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El presidente valenciano, Ximo Puig. EP

Guirigay

El diseño del Estado dividido en 17 taifas es profundamente ineficiente, complejo y caro, pero es un reducto de poder que jamás cederán quienes lo disfrutan

Miércoles, 28 de septiembre 2022, 00:07

La batalla fiscal lleva camino de convertirse en un desbarajuste absoluto. Ayer, el presidente valenciano se sumó a la corriente de moda y anunció su ... propia bajada de impuestos, lo que pone en aprietos a sus colegas socialistas de otras autonomías y supone un torpedo a la línea de flotación del Gobierno central. Ximo Puig quiso desmarcarse de sus pares populares insistiendo en que su alivio va dirigido a las rentas menores de 60.000 euros, algo que el Ministerio de Hacienda tampoco contempla. ¿Acabará teniendo razón el ministro Escrivá al reclamar una centralización del sistema impositivo? Creo que no y, en cualquier caso es imposible. Si de lo que se trata es de garantizar la igualdad de los españoles, hay asuntos aún más urgentes como centralizar la educación, la sanidad o el acceso a los servicios sociales. Pero tal cosa no sucederá. ¿Cree alguien que los vascos aceptaremos centralizar algo? No, ni siquiera el color y el tamaño de las boinas de los policías. ¿Cree alguien que los catalanes aceptarán dar en las escuelas el mismo número de horas de castellano que los andaluces? No, claro, ni locos. Ese tiempo ya pasó y el desenladrillador que desenladrille este lío buen desenladrillador será… pero no ha nacido todavía.

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