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El palacio blanco del amor

El edificio que Federico Guillermo II mandó construir en Peacock Island (Berlín) para los encuentros con su amante acaba de reabrir y forma parte del Patrimonio de la Humanidad

Jueves, 5 de junio 2025, 19:34

Dicen que es un lugar perfecto para los enamorados, por su castillo blanco, digno de cuento. Y por los pavos reales que se pasean tranquilos a lo largo del extenso parque verde que da color al conjunto. Sobre todo ahora que el palacio de Peacock Island reabre sus puertas desde el 25 de mayo, tras una remodelación que lo ha dejado aún más níveo. Muchas parejas berlinesas adoran pasar por la zona, también familias con niños, quienes sueñan junto al edificio con caballeros y damas, hadas y duendes. Además, dicen que el palacio se construyó como nidito de amor para un rey y su amante, lo que suma cotilleo.

El islote situado en el río Havel estuvo habitado desde hace miles de años, lo certifican descubrimientos arqueológicos como brazaletes de la Edad del Hierro y espirales de bronce para el cabello. Más avanzado el mundo, en el siglo XVII, el vidriero Johannes Kunckel decidió convertirse en huésped del lugar. Allí experimentaba con alquimia y fuego, dentro de una cristalería. Pero la fábrica de vidrio prendió un mal día y su patrón murió, lo que condujo a la ruina y la deshonra para Kunckel.

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Cien años debió sufrir en soledad, abandonada y olvidada por todos, hasta que Federico Guillermo II la redescubrió. Él era un joven príncipe heredero, y decidió quedar en la isla con su amante Wilhelmine Enke, quien más tarde se convertiría en condesa de Lichtenau. Lejos de la mirada de todos, iniciaron la leyenda que habla de amor e incita a acercarse a las parejas. Él ordenó construir en la isla un palacete de verano al modo 'romántico que se cae' o 'romántico en ruinas', que gustaba mucho en la época, de ahí que los muros no sean de mármol, sino de madera pintada. También pidió el enamorado dos torres redondas, conectadas por puente de hierro forjado. Y sumó el Jardín Nuevo.

Ya tenía el exterior listo, faltaba ahora el interior que podrá visitar el viajero gracias a la renovación. Esa labor se la cedió a ella, para que eligiera lo que le gustara y tenerla contenta. Y, manos a la obra, introdujo muebles eclécticos, pero de calidad excepcional.

Esposas y amante

Un poco de cotilleo. Berlinés de nacimiento, Federico Guillermo II se casó primero con Isabel Cristina, hija de Carlos I de Brunswick-Wolfenbüttel, pero el matrimonio fue disuelto en 1769. Ese mismo año contrajo matrimonio con Federica Luisa, hija del landgrave Luis IX de Hesse-Darmstadt. Aunque dicen que en realidad era su amante Guillermina quien ejercía una poderosa influencia sobre el monarca. Cuentan que era bien parecido, y una cara bonita unida al dinero y el poder nunca dejan indiferente a nadie. También aseguran que contaba con un brillante intelecto y es sabido que amaba las artes, de las que se sentía patrón, por eso ayudó a Beethoven y a Mozart, y su orquesta privada se hizo famosa en toda Europa.

El ferri acerca al visitante a Peacock Island. Adobe Stock

Ya fallecida la pareja, el resto de gobernantes prusianos no vieron la gracia al resultado general del castillo. La reina Luisa se quejó de las delgadas paredes y optó por el Palacio Paretz. Pero el inmueble sobrevivió sin heridas incluso a la Segunda Guerra Mundial y ahí sigue, sin ganas de caer.

Peacock Island, traducida como la Isla del Pavo Real, forma parte del listado de Patrimonio Mundial de la Unesco junto al Palacio Glienicke y el paisaje palaciego de Potsdam. Su flora y fauna están protegidas. Para acceder a ella desde el centro de Berlín, lo mejor es el S-Bahn, después, desde la estación de tren de Wannsee el autobús y más tarde el ferri que cuesta 8 euros. El novelista y poeta Theodor Fontane describió el islote con estas palabras: «Una imagen de mi infancia surge ante mí como un cuento de hadas: un castillo, pavos reales sentados en una percha alta o dando volteretas, fuentes, prados sombreados, caminos sinuosos que conducían a todas partes y a ninguna…».

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