El año en que todo se aceleró
Análisis ·
El 'ayusazo' del 4-M de 2021 marcó el ascenso de la política española a una montaña rusa en la que sigue encaramada pero hay signos claros de que el país demanda estabilidad y sosiegoEl 4 de mayo de 2021, hace ahora un año, quedó oficialmente inaugurado el ayusismo como marca transversal por encima del PP. No en vano, ... se habla estos días con inequívoca soltura de 'hacerse un ayuso' para resumir el sueño dorado de Juanma Moreno y de Alberto Núñez Feijóo, sumar en solitario más que toda la izquierda junta para así poder gobernar con holgura monocolor sin depender de Vox y hacer que la alianza de Mañueco y García-Gallardo en Castilla y León parezca un accidente, o más bien el último accidente del casadismo.
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La presidenta madrileña entró por derecho propio en la galería de líderes que marcan época y su histórico triunfo en las urnas -el 'ayusazo', otro término que llegó para quedarse- marcó el inicio de un tiempo vertiginoso en el que los acontecimientos se han sucedido a tal velocidad que lo que un día es noticia en apenas una semana puede haber quedado arrumbado en el olvido o incluso serlo en sentido contrario. Un tiempo que desmiente categóricamente a Max Weber cuando sostenía que «la política es un lento golpear en un duro madero». En el último año, al que sirvió de prólogo el sainete de la moción de censura en Murcia que acabaría desencadenándolo todo (sí, ahí también estaba Bolaños), ha sido más bien una sucesión de explosiones de cartuchos de dinamita que han hecho saltar por los aires liderazgos tan pomposos y efímeros como las burbujas del cava.
De los principales líderes que se presentaron a las últimas generales solo Pedro Sánchez y Santiago Abascal sobrevivirán políticamente en las próximas. Pablo Iglesias se cortó la coleta (literal, con exclusiva y posado incluidos) precisamente tras su debacle en las urnas madrileñas, a las que concurrió en plan cortafuegos «antifascista» tras abandonar la vicepresidencia del Gobierno y logró lo que, visto lo visto, ansiaba: seguir maquinando en la sombra pero desde la cómoda posición del 'enfant terrible' y tertuliano. La centrifugadora madrileña ha logrado incluso que la candidata que él designó como gran esperanza blanca del espacio a la izquierda de Sánchez, Yolanda Díaz, mantenga una distancia casi quirúrgica con Podemos y haya desatado las especulaciones de sus rivales. «Acabará en el PSOE», se malician. Albert Rivera fue despedido del bufete que le contrató y engullido por la trituradora política que amenaza igualmente con tragarse para siempre a Ciudadanos.
De los candidatos en las últimas generales solo Sánchez y Abascal 'sobreviven'
Pero el ejemplo más palmario es la crisis que se llevó por delante a Casado y a su escudero Teodoro García Egea precisamente por subestimar a Ayuso y a su todopoderoso jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez (MAR) y pretender cerrarle el paso a la presidencia regional del partido. Aquello sucedió en torno al 23-F y se interpretó como un harakiri público tan bestial -acusaciones de tráfico de influencias, corrupción, deslealtad, traiciones..., una carnicería- que llegó a cuestionarse incluso la viabilidad del PP como alternativa. Se anticipaba una debacle de la derecha tradicional como la que ha barrido del mapa a republicanos y socialistas en Francia. Vox se frotaba las manos.
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Apenas dos meses y medio después, es Sánchez quien está en la cuerda floja, más solo que nunca, saboteado por sus socios desde dentro del Consejo de Ministros, abandonado por sus aliados en el soberanismo catalán y salvado por la campana por el bloque vasco, aunque cada vez con más arqueo de cejas y carraspeos nerviosos. El escándalo del espionaje y, sobre todo, su torpe manejo por la 'war room' de Moncloa ha colocado al presidente a los pies de los caballos, en concreto de uno alado de nombre Pegasus.
Es la última sacudida de la montaña rusa a la que vive encaramada la política española, aunque los más avezados parecen estar interiorizando el mensaje de que la sociedad demanda estabilidad y sosiego. El PNV, hábil olfateador de tendencias, no habla del nuevo estatus ni en el Aberri Eguna, y deja caer al PP que, si no va con Abascal, podrá contar con ellos. Y Ayuso, tabernaria y pandillera, se cuelga hábilmente del brazo de Feijóo, el líder favorito de los españoles para que les gestione sus ahorros -de Urkullu siempre se ha dicho que los electores le comprarían sin dudar un coche usado- para aprovechar las sinergias internas en lugar de dilapidarlas por celos políticos. Hay indicios de desaceleración en plena taquicardia.
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