El décimo congreso del PSE-EE no parece destinado a marcar ningún hito que perdure en el recuerdo, ni siquiera bajo el escrutinio de sus ... propios estándares internos. La placidez de la continuidad acostumbra a derivar en continuismo cuando la puesta a punto ideológica y orgánica se resuelve como un trámite anodino. En esas circunstancias, sólo agitará la quietud el verbo chispeante de Eneko Andueza, siempre voluntarioso para salpimentar el ambiente.
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Marcar perfil propio como partido ha sido el objetivo indisimulado de la bicefalia interna e institucional establecida por los socialistas tras las últimas elecciones al Parlamento vasco. Y ese criterio no admite medianías: así, mientras el vicelehendakari Mikel Torres mantiene un tono prudente y mesurado, de los que compactan equipos, el guardián de las siglas siembra borrascas cíclicas; descargando la furia de los consiguientes aguaceros, con particular deleite, sobre su socio de gobierno.
Distinguirse mediante la gestión y subrayar los logros propios resulta perfectamente legítimo. Tratar de agigantar una subida de votos discreta en las elecciones de abril con tal de rebañar peso en el Gobierno también puede serlo. Pero un partido tan determinante para la estabilidad institucional de Euskadi no debería caracterizarse por la provocación gratuita, por pellizcar al PNV sin ton ni son.
Alzando la vista, para que la reforma estatutaria en ciernes culmine con éxito, el PSE-EE deberá aportar su mejor versión. Sin abjurar de sus principios actuales, aunque alguna vez se haya compartido pancarta en favor de la autodeterminación o defendido la unidad institucional con Navarra. Pero siendo consciente de la representatividad propia y ajena en Euskadi, y sensible ante lo que de ello se deriva.
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Ejercer de freno perpetuo, y fiarlo todo a vetos externos en lo que respecta a una profundización del autogobierno que maximice las potencialidades del marco legal, sólo conduce a taponar expectativas democráticas que en algún momento se deberán encauzar. Incluso como garantía para los avances sociales de última generación que a buen seguro incorporará el nuevo marco compartido.
Tamaña responsabilidad requiere abandonar las escaramuzas pueriles y centrarse en forjar un nuevo pacto histórico de amplísima base en Euskadi. Ahí se espera a los socialistas, arriesgando. Como viene haciendo Pedro Sánchez para conformar un bloque de progreso en el Estado frente al riesgo cierto de regresión política, social y territorial que encarnan las derechas.
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Replegarse en las cantinelas que contraponen preocupaciones cotidianas y derechos sociales con un autogobierno ambicioso o caricaturizar las demandas ampliamente mayoritarias de los partidos abertzales pueden activar el aplauso fácil de los más entregados en un congreso, sí. Pero no sirven para avanzar.
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