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El Alentejo portugués, histórica región llena de tradiciones y costumbres

El Alentejo portugués, histórica región llena de tradiciones y costumbres

Esta pintoresca comarca limítrofe con Extremadura y Andalucía mezcla la inmensa llanura con encantadores pueblos y ciudades

Álvaro Romero

Jueves, 25 de abril 2019, 11:49

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La comarca del Alentejo ocupa parte del centro y el sur del vecino país de Portugal. De pintoresca factura hace frontera con las comunidades autónomas de Extremadura y Andalucía, llegando hasta el litoral marcado por el océano Atlántico y escoltado por el Algarve, al sur, y el cauce del río Tajo, al norte.

El paisaje se presenta dominado por la inmensa llanura donde se combina el habitual clima cálido y soleado con un ritmo de vida tranquilo, ideal para turistas y locales. Así es el Alentejo, una región que a su vez protege una costa repleta de rincones sorprendentes y playas vírgenes casi inexploradas. Abrigadas entre escarpas, muchas de ellas resultan ideales para la práctica del surf.

Las huellas de la historia, siempre presentes, dejaron a su paso monumentales ciudades, pueblecitos mágicos y robustas fortificaciones que evocan antiguas luchas y batallas. Aún se conservan rastros de la influencia árabe en la zona entre los ordenados olivares. El Alentejo es también un lugar para divertirse. La llanura se ofrece para paseos a pie, en bicicleta o a caballo, en busca de disfrutar del paisaje, avistar aves o disfrutar de las espectaculares vistas que regalan sus miradores, repartidos por todo el territorio.

Évora.
Évora.

Elvas y Évora

Catalogadas como Patrimonio Mundial por la UNESCO, las ciudades de Elvas y Évora resumen todas las virtudes de este peculiar territorio. Tierra marcada por el paso del tiempo y la tenacidad de sus gentes que cuidan y miman cada rincón acogiendo al visitante siempre con los brazos abiertos.

La primera de ellas, Elvas, recibe al turista por todo lo alto, dándole la bienvenida a la ciudad con un grandioso acueducto de siete kilómetros y 843 arcos. Pero, si por algo destaca esta urbe es sin duda por sus fortificaciones, consideradas Patrimonio de la Humanidad. El cuidado conjunto militar está formado por murallas islámicas y medievales, y por el cinturón de piedra del siglo XVII.

En el corazón de Elvas, la zona del castillo es la parte más antigua y vistosa de la ciudad. De ahí hasta la plaza de la República, en la que se encuentra la antigua catedral, ahora iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. El entramado de callejuelas que discurren en toda esa zona conforma un bonito conjunto perfecto para recorrer a pie y adentrarse en la cultura y la historia del país luso.

La segunda, Évora, cautiva con sus calles estrechas y sus casas blancas, un conjunto urbano levantado entre los siglos XVI y XVIII. Recorrerla a pie es la mejor opción para descubrir sus rincones más hermosos, monumentos y detalles que revelan su importante historia y la riqueza patrimonial que alberga. Un ambiente tranquilo y acogedor se hace fuerte en el ambiente y que cautivó a la realeza lusa que se asentó allí durante siglos.

La plaza de Giraldo es el eje sobre el que discurre el casco antiguo, un punto de encuentro a rebosar de cafés, terrazas y tiendas. En uno de los extremos se encuentra la Iglesia de San Antonio, punto turístico de interés junto con otros muchos como: el templo y las termas romanas, las murallas medievales, la catedral, la iglesia de la Gracia y la de San Francisco, entre otros.

Marvao.
Marvao.

Completando la ruta

Recorriendo el Alentejo se descubren espectaculares estampas y localidades llenas de encanto. Algunas como Portoalegre o Beja aún guardan recuerdos del pasado. Esta última sirvió de escenario en cruentas batallas por la defensa del territorio portugués, su castillo y la torre del Homenaje revelan el carácter militar de la ciudad. Posición estratégica ocupa Portoalegre, convirtiéndose también en pieza clave para la defensa de la nación vecina. Caminar entre sus calles es un retorno al pasado y todo un placer para el viajero.

En toda buena ruta que se precie no pueden faltar los pequeños pueblecitos que enseñan el verdadero día a día del interior del país, aquellos donde aún se conservan las costumbres y tradiciones de antaño que han ido pasando de generación en generación y aquellos, también, donde los ancianos pasan las horas charlando en plazas o descansando en sus quicios. El Portugal rural está lleno de encantos, de silencios y de pureza.

Marvao es claro ejemplo de ello, se alza sobre un altozano dominando el horizonte y toda la campiña contigua, hasta donde alcanza la vista. Pese a su posición, casi inexpugnable, se construyeron murallas y un castillo. Dentro de los muros se deja ver un bonito conjunto de arquitectura popular alentejana. Ente sus estrechas calles se descubren arcos góticos, ventanas manuelinas, balcones de hierro forjado embelleciendo las casas y otros detalles de interés en rincones caracterizados por el granito local.

Del mismo corte se presentan Castelo Vide, de aspecto andaluz con casas encaladas y llenas de flores; y Mértola, que con semblante medieval parece desafiar el cauce del Guadiana, asomándose desde la altura. En sus alrededores se cultivan ordenados viñedos que decoran la llanura, paisajes que merece la pena inmortalizar, todo un caramelo para los amantes de la fotografía.

La alfarería es una de las tradiciones más arraigadas y que además aún se mantienen en la zona, la mejor manera de descubrir cómo se trabaja es visitando Corval, el lugar perfecto para ver en directo este antiguo oficio y visitar alguno de los talleres, hay decenas de ellos repartidos por el pueblo.

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