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Corría el año 2022 cuando Pedro Sánchez aseguró que España nunca sufriría apagones de electricidad ni escenas apocalípticas, como presagiaban los «agoreros vaticinios de la ... derecha y la ultraderecha» a raíz de la guerra de Ucrania. El lunes la realidad se encargó de desmentirle. El fundido a negro comenzó poco después del mediodía y originó un caos sin precedentes: trenes detenidos, cancelaciones de vuelos, semáforos apagados, carreteras colapsadas, gente atrapada en los ascensores, en los andamios, en los vagones de metro, móviles sin cobertura y datáfonos inservibles, comercios y gasolineras cerrados, bancos y cajeros inoperativos y hospitales funcionando gracias a sus generadores de emergencia.
En un instante la vida se detuvo revelando nuestra dependencia de una fuente de energía cuya eficacia dimos por sentada, sin querer ni imaginar lo que pasaría si un día se produjera un fallo en Matrix. Y hete aquí que ese día llegó y el hogar inteligente, la empresa en la nube, el pago sin efectivo, el trabajo en remoto y el coche eléctrico… se convirtieron en algo inservible. Casi tanto como las vagas explicaciones del presidente cuando tuvo a bien comparecer, seis horas más tarde, para decirnos lo que ya sabíamos. Que se había ido la luz y que estaban trabajando en solucionarlo, instando a la ciudadanía a que se abstuviese de especular sobre las causas de lo ocurrido. Cuando de todos es sabido que no hay mejor caldo de cultivo para la proliferación de bulos y rumores que la falta de información o de confirmación oficial.
Cuando la red de suministro eléctrico colapsó, lo único urgente era conocer el motivo que lo había causado para saber a qué atenernos. Y el Gobierno guardó silencio, siguiendo lo que es un patrón recurrente en este Ejecutivo: priorizar el control del relato político sobre la transparencia. Solo cuando ya comenzaba a restablecerse el servicio en algunas zonas de España, apareció Sánchez en el marco que tanto le gusta: el del garante del orden público.
Mientras la ciudadanía buscaba pilas para sus viejos transistores y certezas para calmar sus ánimos, el presidente nos obsequiaba con una sucesión de frases huecas: «estamos analizando todas las hipótesis», «el suministro se restablecerá paulatinamente», «no queremos especular sobre las causas hasta estar seguros». Pero dar explicaciones a medias en medio de una crisis no es cautela: es una irresponsabilidad. Se trate de una avería en la red provocada por un ciberataque o por haber priorizado durante años el despliegue de energías renovables sin atender al mantenimiento y ampliación de la infraestructura ni resolver los problemas de interconexión, la población tiene derecho a saber lo que ocurre, por qué ocurre y qué puede esperar en tiempo real. Pedro Sánchez se tomó el suyo antes de decirnos que el 60% de la energía que estábamos consumiendo había desaparecido contraviniendo las leyes de la física. El problema es que, cuando uno gobierna, el tiempo ya no le pertenece. Es del país que espera, en la oscuridad, a que alguien encienda la luz.
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