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Prados, bosquetes y cultivos junto a la ribera del Duero a su paso por Tordesillas. Ramón Gómez
Viaje a la Castilla vaciada de Delibes

Viaje a la Castilla vaciada de Delibes

Seis rutas a través de seis libros del escritor para conocer los paisajes e historias que le emocionaron, cuando se cumplen cien años de su nacimiento

Iratxe López

Jueves, 27 de febrero 2020, 01:50

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Habló del campo como pocos han sabido hacerlo. Miguel Delibes (1920-2010) era el escritor de la Castilla rural, de gentes sin voz amarradas a una vida de madrugones, sudores y embestidas. Pendientes de un cielo al que vigilar con espanto antes de cada cosecha, temerosos por si sus estallidos de genio destrozaban meses de labor. Vestido con su inolvidable gorra, partía Miguel a cazar al bosque, a pescar al río. Por eso los senderos formaron parte siempre de su vida y de su obra. Tanto que hasta en el discurso de ingreso a la Real Academia incluiría un canto al lenguaje del mundo rural, él, que era un as de modismos y utillajes.

Las rutas de Delibes (Valladolid)

Seis rutas por Valladolid encuentran base en otros tantos libros, seis caminos que funden paisaje y literatura. Pequeños pueblos surgirán al abrigo de las palabras, alejados de las habituales rutas turísticas. Son el recordatorio natural de ese gran hombre que supo describir como pocos prados y dehesas, terruños y sembrados.

Las perdices del domingo

La Plaza Mayor de Valladolid.
La Plaza Mayor de Valladolid. Rodrigo Jiménez

Comenzamos el recorrido con un volumen autobiográfico en el que narró sus cacerías dominicales entre 1974 y 1978, años complicados tras el fallecimiento de su esposa. La ruta propone cinco pueblos, lugares de paso en los que evoca su juventud. «La niebla. Escapar de la niebla era ayer nuestra suprema ambición. (…) el primer objetivo, tomar el sol, se cumplió al dedillo, puesto que antes de entrar en Olmedo el panorama de escarcha y árboles agarrotados dio paso a un sol de membrillo», escribe. El turista podrá detenerse ante el palacio del Caballero de Olmedo, experiencia lúdica y sensorial de la mano de otro grande, Lope de Vega.

En Tordesillas brillará el Real Monasterio de Santa Clara, antes palacio, construido por Alfonso XI para celebrar su victoria en la batalla del Salado. Ya en Villanueva de Duero, aparecerá como un espejismo la Cartuja de Nuestra Señora de Aniago, junto a la desembocadura del Adaja. De los parajes de Villanubla cuenta una leyenda que Juan II, padre de Enrique IV e Isabel de Castilla, se perdió debido a la espesa niebla. El recorrido acaba en Villafuerte de Esgueva, con el castillo encargado por Garci Franco de Toledo en el año 1474.

Diario de un cazador

Castillo de Simancas.
Castillo de Simancas. HENAR SASTRE

Predecesor de 'Diario de un emigrante' y 'Diario de un jubilado', los tres libros comparten protagonista, Lorenzo, «mi yo rebajado», aseguraba Delibes. Surgen en sus páginas pueblos como los de esta ruta, donde su padre le enseña a amar la caza. En San Miguel del Pino espera la iglesia de San Miguel Arcángel, Monumento Histórico-Artístico de los siglos XII y XIII. En Villanueva de Duero un mirador sobre el valle del Duero. En Valladolid la Plaza Mayor, el monasterio de San Benito el Real, los palacios de los Arenzana, los marqueses de Valverde o de Fabio Nelli de Espinosa…

En La Mudarra rememora el pasado, pues la localidad nació con el empeño de colonos gallegos asentados en este páramo de los Montes Torozos. En Villavaquerín toca pasear a la usanza del novelista por los campos del valle, descansar en la coqueta plaza del Ayuntamiento mientras observas la iglesia de Santa Cecilia. En Quintanilla de Onésimo es la hora de recordar los trayectos en tren de Delibes mientras imaginaba la antigua quinta romana, origen del municipio, que mudó hacia el río buscando mejor defensa en esta tierra de paso para ejércitos.

Mi vida al aire libre

Festejos en la plaza de Quintanilla de Onésimo.
Festejos en la plaza de Quintanilla de Onésimo.

En este repaso a las aficiones deportivas el autor charla sobre caza, paseos en bicicleta, el tren burra, los baños en el río, la pesca de cangrejos... «Francisco de Cossío, hombre de cachimba y tertulia, sostenía que el sol y el aire devoraban la salud del hombre lo mismo que decoloraban las batas de percal de las muchachas. Mi padre (…) tenía un concepto más moderno sobre el particular: la naturaleza era la vida y era preciso conservarla y disfrutarla», escribe Delibes.

La propuesta abarca casi toda la provincia, destinos ya conocidos y nuevos puntos de exploración: Medina de Rioseco, La Mudarra, Villanubla, Zaratán, Valladolid, Simancas, Puente Duero, Viana de Cega, Boecillo, Sardón de Duero, Quintanilla de Onésimo, Esguevillas de Esgueva, Villavarquerín y Renedo. Basta con hacer boca en Simancas, que recibe al viajero a través de un hermoso puente medieval, regalando la vista con el castillo de 1465 que fue fortaleza, depósito de armas, monedas y cárcel. O con Viana de Cega y su bonita pasarela de madera.

El último coto

Plaza de Villalar de los Comuneros.
Plaza de Villalar de los Comuneros. Rodrigo Jiménez

Recuerda el autor los últimos páramos y laderas buscando animales de pelo y pluma con la cuadrilla habitual: su hermano Manolo, sus hijos Germán, Adolfo y Juan y Jesús María Reglero. «(…) el que suscribe, dentro ya del tobogán, va para abajo y ni sus reflejos, ni sus piernas, ni sus bofes, son los de ayer», admite entre sus líneas. Son 16 destinos dibujan la trayectoria, lugares como Mojados, donde Carlos y Fernando, hijos de Juana I de Castilla y Felipe I el Hermoso, pactaron en 1517 que la corona pasaría al primero. Entre los testigos figuraba el cardenal Adriano de Utrecht, preceptor de Carlos I y futuro Papa Adriano VI.

San Salvador de Hornija, que conserva la esencia de la Castilla antigua, instalada sobre adobe, con sendas hacia las riberas de sauces y chopos donde herrerillos y mirlos silban su banda sonora. O Adalia, de aguas perfectas para blanquear telas. El viaje se extiende a Villafuerte, Renedo de Esgueva, Boecillo, San Miguel del Pino, Tordesillas, Bercero, Villalar de los Comuneros, Vega de Valdetronco, La Santa Espina, Castromonte, Tordehumos, Villabrágima y Medina de Rioseco.

Aventuras, venturas y desventuras de un cazador

Arco iris sobre el castillo de Peñafiel.
Arco iris sobre el castillo de Peñafiel.

Que Delibes era meticuloso lo demuestra este libro, un diario cinegético de sus salidas al campo para perseguir perdices de Quintanilla y Boecillo, faisanes de Peñafiel, raposos de Olmedo… «Con la temporada estrenamos coto: Torre de Peñafiel, un rinconcito de 860 hectáreas (…), con laderones muy pinos, desnudos en su mayor parte y un piso de greda y guijo que hace arriesgada su andadura. Arriba está el páramo, muy abierto, sembrado de cereal (…)». Como nosotros, el autor pisará tierras de Olmedo, Peñafiel, Quintanilla de Onésimo, Villafuerte, Renedo de Esgueva, Boecillo, Puente Duero, Villanueva de Duero, La Mudarra o Castromonte. Y Rábano, hijo del Duratón, cuna de sauces centenarios, con el Pico del Otero a la derecha del cauce, invitando a ascender hasta su cruz.

Con la escopeta al hombro

El castillo de Villafuerte.
El castillo de Villafuerte.

«Para mí, escribir sobre asuntos de caza constituye, en cierto modo, una liberación de los condicionamientos que rigen el resto de mi actividad literaria. Si cazando me siento libre, escribiendo sobre caza reproduzco fielmente aquella placentera sensación». Leyendo la confidencia entenderá el lector el amor del Miguel hombre por esta actividad. La ruta repite lugares conocidos pues por ellos adoraba transitar al escritor: Pedrosa del Rey, Villaesteres, Serrada, San Miguel del Pino, Villamarciel, Villanueva de Duero, Boecillo, Quintanilla de Onésimo, Villafuerte y Villavaquerín.

En Pedrosa derrotó a los franceses el Empecinado; de su iglesia de la Santa Cruz solo queda en pie su torre (XII). En Serrada, última mención de estas sendas, la cita es con el arte al aire libre, con murales pictóricos y esculturas repartidos por su casco urbano. Aquí dice adiós este amante del campo, prolífico autor que sembró alimentos literarios como 'Las ratas' o 'Los santos inocentes'. Libros que plantan raíces incluso en las almas urbanitas.

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