PNV-PSOE, más desconfianza que nunca
La ley de educación, en Euskadi, y la de vivienda, en Madrid, han abierto una brecha inédita entre los socios, que, en contra de la costumbre, han aireado sus recelos
La semana que se acaba de cerrar ha sido pródiga en golpes de efecto. Gestos inéditos que, aun inscritos en la melé preelectoral, amenazan con ... dejar cicatriz en la relación entre el PNV y los socialistas, que, quizás por comparación con la tormentosa cohabitación con Podemos, pasaba por ser casi una balsa de aceite. Hace tiempo que esa placidez se acabó (ha habido choques por el centro de refugiados de Vitoria, los descuentos en el transporte, Osakidetza...) pero nunca como ahora se había traslucido tanto de puertas hacia fuera la «desconfianza» y el «nerviosismo» que ambos coinciden en atribuir al otro en privado. Aunque en público se esfuercen por aplicar árnica.
La nota de la ejecutiva del PSE-EE, el martes, para airear discrepancias de profundo calado en torno al proyecto de ley de educación que acababa de aprobar el Consejo de Gobierno; la comparecencia, el jueves, de Aitor Esteban con los herederos (peleados) de la antigua Convergència tras pasar de la abstención al 'no' en la ley de vivienda y, aunque con menor trascendencia política, la protesta de la jeltzale Ana Otadui por no haber sido informada de que la Casa de Juntas de Gernika iba a ser declarada 'lugar de memoria' han dejado un poso amargo en ambas partes. «Hace tiempo que no se les veía tan nerviosos», lamentan los socialistas sobre sus socios jeltzales. «Desde que Eneko Andueza asumió el liderazgo hay un tensionamiento permanente. Y eso se junta con el problema en Madrid», abundan en el PNV. Un 'problema' que se llama Pedro Sánchez y, sobre todo, su fructífera alianza con EH Bildu.
En ninguno de los dos casos son apreciaciones oficiales de las ejecutivas. Tanto en Sabin Etxea como en Alameda Rekalde esperan que las aguas vuelvan a su cauce, aunque, a diferencia de lo que venía sucediendo, ya no ocultan los recelos. El líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, ha confiado en que el blindaje de los modelos lingüísticos se pueda solventar «de la mano» del PNV. Pero, ojo, no ha descartado que, si los jeltzales utilizan la educación para avanzar en la «construcción nacional», puedan abandonar el barco. También ha aprovechado para opinar que a sus socios les «escuece» la primera ley de vivienda de ámbito nacional porque ataja «la especulación». En el EBB –conscientes de que el acuerdo global en diputaciones y ayuntamientos tiene altísimas probabilidades de reeditarse tras el 28-M– hacen un «balance positivo» del pacto por encima de los «dimes y diretes», aunque deslizan que los socialistas «se equivocan» si creen que «su rival electoral somos nosotros».
En realidad, la tensión se asoma a cotas desconocidas hasta ahora. La guerra de nervios que se vivió en las horas previas y posteriores a la aprobación el martes del proyecto de ley educativa habla por sí sola. Los hechos, contrastados en diferentes fuentes por este periódico, contradicen algunas de las explicaciones públicas. El lunes por la noche, la vicelehendakari Idoia Mendia traslada a Jokin Bildarratz algunas de las «matizaciones» de su partido al texto. El consejero llama a Andueza y ambos dan por zanjadas, en principio de forma satisfactoria, las discrepancias. El líder socialista recibe «garantías», aseguran en el lado jeltzale del Gobierno, de que sus reticencias serán solventadas. En la reunión del Consejo, tanto el titular de Educación, primero, como los consejeros del PSE, después, exponen los puntos que habría que limar vía enmiendas. El proyecto se presenta en público pero a las 13:28, apenas media hora después de concluir la rueda de prensa, el PSE lanza una bomba en forma de comunicado. Los jeltzales se sienten traicionados. «Esa nota no es improvisada», dicen. El lehendakari pide explicaciones a Mendia. A los socialistas no les queda otra que reconocer que su ejecutiva marca «grandes distancias». Eso sí, niegan la versión que dio el jueves el burukide Koldo Mediavilla, que aseguró que el partido no tenía «constancia» de las reservas del PSE. «Siempre les hemos trasladado los puntos de diferencia».
En Madrid, la situación no es mejor. El PNV reconoce su «decepción» con Sánchez, al que reprochan que dé aire a Bildu al pactar con ellos una ley que «no solucionará» el problema de la vivienda. La foto con Junts y PDeCAT ha dejado flotando en el ambiente una sensación inédita. De que, si Sánchez tiene ocasión de revalidar su mandato, las cosas con el PNV ya no serán como hasta ahora. El cambio de caballo no se contempla. «Mientras exista el cortafuegos de Vox no habrá alteraciones en los bloques», dicen los jeltzales. Aunque no las haya, nadie niega que algo se ha resquebrajado. Y que el ciclo electoral, que en Euskadi se alargará hasta las autonómicas de mediados de 2024, no ayudará a sellar la fractura.
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