Feijóo, del sueño andaluz a la confusión
Cuando todos los sondeos, menos el CIS, coinciden en que el PP ganará las elecciones del 23-J resulta comprensible que a Alberto Núñez Feijóo ... haya comenzado a entrarle un cierto hormigueo ante la perspectiva cierta de estar a un mes de alcanzar La Moncloa. Pero, claro, esas mismas encuestas dicen también que lo más probable es que para lograrlo deba pactar con Vox. Y esa no es, desde luego, una cuestión menor. Es lógico que el líder del PP intente no cometer errores. Y que siga soñando con que el 23-J le depare un resultado como el que logró el andaluz José Manuel Moreno Bonilla en su comunidad, que le permita gobernar en solitario. O si acaso con algún apoyo menor como el de Coalición Canaria o el los navarros de UPN. El problema para Feijóo es que sueños y objetivos deriven en confusión. Y eso le está ocurriendo desde que su barón valenciano pactó en dos horas con Vox gobernar en coalición la comunidad.
El líder del PP sabe que para ganar debe 'robar' al PSOE el máximo de votos posible, sin debilitarse por su flanco derecho. ¿Cómo se cuadra semejante círculo? Tratando de jugar con distintas barajas. Pactando aquí con Vox un Gobierno de coalición, llegando allá a un acuerdo de gobernabilidad y reclamando a los de Abascal su abstención en otras comunidades. La estrategia sería estupenda si la ultraderecha tragara. Pero no lo ha hecho. Si Feijóo acaricia La Moncloa, Abascal debe verse ya como el próximo vicepresidente del Gobierno de España. Y debe pensar que lo mejor para lograrlo es exigir a su antiguo partido entrar en todos los gobiernos autonómicos posibles. Ya está en Castilla y León, y Valencia. Siguientes objetivos: Baleares, Murcia y Extremadura.
Y ahí ha llegado el plante y la confusión. Feijóo aseguró el miércoles que no es lo mismo haber obtenido el 12% de los votos, que es lo que logró Vox en Valencia, donde sí ha habido pacto. Que quedarse en el 8% de Extremadura, comunidad en la que la presidenciable del PP se niega meter a la ultraderecha en su gabinete… por razones ideológicas. Según semejante lógica numérica, los conservadores debieran cogobernar con Vox en Baleares y en Murcia también dado que los de Abascal obtuvieron el 13% y el 18% de los votos. El apagafuegos oficial del PP para esta campaña, Borja Sémper, se esforzó en explicar ayer que la verdad de la buena es que su partido no está dispuesto a renunciar a sus principios para pactar. Un argumento potente si no fuera por los acuerdos de Castilla y León, Valencia y hasta 140 ayuntamientos.
Veremos cómo sortea Feijóo la situación. De momento, en su partido se empiezan a dibujar hasta tres sectores en lo que se refiere a las relaciones con Vox: de la negativa a los gobiernos de coalición de Moreno Bonilla y la extremeña Guardiola, al titubeante Feijóo, hasta los brazos abiertos que ayer reiteró la madrileña Ayuso. ¿Y Sánchez? Pues desmontando él mismo el sanchismo, desmarcándose de Podemos, de ERC y de EH Bildu de emisora en emisora, a la espera de que algún debate con Feijóo le permita voltear la situación.
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