Los mejores planes culturales para este fin de semana

Esta producción de Pabellón 6 y Makiescenica estrenada en 2018 vuelve en su recta final a la sala de Zorrozaurre, donde todo empezó. Una buena oportunidad para no perderse este brillante retrato de José Pérez Ocaña, con sus matices y con el alarde de color que él aplicaba a sus cuadros. El artista sevillano se convirtió en un símbolo del activismo gay y de las ansias de libertad de los años 70. Quizá la imagen más recordada es la de sus paseos por las ramblas con vestido floreado y abanico, junto a sus inseparables Camilo y Nazario. El autor y protagonista de la obra, Unai Izquierdo, se propuso ir más allá del personaje y captar su esencia, su fragilidad, a través de un relato ficcionado que dirige María Goiricelaya. Supo que lo habían conseguido cuando, el día del estreno en el Arriaga, el hermano mellizo del pintor se acercó a felicitarles.

Desde entonces 'Ocaña' ha tenido mucha vida en los escenarios. Fue profeta en la tierra del protagonista, Sevilla, donde ganó el festival Cultura con Orgullo. Incluso elogiaron el acento andaluz del reparto, en el que también figuran Itziar Lazkano, Mikel Losada y Diego Pérez. Interpretan a la madre del protagonista, que no aceptaba su homosexualidad, a su amigo Camilo y a su gran amor. Ocaña tuvo una vida intensa que acabó de forma trágica a los 36 años. Sufrió represión, fue maltratado y encarcelado, pero cultivó el arte de la provocación y se empeñó en hacer cosas diferentes. Quien no lo conozca, o se haya quedado con un retrato en blanco y negro, puede verlo tal como era, quizá por última vez, hasta el 27 de junio.

La actriz y guionista getxotarra Valeria Ros se enteró de que estaba embarazada el segundo día de confinamiento. Así comenzó un terremoto vital y un monólogo, 'Mature', que llega esta semana al Social Antzokia. Empezó a escribir sus reflexiones sobre la maternidad, la libertad «que antes no sabía que tenía», el feminismo y sus vivencias, de «las huidas por todo el mundo» para encontrarse a sí misma a «las continuas meteduras de pata» y las consecuencias de no saber decir que no. El resultado es su espectáculo más personal, en el que habla de la aventura que le ha cambiado la vida de manera «superdivertida, sorprendente y con humor negro», porque ese es su sello.

El espectáculo se suspendió hace tres meses por la lesión de un músico del equipo, pero se buscaron nuevas fechas con toda rapidez. Hay impaciencia por ver 'Divina Cleopatra' con María Bayo como protagonista. El viernes y el domingo, a las 19.00 horas, se reencontrará con el público de Bilbao. Y lo hará con mucho arte: se echará a las espaldas todo el peso dramático de una obra a medio camino entre el teatro y la velada musical, concebida expresamente para ella. 'Divina Cleopatra' es un espectáculo de 95 minutos que lleva la impronta del dramaturgo Marc Rosich y del músico Dani Espasa.

En escena estará respaldada por un acordeonista (Roman Gottwald), un guitarrista (Darío Barroso) y un chelista (Joan Palet). El montaje bascula entre el sarcasmo y la exquisitez. Hay textos de Shakespeare y George Bernard Shaw, entrelazados con pasajes de Händel, Hasse, Massenet, Piazzolla, Weill... Se plantea como un homenaje a la figura de la reina egipcia y, al mismo tiempo, como un repaso a la trayectoria profesional de María Bayo. No es un show convencional. La intérprete navarra pisará más fuerte que nunca.

Dura 160 minutos. Se estrenó en 1924 y lógicamente es una película muda. Pero que no cunda el pánico: ya quisieran muchos filmes de la actualidad rozar, aunque sea mínimamente, el arte y sofisticación que alcanza 'La muerte de Sigfrido', de Fritz Lang. Nada mejor que un teatro como el Arriaga para acoger una proyección en pantalla gigante del clásico del cine alemán. Se verá la versión restaurada y, además, con la música de Gottfried Huppertz en directo, servida por la Orquesta Sinfónica de Bilbao, bajo la dirección de un profesional de la talla de Nacho de Paz.

El espectáculo forma parte de la programación especial vinculada a la exposición 'Los locos años 20' que acoge el Guggenheim con puesta en escena de Calixto Bieito. La efervescencia de la República de Weimar, los arquetipos de la mitología germana, los prejuicios y temores de la sociedad alemana, todo eso palpita en cada fotograma de 'La muerte de Sigfrido'. Eso sí, sin la música de Wagner como banda sonora, que muy bien podría haber sido la primera opción. No lo fue porque Lang, pese a ser vienés, no tenía un especial apego por la música clásica y mucho menos por el compositor de 'El anillo del nibelungo'. Él quería a un hombre que supiera como funcionaba el cine.

Su buen amigo Gottfried Huppertz (que también era actor) se encargó de la partitura y cumplió con creces. Los guiños a Wagner son contados y domina el posromanticismo de Richard Strauss. Se las arregló para sintonizar con el guion de Thea von Harbou, que era la mujer de Lang y una escritora de pulso vigoroso. Los tres formaban un equipo muy compacto cuando se ponían a trabajar. Hasta que Adolf Hitler (profundo admirador de Fritz Lang) se interpuso en el camino. El director de cine se marchó a Estados Unidos en 1934, mientras que Thea y Gottfried se afiliaron al partido nazi. Nunca más volvieron a verse.

Esta semana no, pero la que viene nos resarciremos. Y es que está a punto de comenzar el festival Lekuz Leku; en la nueva normalidad ya no saca a los paseos, las plazas, las calles las piezas de danza para que el público se las encuentre de sopetón –no tiene permiso para hacerlo, no es que no quiera, eh–, pero sigue siendo en exteriores, en la terraza de La Fundición. Las citas son ya a partir del próximo jueves excepto una, que tendrá lugar el miércoles 23.

Esta combinación de propuestas para la tarde del miércoles ha de ser en el interior de la sala de Deusto porque, además de la presentación de un libro (o tres: la trilogía 'Historia de la danza contemporánea en España'), se podrá asistir a 'El rostro/Aurpegia', de la compañía Forma Póvera. Asistir es el verbo correcto, en este caso, porque se escucha, se ve, se reflexiona en esta mezcla de disciplinas es danza, texto, imagen, música... y todo en torno a la construcción del espacio común como encuentro de diversas identidades, a la relación con el otro o los otros, que al final somos también nosotros.

La crítica cultural debería ser objetiva, pero ¿no somos humanos, frágiles y débiles? Los espectadores habituales tenemos autores que escapan a nuestro interés, otros que nos resultan interesantes, algunos, estimables, unos pocos, muy importantes y, después, encontramos ese puñado de autores de los que nos confesamos absolutos fans. La escultura de Dora Salazar es una debilidad confesa. Tras muchos años sin celebrar una exposición individual en Bilbao, la creadora de 'Las sirgueras', ese grupo de esforzadas trabajadoras que podemos contemplar en el muelle de Uribitarte.

La obra de esta artista navarra constituye una referencia de la generación de los años noventa, muy influida por la apertura de la creación vasca a las corrientes internacionales. Sus características figuras eran piezas livianas surgidas del ensamblaje y la urdimbre, que aludían a la cuestión de género y poseían formalmente una incuestionable capacidad de seducción.

El regreso da cuenta de la evolución en los últimos años, marcados por el análisis de la presencia femenina en el espacio público, sujeta a un déficit histórico. Ella misma reconoce que el resultado es la antítesis de su trabajo anterior, por la predilección por formas rotundas y pesadas con el uso de materiales como el cemento y el hierro. Pero el resultado no pierde esa facultad para fascinarnos. La muestra en Vanguardia implica una puesta en escena de aire museográfico e ironía en las alusiones a grandes maestros. El espíritu reivindicativo sobrevuela este espacio y la belleza nos rodea. No se la pierdan y déjense atrapar por su incuestionable personalidad.