Una acción heroica que fue el comienzo del fin
Un cabo de la Policía Municipal de Bilbao, que patrullaba en moto cerca de allí, logró detener a uno de los etarras. ETA le amenazó de muerte
L. era cabo de la Policía Municipal y aquel funesto 13 de octubre de 1997 patrullaba por los alrededores del Guggenheim. Cuentan sus compañeros que ... era un jefe admirado y uno de los pilotos más diestros del grupo motorizado. De pronto, un aviso urgente por la emisora rompió la rutina y unas cuantas cosas más. Habían tiroteado a un ertzaina en la explanada del museo, aunque en ese momento ni siquiera estaba claro qué había pasado. Él estaba muy cerca de allí, así que aceleró la moto y llegó en segundos hasta un grupo de ciudadanos que le gritaron que los etarras habían escapado corriendo, uno hacia el puente de Deusto y otros hacia Alameda Rekalde. El miembro de ETA Kepa Arronategi se vio acorralado por el motorista e intentó dispararle. No está claro si el arma se encasquilló, si cayó al suelo el cargador o si le faltó tiempo. Varios policías cuentan que L. levantó la rueda delantera a modo de parapeto y se abalanzó contra él. Los dos cayeron al suelo. El cabo de la Policía Municipal era corpulento, muy alto y con brazos fuertes. Kepa Arronategi fue reducido.
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De acabar aquí, esta historia sería épica, un acto lleno de heroicidad, pero sus propios compañeros explican que aquel día fue el comienzo del fin. Pocos días después de la detención, alguien del ámbito municipal logró conocer la identidad del agente que había conseguido arrestar a Arronategi y facilitó su nombre a ETA. Tardó muy poco en recibir las primeras amenazas de la banda.
No había manera de proteger a un motorista de la Policía Municipal y la situación cada vez implicaba más riesgo para él. Fue destinado a la sección de escoltas y se encargó de la protección de varios cargos públicos locales. Todo aquello le fue minando y le afectó muy profundamente. Según quienes le trataron, fue cayendo en una vida de excesos y todo se fue al traste en lo personal y en lo profesional.
Finalmente, decidió parar y empezar una nueva vida lejos de aquí. Hizo las maletas y se refugió en una localidad costera del sur de Andalucía. Con gran esfuerzo, ha logrado enderezar sus pasos. No suele contar que él fue el policía que logró detener a uno de los etarras del Guggenheim.
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