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Al Gobierno de Iñigo Urkullu le espera una papeleta complicada si quiere aprobar los Presupuestos que remitirá al Parlamento el próximo martes 23. En estos ... momentos, el Ejecutivo vasco tiene tres únicas opciones sobre la mesa, una vez descartado el acuerdo con Elkarrekin Podemos al considerar que ha elevado deliberadamente el listón con exigencias «inasumibles» que supondrían un desembolso de más de 1.500 millones. Una, la más obvia, la prórroga, una posibilidad que para el Gobierno no sería «ningún drama» como viene repitiendo el lehendakari desde agosto. Dos, agarrarse a la mano tendida de EH Bildu, que insiste en que está dispuesta a «dejar pasar» el proyecto con dos abstenciones si se mejoran las partidas sociales. Y tres, reconquistar a su socio de los dos últimos años, el PP de Alfonso Alonso, que se reunió el martes con Andoni Ortuzar solo para constatar la distancia que les separa tras el apoyo de Sabin Etxea a la moción de censura de Pedro Sánchez.
De las tres, la última es, sin lugar a dudas, la que más convence al Ejecutivo vasco por razones tanto puramente presupuestarias como políticas. Diversas fuentes gubernamentales consultadas coinciden en no dar por perdido, aún, el acuerdo con el PP, con cuyos dirigentes se reunió el miércoles el consejero de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, durante varias horas. La prolijidad de las explicaciones que recibieron Alonso y el parlamentario Antón Damborenea no es la única señal de que el Ejecutivo no ha tirado la toalla aún con los populares. «Que los jefes se reunieran un día antes también es muy significativo», apuntan estos medios, pese a la aparente ausencia de avances que deparó la 'minicumbre' en Sabin Etxea.
En el Gobierno creen que la negociación presupuestaria es una carrera de fondo que apenas está arrancando y, aunque reconocen la dificultad de recabar el apoyo del PP, confían en que la presión de determinados sectores económicos y empresariales pueda propiciar un cambio de posición. No obstante, en Ajuria Enea se ha asumido que las posibilidades son mínimas, entre otras cosas porque los populares ya no necesitan el respaldo del PNV en Madrid y porque, si vislumbran cualquier posibilidad de acuerdo del Gobierno con EH Bildu, preferirán ahondar en su discurso preelectoral, con el que acusan a los jeltzales de haberse echado en brazos de la izquierda abertzale en pos de la autodeterminación.
De hecho, el acuerdo de bases, netamente soberanista, alcanzado por las dos fuerzas nacionalistas actúa como telón de fondo de la negociación. Planea sobre cada oferta, cada declaración, y demuestra que, a siete meses de las municipales y forales, la cuestión de las Cuentas es, sobre todo, una cuestión política, con implicaciones estratégicas para todos los protagonistas, temerosos de dar un paso en falso.
La segunda opción, la de dejarse mecer por los cantos de sirena de Bildu, se ve como «arriesgada». La coalición abertzale insiste en que su voluntad de acuerdo es «real» pero se teme, y así lo admite en privado, que sea el propio lehendakari Urkullu el que ponga palos en las ruedas al pacto.
En realidad, la abierta disposición de EH Bildu, que también entabló negociaciones con el Gabinete PNV-PSE el año pasado pero sin tanto entusiasmo, obedece a la línea estratégica dibujada en los últimos meses, que pasa por reivindicarse como el inspirador de una nueva alianza «de país» entre las dos fuerzas mayoritarias y abertzales. Una apuesta decidida por convertirse en la izquierda institucional 'de facto' tras décadas funcionando al margen de las convenciones establecidas que la actual dirección parece dispuesta a explorar pese al abierto rechazo de poderes fácticos como el sindicato ELA.
223 millones más que el año pasado habrán recaudado las Haciendas vascas a finales de este ejercicio, 14.706 millones. Sin embargo, en el Gobierno insisten en que, pese al aumento de la recaudación, la posibilidad real de maniobrar en el Presupuesto es mínima, porque buena parte de los gastos se van en partidas plurianuales ya comprometidas o en el aumento del IPC en los sueldos de los funcionarios o la RGI. De ahí que no ven margen para grandes incrementos en gasto social, al que ya se destina un 67% del total, o en complementos de pensiones.
No obstante, lejos de recibir con los brazos abiertos la oferta, el PNV ha dejado claro ya que no se fía de EH Bildu porque, como subrayó la burukide vizcaína Itxaso Atutxa, al final «siempre inventa problemas» para echarse atrás. En realidad, el PNV no quiere, en vísperas de la cita con las urnas, lanzar mensajes confusos a su electorado que le alejen de la centralidad que tan pingües beneficios le ha reportado, al permitirle gobernar todas las principales instituciones vascas. En los cálculos de Urkullu está reeditar, ya con mayoría absoluta, la coalición con el PSE, convencido de que, como corroboran todas las encuestas, la sociedad vasca rechaza mayoritariamente aventuras soberanistas a la catalana. Y un acuerdo con Bildu, por más que se presente como una 'no negociación', marcaría la senda a seguir en otros asuntos de gran calado como, por ejemplo, la reforma de la RGI y daría idea de una alianza estratégica a rebufo del acuerdo forzado por Joseba Egibar en la ponencia de Autogobierno. «Con quien acuerdas los Presupuestos tienes que intentar acordar el resto de las cosas», admiten.
De ahí que, en privado, tanto la pata jeltzale como la socialista del Gobierno insistan en que, a la espera de recibir esta próxima semana los números de EH Bildu, es «prácticamente imposible» destinar a gasto social más de lo ya consignado, casi un 70% del Presupuesto. «El mejor socio siempre es el que menos te descuadra las Cuentas», apuntan, e incluso sugieren a EH Bildu que plantee en Madrid sus exigencias en materia de pensiones. Recelan además de que toda la izquierda abertzale en bloque esté a favor de la política de mano tendida escenificada estos días porque le complicaría sobremanera su discurso electoral. Así las cosas, no son pocos los que creen que una prórroga «aseada» sería, sin duda, el mal menor.
El PNV no las tiene todas consigo a la hora de valorar la oferta de EH Bildu de permitir la aprobación de los Presupuestos vascos con dos abstenciones. Mientras Joseba Egibar recordaba que la opción de la prórroga «siempre existe», lo dejó claro también el responsable del área Institucional del EBB, Koldo Mediavilla, que en un artículo colgado en su blog insistió en que «la música suena bien pero falta conocer la letra para poder dictaminar si la voluntad de aproximación es verdadera o, simplemente, como ha ocurrido en el pasado, se trata de un ardid para buscar contradicciones y fijar posiciones de cara a un rédito electoral».
Del PP opina el burukide que está «enrabietado» por la moción de censura que tumbó a Rajoy y que, aunque Alfonso Alonso quisiera negociar, el triunfo de Pablo Casado al frente de la organización nacional le deja poco margen. Sus palabras más duras son para Podemos Euskadi, a quien acusa de plantear exigencias fuera de la realidad. «Han convertido la política en un juego de rol. En populismo e irresponsable demagogia».
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