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El gestor de las redes sociales del Partido Popular del País Vasco, o quien le ordene qué tuitear, debió relamerse de gozo convencido de su ... agudeza para los juegos de palabras cuando arrojó al ciberespacio su última ocurrencia: al PNV, ávido de votos y atrapalotodo, «le da igual» la 'lege zaharra' o ley vieja de su lema primigenio que la 'lege sharia' con tal de «mantenerse en el poder». Tamaña eclosión de ingenio se produjo tras las palabras del presidente del EBB, Aitor Esteban, en el Aberri Eguna, señalando que la «nación vasca siempre ha sido integradora» y que su sucesor bien podría apellidarse «Agirregomezkorta, Martínez o Hassan», entre otros.
Determinadas reacciones, de tan malogradas, prestigian al señalado; mientras perfilan al acusador en paños menores, carente de ropaje político y sumido en la indolencia. Un observador cándido sospecharía que asociar como acto reflejo el apellido Hassan con el rigorismo islamista resulta un tanto prejuicioso. Alguien remirado podría considerarlo, incluso, xenófobo.
Sea como fuere, la alternativa «centrada» que decía ser el PP vasco cuando Javier de Andrés se hizo con la presidencia de la formación no deja de escorarse hasta lindar con la extravagancia. Hacerse notar forma parte del abecé de cualquier partido al que su tamaño obligue a ser correoso. Incluso se admiten coces dialécticas intermitentes para salir de la penumbra y lograr un fugaz fogonazo mediático. Pero cuando se establecen determinados vínculos al tuntún, categorizando a las personas por su origen, así a bulto, se zarandean los principios básicos que configuran cualquier sociedad democrática.
Semejante dislate podría haber provocado más tarde un cierto propósito de enmienda, tras una mala digestión del Aberri Eguna. Como poco, no revolcándose en la insensatez, no embadurnándose de intolerancia. Pero De Andrés, en vez de reflexionar y correr un tupido velo, elevó la apuesta días después: «Al PNV le da igual la Pascua que el Ramadán». Así pues, ya sólo cabe temer que el PP vasco continúe haciéndose daño a sí mismo. Que dedique sus energías a seguir alejándose de la centralidad a velocidad de crucero, a lomos de sus fijaciones obsesivas.
No hay atajos para escapar de la irrelevancia política. Sólo se logra con mesura, trabajo y credibilidad, conectando con la mayoría social, con su sensibilidad y sus valores. Enarbolando una visión abierta y humanista. Sin tratar de imitar, además con poca gracia, a lo peor del populismo. Huir hacia delante con frases de baratija únicamente abunda en el descrédito propio y espanta al grueso de la ciudadanía. Resulta infinitamente más provechoso labrar con temple el buen discernimiento.
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