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El pabellón, situado en el polígono Torrelarragoiti de Zamudio, sufrió importantes daños materiales. FERNANDO GÓMEZ

Hoy hace diez años que una bomba de ETA quiso callarnos

Se cumplen 10 años del atentado contra la rotativa de EL CORREO, al que el periódico respondió con un «no nos callarán»

CARLOS BENITO

Viernes, 8 de junio 2018, 00:32

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A ETA no le gustaban algunos periodistas. «Su trabajo nos supone costes políticos», argumentaba un documento de la Koordinadora Abertzale Sozialista en 1995, cuando se abrió el debate interno sobre la posibilidad de atentar contra medios de comunicación. En una de esas disparatadas cadenas lógicas del terrorismo, aquel rechazo a la libertad de información les llevó a colocar una bomba en un pabellón donde trabajaban cincuenta empleados. Ocurrió el 8 de junio de 2008 en la rotativa de EL CORREO, situada en la localidad vizcaína de Zamudio, y los que estaban allí todavía se siguen asombrando de que no se registrase ni un solo herido.

«Eso es lo primero que se me viene a la cabeza, lo que podía haber sucedido. Podríamos estar llorando a alguien», plantea Álvaro Arribas, uno de los trabajadores que desempeñaban su tarea en la zona más afectada por el estallido. Eran las tres y cinco de la madrugada de un domingo, la jornada de mayor tirada para cualquier diario, y las instalaciones se encontraban en plena actividad, porque es la hora a la que acuden decenas de vehículos de reparto para iniciar la distribución de los ejemplares. Al producirse la explosión, que sacudió el edificio entero, los operarios más alejados de ese punto pensaron que se había caído una bobina de papel, uno de esos cilindros colosales de tonelada y medio de peso. «Hubo un estruendo y todo vibró. Estábamos en una plataforma metálica y aquello parecía un terremoto», relata otro de los operarios, Iñaki Frutos. La idea de la bomba parecía demasiado alejada de las rutinas laborales, la ropa azul de trabajo y las manos manchadas de tinta: «No se me había ocurrido ni por el forro que pudiesen atentar aquí. ¡Para eso habría hecho falta mucha imaginación!», comenta un tercer empleado, Luis Sainz, que tiene grabada en la memoria la estampa del jefe de la rotativa gritando «¡todos fuera, todos fuera!».

Autoridades de distintos partidos en la concentración de rechazo que se celebró en Bilbao. IGNACIO PÉREZ

A Álvaro la cosa le pilló más de cerca. Él era una de las cinco personas que trabajaban de continuo en la zona F-4 y F-5, justo donde los terroristas dejaron la bomba. Acababa de lavarse las manos y, un momento después, el lavabo reventó. «Recuerdo la luz del estallido, el fogonazo. Me empujó para atrás y sentí una vibración muy fuerte. Nos quedamos a oscuras, solo funcionaban las luces de emergencia, y todo se llenó de polvo. De pronto, no se escuchaba nada. Pensé que había explotado una máquina, la plegadora, pero al cabo de unos segundos me di cuenta de lo que había sido». El artefacto de cinco kilos de amonal, colocado en la parte trasera de la rotativa, había destrozado la pared y parte del tejado. Los cascotes habían salido volando hasta una distancia de treinta metros, incluso provocaron daños en algunos pabellones vecinos. Los trabajadores, angustiados por la posibilidad de que se produjesen nuevas explosiones, escaparon rápidamente al exterior. Allí se reunió Álvaro con los cuatro compañeros de su sección: estaban rebozados en polvo y con los ojos enrojecidos, pero vivos e ilesos, y lo celebraron con un abrazo.

Visita de los presidentes de EL CORREO y Vocento a los trabajadores.

ETA aspiraba a silenciar a los periodistas, pero ni siquiera consiguió que EL CORREO no saliese ese día. Las rotativas estuvieron paradas hasta las 5 horas y 8 minutos, mientras los artificieros de la Ertzainza revisaban las instalaciones. Dos de las máquinas, además, habían quedado dañadas por la explosión. Pero, a esa hora, se reanudó la actividad en mitad de la devastación: «Dijimos: 'Vamos a terminar, estamos aquí para trabajar'», resume llanamente Kepa Sainz, otro de los operarios de aquel turno de hace diez años. Llegaron a los quioscos 185.000 periódicos, de los que 60.000 ya incluían la noticia del atentado.

Las claves

  • 5 kilos de amonal tenía la bomba que ETA colocó en la rotativa.

  • 407.633 euros es la valoración de los daños causados por la explosión.

  • 15 años de cárcel fue la condena de Ibai Beobide, que puso la bomba.

Llamar asesino al asesino

«No nos callarán. La bomba no parará nuestra rotativa ni mucho menos pondrá mordaza a nuestra voz», aseguraba José Miguel Santamaría, que entonces era subdirector del periódico y hoy lo dirige. El analista político José Luis Zubizarreta dedicó estas palabras a los trabajadores del diario: «Desde que decidisteis llamar asesino al asesino, terrorista al terrorista y fanático al fanático, os convertisteis en objetivo preferente de la organización. El hecho causa, sin duda, inquietud, pero debería también llenaros de orgullo».

Concentración en Zamudio en repulsa del atentado. LUIS ÁNGEL GÓMEZ

La respuesta a la bomba fue una oleada masiva de solidaridad, en la que participaron autoridades, agentes sociales y periodistas de ideologías muy diversas. «ETA tiene miedo a conocer lo que piensa la sociedad», apuntó el Gobierno vasco, mientras el Ejecutivo central agradecía a los trabajadores del periódico su «defensa de la democracia». El Athletic Club condenó el «brutal atentado contra la libertad de expresión» e incontables ciudadanos, tanto conocidos como anónimos, hicieron llegar al periódico sus mensajes de apoyo. Aquella no era la primera vez que EL CORREO sufría el ataque de los terroristas. En mayo de 1977, un comando secuestró a Javier Ybarra y Bergé, presidente del periódico. Al cabo de un mes, se encontró su cadáver en el alto de Barazar, con un tiro en la cabeza. Con el nuevo siglo, se recrudeció la campaña contra el diario: en marzo de 2000, estalló un artefacto casero en la puerta del domicilio de los padres de un redactor jefe; tres meses después, un grupo de desconocidos arrojó varios cócteles molotov contra la delegación de Getxo; en julio, un explosivo provocó importantes daños en la sede del periódico en Vitoria; al año siguiente, fue la redacción en Bilbao la atacada con artefactos incendiarios. También en 2001, ETA asesinó al director financiero de 'El Diario Vasco', el durangués Santiago Oleaga, y en 2002 la Ertzaintza desactivó un paquete bomba contra Enrique de Ybarra, actual presidente de EL CORREO.

Cambio de portada a las seis de la mañana

Aquella madrugada del 8 de junio de 2008 fue una de las raras ocasiones en las que el propio periódico se convierte en noticia. Con las rotativas aún paradas, los redactores pusieron manos a la obra para incluir la información sobre el atentado en los ejemplares que quedaban por tirar, aunque no estaba claro si sería posible retomar la impresión. La portada de aquel día estaba dedicada originalmente a una entrevista con la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia , pero a las seis y cuarto de la mañana llegaron a la rotativa tres nuevas páginas, que se incluyeron en los 60.000 ejemplares tirados a partir de esa hora. Una de ellas era la portada, con el titular 'Bomba contra EL CORREO' y una foto de los destrozos. Otra incluía la información sobre lo ocurrido. Y en la tercera iba un nuevo editorial que servía también como respuesta a los terroristas: se titulaba 'No nos silenciarán'.

La bomba contra la rotativa produjo daños cercanos al medio millón de euros, pero tuvo el efecto colateral de fortalecer las convicciones que alentaban el periodismo de EL CORREO. El día 9 de junio de 2008, el editorial se titulaba 'Palabras contra bombas' y concluía así: «Los profesionales que trabajamos en este diario o en cualquiera de los medios de Vocento compartimos un firme compromiso, común al conjunto de la ciudadanía: contribuir a que el terrorismo deje de ser noticia. Y, aunque la amenaza continúe presente, nuestras páginas seguirán informando con el máximo rigor, el miedo no atenazará las crónicas que ofrezcamos, los editoriales expresarán con severidad el repudio a la extrema injusticia y quienes más sufren la lacra asesina, las víctimas del terrorismo, hallarán siempre un lugar donde expresar lo que han vivido, lo que sienten y lo que piensan con todas las palabras que les hagan falta».

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elcorreo Hoy hace diez años que una bomba de ETA quiso callarnos

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