El castillo más grande del mundo dentro de una cueva y un pez humano único en otra comparten país
Un vuelo directo conectará Bilbao con la tierra que acoge la primera cavidad del planeta con un ferrocarril en su interior
Los habitantes medievales de Eslovenia, mucho más crédulos que los contemporáneos en asuntos de leyendas, se encomendaba al Altísimo cada vez que las crecidas del río Pivka arrastraban en sus aguas animales de raro aspecto que ellos, entendían, formaban parte de la camada de algún dragón. Surgían desde las rocas calcáreas de la Cueva de Postojna, cavidad que para aquellas gentes inclinadas a creer en lo increíble concretaba una entrada al infierno como la que su vecino italiano, Dante Alighieri, retrataría en su «Divina comedia» tras una visita a la zona.
La ciencia aclaró años más tarde que aquella cría de escupefuegos no era más que un animal amante de la oscuridad que ha perdido el pigmento, de resistencia probada pues es capaz de sobrevivir diez sin comida. Un bicho de nombre oficial Proteus anguinus al que se conoce como 'pez humano', mencionado por Charles Darwin como ejemplo de evolución. Él es la estrella de la fiesta que supone acceder a la espectacular cueva en la que, aunque parezca que no vive nada ni nadie, se desarrollan más de 150 especies de animales, sin contar el millón de turistas que acuden a visitarla cada año.

Algo tiene subir a un trenecito que conecta con la niña que fuiste. Predispone a disfrutar el breve viaje, no tan corto allí dentro, donde el acceso hasta la parte transitable de la cueva se prolonga primero a lo largo de 3,7 kilómetros en un transporte eléctrico de ese tipo. A través de un túnel en la roca, atravesando diversas salas de los 24 kilómetros que mide, una alternativa mejor al tren de la bruja. Sin escobazos ni sustos, con la sensación de vivir una aventura imposible en otro lugar del mundo.
Quedarán 1,3 caminando entre estalactitas y estalagmitas, observando con asombro sábanas tejidas gota a gota a lo largo de los siglos, columnas naturales creadas por la fusión entre el agua que cayó de arriba y la que se fue acumulando abajo, figuras níveas en las que parecen esculpidos leones, Torres de Pisa y espaguetis. Gracias también a la acción de un paciente minero, el Pivka, cuyo fluir dejó al mundo una formación sobrecogedora, una Moria que los enanos de J.R. Tolkien adorarían.

Eslovenia suma más de 14.000 cuevas registradas, aunque cada año aumenta la cifra. El país es como un queso Gruyere de subsuelo kárstico que abarca el 43% de su extensión. Algunas de ellas son visitables, otras aptas solo para espeleólogos. Esta, abierta desde 1819 para pasear al emperador Francisco I de Austria, es la más buscada. En la misma región de Kras es posible asistir a otros milagros, apariciones y desapariciones de lagos llegados con las lluvias cuando el agua rebosa las cavidades, esfumados tras el cálido influjo del sol. Un vuelo directo a la capital partirá desde Bilbao para conocer este sorprendente país el 11 de agosto, otro lo hará de Pamplona el 15 de septiembre. Ambos de la mano de Soltour que, por cierto, celebra este año 50 de referencia en el sector turístico. El turoperador propone varios circuitos diferentes e incorpora una nueva ventaja, descuento en los parkings de ambos aeropuertos.

Mucho 'love'
«Eslovenia es el único país que lleva la palabra amor en el nombre, tenemos mucho y lo repartimos», comenta con una sonrisa el guía, Jurÿ Premk. No nos hemos puesto a revisar todos los nombres del planeta para verificar tal afirmación, pero como eslogan parece bueno. Casa, además, con la amabilidad de un pueblo amante de la naturaleza. Porque los escasos 20.273 kilómetros que ocupa en el mapa de Europa están llenos de verde, de Alpes Julianos a los que Julio César puso nombre; bosques repletos de hierbas que convierten en licores e infusiones (es el tercer país más boscoso de Europa); y una ventana al mar Adriático, sus adorados 46 kilómetros de costa. De ahí que muestre orgulloso espacios protegidos, y de ahí que a sus pobladores les encanten las caminatas, los deportes y la vida sana.

El Lago de Bled, situado en el margen del Parque Nacional Triglav, es una de esas perlas de la naturaleza. Lo curioso es que el doctor suizo Arnold Rikli, pionero de la naturopatía, impulsó el turismo en la zona gracias a sus terapias. Un islote dentro del agua, el único natural del país, y un imponente castillo, el más antiguo de estas tierras, perfeccionan la postal. El edificio clava sus uñas a la roca desde el siglo XI, aferrado a un promontorio del que no piensa descolgarse, a 130 metros de altura. Nominado como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, Bled regala fuentes termales, vistas que enamoran y un camino alrededor del agua donde los aficionados a correr cargan energía y los andarines siguen sus deportivas a velocidad de crucero.

«Carniola no tiene un escenario más bonito que este: es verdaderamente el gemelo del cielo», escribió el poeta esloveno France Prešeren, y sus palabras no mienten, pues a las nubes y al sol les gusta ver sus rostros reflejados en el lago mientras los 'pletna', barcos tradicionales que recuerdan a góndolas, conducidos desde el siglo XVI, cruzan hasta la isla impulsados por brazos masculinos siempre, aunque lleven nombre de mujer. En el islote podrás probar el 'potica', dulce esloveno tradicional que compite en adeptos con otro de los más buscados, el pastel de crema de Bled, tan pretendido que si todos los de este tipo originales del lugar se pusieran en fila, se formaría una de 1.085 dulcísimos kilómetros hasta Pompeya.

Solo 29 kilómetros separan el Lago de Bled del Lago Bohinj, ambos de origen glaciar. Muy cerca del último, un teleférico asciende desde la estación de Zlatorog hasta el Monte Vogel para admirar las vistas. Arriba, incluso en primavera la nieve siembra el suelo y la vegetación adquiere tonos marrones, porque el astro rey aún no la ha calentado lo suficiente, mientras abajo tintes verdes alfombran el mundo rendidos al ascenso de los grados.
La ciudad de los dragones
Un país hermoso merece una capital bonita, y Liubliana cumple las expectativas. Edificios clasicistas y barrocos se alternan con otros art nouveau. No uno ni dos, sino tres puentes juntos superan el río Ljubljanica junto a la Plaza Prešeren, donde late la ciudad. Conocido como «el río de los siete nombres», a lo largo de su recorrido se convierte en varios arroyos kársticos con denominaciones distintas, ya que creían que se trataba de diversos caudales.

«En el siglo XIX se prohibió la lengua eslovena porque el imperio austríaco la consideraba menor», explica el cicerone junto a la estatua dedicada al poeta que da nombre a este espacio. «Dicen que se enamoró de una joven de dieciséis años noble. La relación era imposible, él no pertenecía a su clase, pero colocaron la estatua frente a la ventana de la adolescente para que se vieran toda la eternidad, aunque en realidad él mira a otro lado, a todas las chicas que pasan por la plaza, parece que tenía mucho amor para repartir», comenta con sorna.

En Liubliana hay que caminar tranquilamente por el caso antiguo, fijarse en las fachadas, atravesar el Puente de los Dragones. Por sus calles de cuento volverás a creer en las hadas y recuperarás el alma infantil desperezada tras el viaje en trenecito. Podrá el turista familiarizarse con el nombre de Jože Plečnik, el arquitecto que firma varias de esas construcciones. Comprar en los pequeños comercios: en 'Rogaska', por ejemplo, donde futuros matrimonios adquieren objetos de vidrio para estamparlos en su bodas, tradición de la zona; o en 'Klobasarna', donde elaboran las salchichas más típicas. Podrá también observar el Palacio del Obispo, que en su primer piso acoge una biblioteca, pero en el sótano alberga el mercado central, por lo que los lectores olfatean la comida. Tomar una cerveza artesana junto al río de noche, cuando una sucesión de bombillas pone colorido y luz ambiente. Fijarse en las máquinas expendedoras de leche que evitan intermediarios, o en las de salchichas o huevos, que copiaron el exitoso procedimiento. Reservar mesa en el restaurante 'JAZ' de Ana Roš, cocinera con tres estrellas Michelin. Y subir en funicular al castillo que vigila desde lo alto de la loma.

El caballero bandido
Hablando de castillos, impresiona visitar el de Predjama, encajonado en la roca, muy cerca de la Cueva de Postojna. Se trata del más grande del mundo dentro de una cueva, sobre pared rocosa de 123 metros. Comparte espacio con ella desde hace 800 años y al verlo no extraña que haya servido como escenario de películas. Allí vivió, en el siglo XV, Erasmo de Predjama, el 'caballero bandido'. Resistió al asedio austríaco durante un año.
Cuenta la leyenda que no quería pagar los impuestos, así que enviaron a un ejército para asediarlo, pero no sabían que la cavidad gozaba de puerta trasera, una salida al valle que conecta Eslovenia con Italia, de ahí que nunca faltaran víveres. Tonto no era, los austríacos tampoco. Pagaron a un sirviente que prendió una vela, iluminándole cuando... ¡estaba en el baño!, y lo mataron de un cañonazo, un final algo deslucido para esta historia heroica al estilo Lazarillo de Tormes. «Dicen que su amante le enterró en la capilla cercana y plantó un tilo que lleva allí desde entonces», añade Jurÿ para recobrar un toque de romanticismo tras la escena del retrete.

Precisamente Italia, en concreto Venecia, ha imprimido su influencia en la historia. Tras la primera guerra mundial, una porción de Eslovenia, incluida la ciudad de Gorizia y parte de la región de Istria, fue anexionada a sus vecinos. El fin de la segunda guerra mundial supuso la devolución de la zona a Yugoslavia, de la que el país, ahora independiente, formaba parte. «Hasta la llegada de los venecianos, Koper, también llamada Capodistria, era una isla rodeada de salinas. Quedan algunas como área protegida para la vida salvaje, y todavía se produce algo de sal a mano», comenta Premk. Estamos en la antigua capital de Istria, en esa ventana al Adriático de la que hablábamos al principio. Aquí, la influencia veneciana es obvia.

El gótico Palacio Pretoriano muestra en su fachada del siglo XV el león de Venecia, y ya se sabe que si el libro que protege está abierto, quiere decir que el edificio se levantó en periodo de paz. Este se encuentra cerrado. En los mástiles ondea la bandera con un sol radiante, transformación mágica desde la Medusa primigenia para evitar la vehemencia de su melena de serpientes. Las campanas que repican en la Catedral de la Asunción son las más antiguas de Europa aún activas, fundidas en 1333. Y la Fontana da Ponte, junto a las antiguas puertas de la ciudad, recordará al Puente de Rialto.

Ambiente mediterráneo
El paisaje ha mudado, el mar abre paso a una flora mediterránea, a olivos y vides. Conocer almazaras como la de Lisjak en el pueblo Istrio Krkavče, la familiar más grande de Eslovenia, forma parte de los encantos de esta zona. Con ellos, podrás pasear por los viejos olivares, a pie y a bordo de vehículos vintage muy 'flower power'. Cerca brilla como destino turístico de playa Portoroz. Dista solo 3 kilómetros de la inolvidable Piran, lengua de tierra asomada al mar, crecida sobre un casco viejo apretado.

La Plaza Tartini bulle alegre, casi cantarina. Dedicada a uno de los mayores virtuosos del violín del siglo XVII, acoge su casa y una leyenda. Dicen que el músico reclamó en sueños al diablo y este le pidió que tocara; pero el demonio aseguró que podía hacerlo mejor y se arrancó con la pieza que Giusseppe escribiría ya despierto, 'El Trino del Diablo'. Vencía así a un Lucifer perdido por su orgullo. Bajo la casa veneciana de precioso balcón que hace esquina, abre sus puertas la tienda 'Piranske Soline', donde adquirir su famoso chocolate con sal.
Arriba, la Iglesia de San Jorge luce torre copiada al campanile de la Basílica de San Marcos en Venecia. Tras destruirse la original en 1902 debido a una hendidura en la paredes, los expertos acudieron a medir esta para hacer una copia de la copia. El ángel situado sobre la torre gira según el viento, por eso las mujeres dicen que es el único hombre que nunca miente. Tampoco mentimos al asegurar que Eslovenia enamora por su naturaleza, su historia y la invitación a relajarse junto al mar. A unas vacaciones repletas de amor, mediadas de 'love', como su nombre.
Datos prácticos
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Vuelo directo desde Bilbao: 11 agosto
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Vuelo directo desde Pamplona: 15 septiembre
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Información: www.soltour.com
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Dónde dormir: Hotel Grand Plaza (Liubliana). Hotel Park Bled (Bled). Hotel Slovenija (Portoz)
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