El boquete que deja Alfonso Gil en el Ayuntamiento de Bilbao
Cuando en 2015 Alfonso Gil entró en el gobierno municipal su mata de pelo era frondosa y apenas había canas en ella. Al Senado llegará, ... en términos capilares, muy cambiado. Es normal el desgaste. El segundo teniente de alcalde se ha pasado seis años de intensísima actividad sacando chispas a un área, la de Movilidad y Sostenibilidad, que podría haber sido una 'maría' si se hubiese limitado a gestionar Bilbobus y poco más. En lugar de eso ha puesto la ciudad patas arriba. Ha impulsado la implantación de los 30 kilómetros por hora en todo el término municipal, la electrificación del transporte público, el uso de las bicicletas, la extensión de peatonalizaciones... En fin, ha situado a Bilbao como referente de una transición en la que están casi todas las urbes del planeta como agentes vitales para frenar el cambio climático y fomentar la salud de sus habitantes.
Todo ello le ha reportado a la villa reconocimientos como el premio a la movilidad sostenible de la Comisión Europea. También ha ayudado en la proyección internacional la invención del SUM, un congreso en el que administraciones y expertos de medio mundo debaten y comparten experiencias sobre cómo construir ciudades más limpias.
El volantazo ha sido muy polémico, claro. Buena parte de la ciudadanía no está contenta con los límites al coche ni con el aumento de la movilidad ciclista. Tampoco con la zona de bajas emisiones que deja diseñada, ni con la extensión de la OTA que llegará en 2022. Pero ha logrado el respaldo de todos los grupos políticos con la aprobación del Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS). Ahí se ve otra de las constantes en estos años: el esfuerzo negociador, por tender puentes, en el que ha sido un activo relevante el carácter de Gil, bastante expansivo y con ánimo claro de llevarse bien con la mayor cantidad de gente posible. Puede decirse que, en general, cae simpático a buena parte de la corporación.
Dos mundos distintos
Pero, como es lógico, seis años en el gobierno municipal con estas dinámicas desgastan. Más aún siendo el socio minoritario del PNV de Juan Mari Aburto, de un carácter mucho más contenido. La coalición del agua y el aceite se ha desarrollado en lo público con escasas estridencias, aunque la convivencia ya acusaba cierto desgaste porque los perfiles son bastante asimétricos.
Así que la marcha de Gil era algo que se daba por descontado. Estaba asumido que no iba a ser candidato a la Alcaldía en las próximas elecciones municipales. Hay que tener en cuenta que lleva en el Ayuntamiento como concejal desde 2007, y sumar cuatro años más supondría alargar hasta las dos décadas su aventura municipal. Veinte años, en este caso, es mucho. De manera que la duda era si aguantaría hasta el final del presente mandato.
La respuesta, ayer se supo, es que no, y eso conlleva que se va generar un boquete grande en el equipo de gobierno. Pero, sobre todo, el abismo se abre en el PSE. Hay que tener en cuenta que Alfonso Gil no es sólo el portavoz y el líder de la formación, sino la encarnación misma de factótum en el socialismo bilbaíno. Bajo su batuta el partido ha pasado de cuarta a segunda fuerza política de la ciudad, con cinco concejales en estos momentos. La sucesión no parece fácil.
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