Veinticinco años tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco podrán leer distintas reflexiones, la mía se basa en lo que vivimos una generación de ediles del Partido Popular en Euskadi.
Publicidad
Hay una fotografía que representa esa generación, se trata de una imagen de 1996 bajo el árbol de Gernika en la que se ve a Miguel Ángel junto a jóvenes como Oyarzábal, Semper, Quiroga, Manrique, Ruiz, Cotano, Gómez, Hermosa, Azpiroz, Crespo o yo mismo. Faltan otros como Alonso que no estaban en la foto y formaban parte activa de ese grupo.
Un nutrido grupo de entre veinte y treinta años dimos el paso de representar a la ciudadanía vasca en los ayuntamientos. Se vivían unos tiempos en los que comenzaba a despuntar el hartazgo hacia ETA, creíamos que debíamos implicarnos activamente en acabar con el terrorismo, notábamos que teníamos que revelarnos contra esa lacra. Puede que no fuéramos plenamente conscientes de que vendría después, aunque ya habíamos visto el asesinato de Gregorio Ordoñez, que a muchos nos hizo ser mas firmes en implicarnos en el PP vasco. También tuvimos unos referentes como Jaime Mayor Oreja y Carlos Iturgaiz, y unos lideres provinciales (Barreda, Rabanera y Hueso) que nos abrieron las puertas.
Nuestro paso tenía mucho de ilusión, de sublevarnos contra lo etarra, de canalizar el respaldo ciudadano, y tuvimos un notable respaldo en las elecciones de 1995 en las que muchos, como Miguel Ángel, fuimos candidatos y electos. Y llegó el asesinato de Blanco y nuestra vida cambió.
Lo más dramático, lo irreparable, es lo que le hicieron a Miguel Angel, como a los concejales del PSE y del PP, y a todas las victimas contra las que ETA atentó. Para nosotros, la generación de los representantes municipales populares, ya nada fue igual.
Publicidad
Nos pusieron a todos los concejales constitucionalistas en el punto de mira. En 1997 empezamos a sentir abiertamente el miedo, personalmente fui consciente de lo que venía minutos después de saber del secuestro, mientras salía de Bakio hacia Plentzia en coche, recién casado y con mi mujer embarazada. Paradójicamente mientras la noticia avanzaba conducía por Lemóniz, ubicación de un proyecto paralizado con atentados, y lugar donde estaban aisladas por culpa de ETA familias de guardias civiles destinadas en Bizkaia.
Nuestra vida cambió porque empezaron a aislarnos, hay quien no quería estar cerca de nosotros por si había «efectos colaterales», hay quien desde responsabilidades públicas creían que quienes nos debíamos apartar de la sociedad éramos nosotros y no quienes nos amenazaba. Estábamos en el punto de mira y estábamos padeciendo los primeros llamados escraches, venían a nuestras casas, trabajos y eventos a insultarnos y señalarnos. Recuerdo el funeral de un compañero concejal popular de Bilbao en el que el ámbito de ETA se presentó en la puerta de la iglesia a acosarnos, no nos dejaban vivir.
Publicidad
Está situación conllevó que nuestra libertad se viera totalmente condicionada, llegaron los escoltas, a los que nunca podremos agradecer lo que nos cuidaron en interminables jornadas laborales y en un escenario en los que también eran acosados. Esa manera de vivir, con miedo a salir, mirando debajo del coche y con miembros de seguridad modificó muchas vidas, noviazgos, planes, estudios y llego hasta la incomprensión, y en los pueblos más. Para que se hagan una idea, llegamos a recibir una carta de una vecina pidiendo que los coches de alquiler con escolta, en los que nos llevaban, no aparcaran cerca de su casa, mientras iba leyendo pensé que, porque los coches podían molestar sus accesos, pero la conclusión del escrito era que si nos ponían una bomba se le podían romper los cristales de su vivienda.
El tema es que nada de lo que nos hicieron consiguió borrarnos del mapa como pretendía ETA, si lo hubieran logrado hoy la historia no sería igual y dudo que hubieran tenido que dejar las armas, si nos hubieran logrado eliminar es probable que no tuvieran que haber abandonado sus medios.
Publicidad
Veinticinco años después la vida, de los que lo podemos contar, nos ha llevado por diferentes derroteros, los que continúan en política tienen mas merito que nadie porque esa actividad es mas sacrificada, aunque en este momento no sea tan dramática, de lo que muchos ciudadanos piensan. Pero entiendo que es importante recordar lo que vivimos, para que no se repita nunca más, para que los culpables no se presenten como los buenos, para que al final de las armas le acompañe el desprestigio de sus objetivos antidemocráticos, para que nos vacunemos definitivamente contra ETA.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión