El castillo danés de Hamlet
La ciudad de Elsinor espera junto al mar, orgullosa de contar con una fortaleza de fama literaria gracias a Shakespeare, declarada Patrimonio de la Humanidad
Nosotros lo llamamos Elsinor, pero los daneses lo denominan Helsingør. Dos nombres distintos para un mismo destino a solo 50 kilómetros al norte de Copenhague. Punto de referencia de la región norteña de la isla de Selanda, las más grande de Dinamarca, su valor histórico resulta innegable y el literario unirá para siempre su castillo de Kronborg con el Hamlet de William Shakespeare. No se sabe con certeza si el escritor visitó el enclave, pero debió escuchar rumores sobre el estilo decadente de su corte e imaginó el frío reinante en la fortaleza antaño, un aire que allí «muerde con filo», como escribiría en su inolvidable obra.
Regada por el mar, veinte minutos en ferry por el estrecho de Øresund la separan de su vecina sueca Helsingborg, por si apetece ampliar la visita. Fue en el siglo XV cuando Erico de Pomerania decidió levantar allí una fortaleza a orillas del Báltico e imponer un pago marítimo para los navíos que pretendieran atravesar el estrecho. La medida se tradujo en bonanza económica. A finales del XVI, Federico II convertiría el castillo en residencia real, ornamentándolo según el gusto renacentista y fortaleciendo sus defensas.
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Cuándo Finales junio-agosto
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Trayecto 2.30 horas
La agitación formaría siempre parte de su existencia, pues en 1629 un incendio lo redujo casi a cenizas. Solo la estructura logró mantenerlo en pie y se salvó, intacta de milagro, la capilla. Tras esta fatalidad, Cristián IV ordenaría restaurar el inmueble. Lo lograron en seis años, alargando además sus torres. Pero ese mismo siglo, en 1658, tropas suecas decidieron acabar con el respiro y lo conquistaron, llevándose sus tesoros artísticos. Tras recuperar la plaza, procuraron aumentar su capacidad de rechazo al enemigo añadiendo la línea 'crownwork' defensa, con forma de corona.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es visitable. Dicen que su suntuoso salón de baile, con 62 metros, fue el más extenso del norte de Europa. El destino lúdico del castillo acabaría años después, cuando decidieron transformarlo en prisión y caserna militar desde el siglo XVIII. Entre sus muros, justo en el sótano, el recién llegado contemplará la figura de Ogier el Danés, un mito al que el país rinde culto y que espera dormido, pero atento en sueños por si Dinamarca necesitara sus armas.

Curiosamente, la primera aparición del personaje se retrotrae a un poema épico francés escrito del X, el 'Cantar de Roldán'. La leyenda engordaría entre el XII y el XIII de la mano de otra narración, 'La Chevalerie Ogier de Danemarche' (El caballero Ogier de Dinamarca). Incluso el autor nacional Hans Christian Andersen escribiría un cuento sobre él en 1845. Lo esencial para enardecer el orgullo patrio es que se trata de un tipo grande y fuerte que lucha con escudo adornado por los colores de Dinamarca y luce una espada de nombre Curtana, proveniente del mismo acero que Joyosa, la de Carlomagno, y Durandarte, la de Roldán.

Conocido el edificio y su historia, toca paseo por la ciudad, ese andar tranquilo a través de la zona portuaria donde el turista encontrará la estatua de Han, el sirenito. Llamará la atención que en muchas tiendas, especialmente las cercanas al puerto y al ferrocarril, vendan alcohol. Durante años los suecos pasaban de su país a este para comprar bebida debido a los altos impuestos en casa. Los días que el sol pierde su timidez, muchos se acercan a disfrutar de las terrazas en la plaza de Axeltorvet o a recorrer la avenida comercial de Stengade.
Como se trata de un destino no muy grande, puede servir de base para conocer, a solo 30 kilómetros, la ciudad de Hillerød y su espectacular Castillo de Frederiksborg. O para cruzar a la sueca de Helsingborg y acercarse hasta la Kärnan, torre que suma más de 600 años y 34 metros de alto. Domina desde una colina una preciosa panomámica sobre la costa danesa.
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