» en autogobierno que habrían de darse en la legislatura entrante o, quizás, en 2030. Tanto quema la independencia que hasta Otegi ha aconsejado tomársela con calma, aunque después haga guiños de consumo interno. Definitivamente, los planetas vasco y catalán orbitan hoy en galaxias lejanas.

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