El PNV, descolocado, guarda silencio
El acuerdo con Bildu para derogar la reforma laboral se fraguó a espaldas de los jeltzales, que buscan salvar la legislatura y su influencia
El PNV siempre ha sido muy consciente de la querencia de Pedro Sánchez por el funambulismo político, por el cortoplacismo extremo. En este caso, para ... ir logrando nuevas prórrogas del estado de alarma y llevarlo lo más lejos posible. Sabin Etxea tenía muy claro que el presidente del Gobierno se había embarcado en la siempre resbaladiza geometría variable con este propósito y estaba dispuesta a hacer la vista gorda con tal de no desestabilizar al Gobierno.
No especialmente cómodos con el acercamiento a Cs y la desintegración de la mayoría de la investidura, los jeltzales habían optado por el pragmatismo marca de la casa. «Nosotros, a lo nuestro», decían en vísperas de apoyar la quinta prórroga prácticamente a cambio de nada -la cogobernanza ya se había acordado en la anterior-, tras hacerse público el acuerdo de Moncloa con los naranjas. Los jeltzales siempre han tenido claro que la continuidad del Ejecutivo PSOE-Podemos y, por ende, de la legislatura más allá de enero de 2021 -la fecha en la que, por ley, sería ya posible convocar unas nuevas elecciones- era también el mejor salvoconducto para garantizar la influencia a medio plazo en Madrid de sus seis diputados.
Hasta que, como al propio Ejecutivo de coalición, le estalló ayer de manera inesperada la bomba política del acuerdo de PSOE y Unidas Podemos con EH Bildu para derogar la reforma laboral. Un «tremendo error de cálculo» de Pedro Sánchez y un «despropósito», como reconocen en privado los jeltzales, que no solo supone un desaire al PNV -su socio «más leal», como siempre se autodenomina- en puertas del 12-J, sino que tensa las costuras de la frágil alianza entre el presidente y Pablo Iglesias y, en suma, encarna lo que más temía Sabin Etxea, un torpedo en la línea de flotación de esta atípica legislatura atravesada por la más grave crisis de la historia reciente.
Así que, para no contribuir a acrecentar el ruido imperante, y para no jugar en un terreno embarrado en el que no tenía nada que ganar, el PNV optó ayer por guardar silencio. Por el apagón informativo. «Por responsabilidad», apuntaban también, en un momento delicado en el que el Covid-19 sigue siendo la principal amenaza. Callar, reconocían, para intentar salvar los muebles -sus acuerdos en curso con el Gobierno y la propia legislatura- y esperar a que el vodevil desgaste en todo caso a sus propios protagonistas y no a los jeltzales. En el PNV siempre han creído que una vez se celebren elecciones en Cataluña, ERC volvería al redil y la legislatura a su cauce. Pero también piensan que esta vez a Sánchez se le ha ido de las manos el tacticismo.
Ni el EBB ni el grupo parlamentario en Madrid emitieron la más mínima señal. Las cuentas de Twitter del partido enmudecieron. Sabin Etxea recibió decenas de peticiones de entrevistas y denegó todas. Solo la consejera Arantxa Tapia, en una intervención radiofónica, se limitó a felicitarse por la incorporación de Bildu al terreno de los «acuerdos» que antes desdeñaba y a pedir «aclaraciones» sobre el alcance de lo firmado que, según recordó, o se ha aplicado en parte o se ha votado ya en el Congreso.
El PSOE irrita a su socio «más leal» al pactar con Bildu los márgenes de endeudamiento en plena precampaña
Sin maniobras
De hecho, el PNV recuerda que ya rechazó la reforma laboral del PP en 2012 y que, en el caso -dudoso, visto lo visto- de que el pacto tuviera que aprobarse en la Cámara baja necesitaría igualmente los votos jeltzales. Pero lo cierto es que la jugada de Sánchez ha descolocado e irritado a partes iguales al PNV. Los jeltzales reconocen, como hizo ayer la propia Adriana Lastra, que el acuerdo se fraguó a sus espaldas, que no sabían nada y que cuando Sánchez prometió en la tribuna a Mertxe Aizpurua cumplir sus compromisos en materia laboral a cambio de la abstención de EH Bildu pudieron haber maniobrado para dar marcha atrás a su 'sí' y no lo hicieron.
El PNV asumía ayer que Sánchez, obsesionado con no perder la votación, dio carta blanca a Lastra para negociar en secreto la abstención de la coalición abertzale en los días precedentes solo para asegurarse de que le daban los números. Pero no calculó que el acuerdo llegaría cuando el apoyo de su grupo y de Cs lo hacía ya innecesario ni que permitiría a EH Bildu apuntarse un tanto que el PNV llevaba tiempo buscando, lograr que el Gobierno aceptase que Euskadi y Navarra marquen su propia senda de endeudamiento. Una cuestión que hasta ahora parecía reservada a los experimentados negociadores jeltzales. Así que no es descartable que de ahora en adelante el precio de su apoyo al Gobierno suba como la espuma. Ni que en las próximas hora den un golpe en la mesa para recordarle a Sánchez quién es su socio preferente.
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