El choque pertinaz PNV-PSE arriesga el crédito del pacto
Nadie apuesta por una ruptura entre jeltzales y socialistas pero los intereses electorales de ambos, la deriva del pulso hacia lo personal y las grietas en el Gobierno encienden las alarmas
No podemos caer en su juego. Está visto que tenemos valores y principios distintos». «No nos vamos a callar. Hay diferencias ideológicas y estamos obligados ... a superarlas, pero no a ocultarlas». Son reflexiones, en este orden, de un alto cargo del PNV y otro del PSE-EE, los socios de gobierno que han pasado de navegar, aparentemente, sobre una balsa de aceite en los primeros años de la coalición a vivir instalados en un choque pertinaz en asuntos de hondo calado ideológico que emula las tensiones habituales entre Pedro Sánchez y Sumar, o Podemos en su día. Una fricción que se hizo palpable, sobre todo, desde que Eneko Andueza sustituyó a Idoia Mendia al frente de los socialistas vascos en 2021 pero que ha ido a más a medida que se acerca la fecha clave de las elecciones de mayo de 2027 y tras el relevo en el puente de mando de Sabin Etxea.
El agur de Andoni Ortuzar y la llegada de Aitor Esteban han enfriado objetivamente las relaciones entre los aliados -se admite también en el PNV que el contacto es menos frecuente y fluido- pero han avivado además la apuesta de los socialistas vascos por marcar perfil propio ante lo que interpretan como un giro a la derecha de sus socios (en el Gobierno, sobre todo, pero también en el partido) y una oportunidad para crecer a costa de la atonía jeltzale y disputarles la primera posición, con permiso de Bildu, en plazas como San Sebastián y Vitoria. Ese es, 'grosso modo', el análisis interno que empuja a Andueza a plantear sus objeciones, sus quejas y sus desmarques de forma pública, sonora y casi diaria, una estrategia que el PNV de Ortuzar combatía con la máxima de 'no hay mayor desprecio que no hacer aprecio' y el de Esteban prefiere no dejar pasar, aunque se debate entre los intentos de rebajar la tensión en público y el malestar, el enfado y el desconcierto que la actitud de su socio le genera internamente.
Porque los jeltzales, y los socialistas también, son conscientes del desgaste que ese pulso constante provoca a la imagen y a la credibilidad del pacto de gobierno y, en el caso del lehendakari Pradales, a su discurso basado en la estabilidad y la política constructiva como rasgos distintivos de su marca personal frente a la «crispación» de otros lares. Ese fue el mensaje que quiso 'vender' este miércoles en el desayuno informativo que ofreció en Madrid y a su regreso se encontró con un incendio descontrolado que, con la entrada en escena del vicelehendakari socialista Mikel Torres -hasta ahora con un perfil exquisitamente institucional- y la apertura de un nuevo flanco por la transferencia del puerto de Pasaia y le petición del PNV de rebajarle la categoría de 'interés general' para que pueda pasar a manos vascas, amenaza con chamuscar también a su Gobierno. Evidencia además que su llamamiento a «blindar» la alianza, que este viernes reiteró, ha caído en saco roto, salvo en el plano institucional. Dos ejemplos: Aburto ha hablado de que la relación de ambos en Bilbao es «extraordinaria» y un «modelo a seguir» y la diputada general de Gipuzkoa, Eider Mendoza, ha evitado hacer sangre porque «mi relación con el PSE es buena y quiero que siga así». «Preservar el clima es importante y es lo responsable. La gente no pide esto, quiere estabilidad», abundan en el entorno de Pradales.
El «salto cualitativo» -así lo define, de hecho, un miembro del PNV- es que el enfrentamiento ha abandonado los contornos ideológicos nítidos en los que se desenvolvía hasta ahora para adentrarse en el terreno de lo personal e incorporar dardos cargados de intención para sugerir divisiones internas en el adversario. El euskera, igual que en capítulos anteriores lo fueron las políticas migratorias o la conexión del TAV con Navarra, sigue siendo el centro de gravedad de la fractura, tras presentar el PNV su reforma legal para blindar el euskera en las OPE. Los socialistas vascos están convencidos de que la barrera del idioma a la hora de acceder a un empleo público es un asunto altamente sensible para la ciudadanía y por lo tanto capaz de movilizar voto de electores no especialmente ideologizados pero sí afectados por la exigencia de perfiles.
De ahí que Andueza insista en que el PNV gira hacia lo «identitario» y se ha echado «unilateralmente» al monte por la presión de Bildu y -he aquí otra novedad- para preservar los complejos equilibrios internos con el PNV de Gipuzkoa. «No es casualidad que Markel Olano sea el burukide de euskera. ¿Tiene esto algo que ver con que Olano pidiera en su día soltar amarras con el PSE para acercarse a Bildu?¿Quién manda en el PNV?», lanzan, con toda la intención, desde el cuartel general de los socialistas vascos, que creen que «no se puede pretender que les salvemos la gobernanza y los grandes acuerdos de país sacarlos con Bildu». «Ese argumento de las dos almas y de que Gipuzkoa nos empuja a los brazos de Bildu es viejísimo», ironizan en el PNV.
«Tensión y desconfianza»
En el PSE ha cundido la impresión de que su socio está débil, de que el liderazgo de Aitor Esteban va a someterse a reválida en las elecciones de 2027 y de ahí que Andueza haya apuntado esta semana -el jueves- directamente a la cabeza, al quejarse de que el trato con el presidente jeltzale nada tiene que ver con la «confianza» y la «sintonía» que mantenía con su predecesor, Andoni Ortuzar. Justo el martes, Esteban había acusado al líder del PSE-EE de generar «tensión y desconfianza innecesariamente» con su «tono retador». El enfado en la planta noble de Sabin Etxea ha sido mayúsculo, al entender que se pretende poner en duda el talante conciliador de Esteban y al considerar que se ha incumplido un acuerdo interno que el burukide Joseba Díez Antxustegi alcanzó el miércoles «con un miembro de la ejecutiva con mando en el PSE» para evitar declaraciones subidas de tono en público. El asunto fue sangrante porque el propio portavoz jeltzale salió a templar gaitas a las puertas del Parlamento apenas unos minutos antes de que Andueza volviera a desplegar su catálogo de agravios.
Para el PNV, la explicación está en el interés de Andueza en ganar autoridad interna e insinúan también los jeltzales que gran parte del PSE no comparte la estrategia de venderse como alternativa con un discurso agresivo al tiempo que sostiene los gobiernos encabezados por el PNV en todas las institiuciones. El PSE asume el riesgo, de hecho, de que la queja constante ahonde en la idea de dos Gobiernos desconectados que actúan en paralelo. Creen también los jeltzales que Andueza puede estar preparando el terreno para «normalizar» posibles pactos con Bildu a partir de 2027. «El gran asalto es el del Gobierno vasco en 2028. Ahí se va a a ver qué pretendía», dicen otros, convencidos de que mientras Pedro Sánchez mantenga viva la legislatura y siga necesitando al PNV, Andueza no podría romper «aunque quisiera».
Lo cierto es que el PSE insiste en que no pretende «coger la puerta y marcharnos» mientras «se cumpla lo pactado». Tampoco en el PNV se augura, ni mucho menos, una ruptura «porque no le interesa a nadie». Pero ambos saben que el cántaro empieza a ir a la fuente con alarmante frecuencia.
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