Lo más parecido a una aventura
Javier Sagastiberri
Domingo, 28 de julio 2024, 07:57
Estoy en casa recuperándome de las comidas familiares de Nochebuena y de Navidad mientras doy vueltas a la idea de viajar a Sudamérica en enero de 2024. Antes de que Milei ganara por sorpresa las elecciones lo tenía claro: un viaje durante el verano austral para visitar los destinos turísticos más populares de Argentina. Pero con el presidente de la motosierra empeñado en cumplir con su programa electoral empiezo a pensar que el viaje puede resultar un calvario de huelgas generales. No sé qué hacer. Me planto en la agencia de viajes de El Corte Inglés y pregunto por destinos similares. Arrate me muestra un crucero con escalas en Chile, Uruguay y Argentina que se desvía unos días hacia la Antártida. ¡Coño! Nunca me había planteado conocer tan remoto continente, pero en ese momento la idea me entusiasma. Debo embarcar en el puerto chileno de San Antonio el 7 de enero. Esto trastoca todos mis planes navideños, pero me doy cuenta de que es una oferta que no puedo rechazar.
Pienso sobre la marcha sin consultar a nadie; debo decidirlo esa mañana o, como mucho, al día siguiente. Puede ser lo más parecido a emprender una aventura: solo, sin contactos conocidos en Chile y, menos aún, en la Antártida, he de volar hasta Santiago y acercarme hasta el puerto de salida por mis propios medios. Si no llego a tiempo al barco este zarpará con un pasajero menos y yo perderé toda la pasta invertida, que no es poca.
Me vengo arriba y firmo: estaré el 7 de enero en ese barco y visitaré un continente en el que no hay ni un solo hotel para turistas. Brindo mentalmente por los grandes viajeros de los que he leído con gusto sus hazañas. Recuerdo el anuncio que Shackleton publicó en The Times: «Se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frío extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante. Retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito».
El carácter de mi viaje no se parece demasiado a ese anuncio tan osado, en el que Shackleton, más que británico, parece de Bilbao, aunque tampoco está mal: varias escalas en la costa chilena y, tras visitar Punta Arenas y Ushuaia, enfilamos hacia la Antártida doblando el Cabo de Hornos. Fantaseo con la idea de colgarme a la vuelta un aro en la oreja izquierda como hacían los marinos tras sobrevivir a los temporales que son habituales cerca de este peligroso cabo, pero la desecho inmediatamente: ahora cualquier chaval lleva ese pendiente sin haber oído jamás hablar de tal tradición. Desde la Antártida navegamos hasta las Malvinas y después realizamos varias escalas en Argentina y en Uruguay hasta finalizar la travesía en Buenos Aires.
No me lo pienso más y pago por una cabina interior. El viaje es caro, pero no tanto como yo creía: la naviera ofrece las últimas cabinas a precio de saldo. Contrato con la agencia no solo el crucero sino los vuelos con Iberia.
La aventura comienza incluso antes de salir para Madrid: ese mismo día recibo un mail de Iberia: debido a la huelga convocada para los días 5, 6, 7 y 8 de enero, mi vuelo con destino a Madrid se cancela. ¡Joder! ¡Y yo preocupado por las huelgas de Argentina! Vuelvo a la agencia y me proponen salir para Chile el día 4 y así evitar las cancelaciones. Acepto. Incluso me gusta la idea: tendré un día más para dedicarme a conocer Santiago de Chile por mi cuenta.