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Un paseo por los campos de lavanda

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Un paseo por los campos de lavanda Sergio García

La Provenza está en Guadalajara

Los campos de lavanda que envuelven Brihuega son un espectáculo para los sentidos, un festival de color que se ha prolongado durante todo el mes de julio y que concluye ahora con la siega del arbusto aromático

sergio garcía

Viernes, 31 de julio 2020

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Si Joan Báez hubiera visitado La Alcarria posiblemente habría introducido cambios en la letra de aquel 'hit' setentero que decía «de colores se visten los campos en la primavera». Pues bien, en Brihuega la naturaleza espera todos los años hasta julio para derramar sus dones sobre una tierra adusta y ocre, al menos si nos ceñimos al cliché de novela cervantina con que carga esta sorprendente región. Un espectáculo para la vista, pero también para el olfato, que se empapatodas las tardes del untuoso aroma que derrama la lavanda, ese arbusto desplegado en hileras hasta el horizonte, y que trae a la memoria los cuadros que Pissarro, Monet o Van Gogh pintaron hace más de un siglo a 1.000 kilómetros de distancia.

La Alcarria no ha querido ser menos que La Provenza francesa y el resultado es sorprendente. Este pasado julio, los campos que rodean Brihuega han sido tomados al asalto por una muchedumbre de turistas–hasta 15.000 diarios han llegado a contabilizarse los fines de semana–, llegados sobre todo de Madrid, de la que le separan 90 kilómetros y menos de una hora en coche. Los autores del 'milagro' son la familia Corral, formada por Javier, Ángel José y Andrés, este último ya fallecido, que hace treinta años supieron ver las posibilidades de una tierra consagrada entonces al trigo y la cebada. «Nuestro padre tenía una hectárea dedicada al cultivo de la lavanda y rendía, eso nos animó a viajar al sur de Francia y consultar con expertos si sería factible trasplantar el experimento aquí».

No les ha podido ir mejor. «La planta se ha adaptado y produce un aceite tan bueno o mejor que el de La Provenza. Influyen los veranos calurosos y los inviernos crudos, pero también la tierra, caliza y nada arcillosa, a 1.000 metros sobre el nivel del mar». El resultado son 45.000 kilos de aceite de lavanda –la producción total de España asciende a 70.000–, en una sola cosecha. Auténtico oro líquido que Javier y su hermano explotan en una destilería sobre el altozano y desde donde cada tarde, a lomos de la brisa, ese aroma característico a ropa limpia y habitaciones perfumadas se derrama por todo el pueblo, engalanado estos días de morado. «Un olor que casi se mastica», explica Rosa María Gutiérrez, propietaria de una de las casas rurales que han saludado la llegada del turismo con sincero entusiasmo. «Con el confinamiento, toda esa gente que habitualmente aprovecha para ir a la playa o al extranjero, se ha decidido por los campos de lavanda»,explica, mientras un globo aerostático surca el cielo en busca del mejor tiro para hacer fotografías.

El 'narizotas' del laboratorio

Los Corral, que explotan 700 de las 1.000 hectáreas dedicadas a un cultivo que se cosecha entre finales de julio y agosto, se han convertido en el motor económico de un municipio antes sólo conocido como escenario de batallas –la última durante la Guerra Civil– y por ser el refugio del periodista de guerra Manu Leguineche, que vivía en la 'Casa de los Gramáticos' y jugaba al mus con los tertulianos del bar 'El Tormo'.

Su alcalde, Luis Viejo Esteban, no ha dudado en subirse a esa ola que trae por miles a turistas vestidos de blanco –el color que mejor casa con el violeta– y aprovechar el tirón para vender las bondades del pueblo. Con ese propósito, el regidor lleva dos mandatos embarcado en un proyecto para rescatar el patrimonio histórico de Brihuega, antes en estado de ruina y que tiene en la Fábrica Real de Paños y el castillo de Piedra Bermeja sus principales exponentes.

Entretanto, los Corral no cejan en un empeño laborioso, que arrancacon la plantación de los esquejes y se prolonga durante meses. Es una inversión, «4.000 o 5.000 euros por hectárea». Grosso, súper, abrial,lavanda fina, inmortal... las variedades tienen por destino el laboratorio de Intercova, donde trajina entre tubos de ensayo Emilio Valero, «el 'narizotas' de Loewe», la otra mitad del fenómeno empresarial. Mientras los coches se agolpan al atardecer en Villaviciosa de Tajuña y al amanecer en Malacuera, la gente deambula extasiada por entre las filas de arbustos, siempre envueltos en el zumbido de las abejas con que se elabora la famosa miel alcarreña.

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