Cantero por un día en Cantabria
La comarca de Nansa invita a recorrer sus prados y aldeas mientras nos sumergimos en la vieja tarea de los talladores de piedra
iratxe lópez
Jueves, 12 de diciembre 2019, 00:12
Los oficios antiguos desaparecen, igual que se esfuma el pasado. Acaban vaporizados por efecto del tiempo, en la neblina de nuestra memoria, recuerdo de un ayer que borran las prisas actuales. Los más jóvenes no conocerán nunca esas labores, invisibles para sus móviles. Ni siquiera podrán detenerse ante los pintorescos talleres, pues las calles de esta modernidad acuciante languidecen invadidas por tiendas de grandes marcas donde la diferencia no existe, víctima de un mundo uniforme que parece temer la originalidad.
Valle de Nansa (Cantabria)
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Cuándo Todo el año (invierno sujeto a la meteorología)
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Precios Adultos: 72 euros, niños (10 a 18 años) 46 euros. Incluye guía, menú, seguros y entradas a monumentos (no incluye transporte)
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Reservas 630573069
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Web nansanatural.es
La zona occidental de Cantabria acoge la experiencia 'Canteros por un día', que suma oficios antiguos, cultura y tradición al encanto natural del Valle de Nansa. Pretende reconocer el trabajo de quienes picaban la piedra, moldeándola a su antojo. La jornada comienza con ruta de senderismo tranquila de unas tres horas en el que apreciar los detalles que esta parte del mundo regala. El participante caminará sin necesidad de carreras a través de viejas sendas, deleitándose en las paradas. Ejercicio y oportunidad de conocer el patrimonio natural del alto Nansa guían este arranque. «La idea es descubrir no solo el de cantero sino otros antiguos oficios que tienen mucho que ver con los recursos del lugar», comentan los organizadores.
Paso a paso, el consumo de energía solicitará reposición de combustible gastronómico. Es degustar deliciosa comida tradicional, para conectarse con el territorio visitado a través de paladar y estómago. De reconocido prestigio son las carnes de la zona, especialmente la de oveja tudanca, raza autóctona rústica y primitiva que, aseguran, disfruta de muy buena vida. Este famoso recurso habla también de un viejo cometido, el de ganadero. Los campos destinados al pasto han conformado desde la Edad Media el paisaje que el turista habrá recorrido. Campas con diferentes tonos de verde, mantos de hierba y arbolado. En Tudanca, sin ir más lejos, pervive el Prau Concejo, costumbre de explotar los pastos en comunidad según la norma ancestral. Así, el día de San Agustín tiene lugar el sorteo de los prados, que se divide en lotes entre los vecinos.
En faena
Tras la digestión habrá que ponerse en faena. Trabajo duro, o casi, en el taller de cantería. Vicente muestra allí los primeros pasos de este quehacer que tanto renombre otorgó a Cantabria. Artesano de la piedra, de los pocos que quedan surgidos por obra y gracia de la convicción, enseñará técnicas y herramientas para cincelar la piedra, trucos usados desde siempre con los que dar forma a las pétreas creaciones. «Gracias a sus conocimientos y al propio esfuerzo, cada cual se llevará a casa una pequeña talla», añaden desde Nansa Natural para animar.
La cita no acaba ahí. Queda visitar la aldea de Tudanca con el objetivo de contemplar in situ las creaciones de los canteros. Para enlazar lo aprendido sobre el mundo rural con el conocimiento de costumbres asentadas, normas transmitidas generación tras generación que han ordenado las rutinas de este territorio y a sus gentes durante siglos. Ésas que inspiran la vida popular y una arquitectura de paisaje montañoso.
El conjunto histórico artístico del municipio muestra un trazado urbanístico de época barroca que da espacio a elementos etnográficos característicos con los que hurgar en el pasado, meta final de esta excursión.
La casona de Cossío
Declarada conjunto histórico-artístico nacional en 1983, las casas rústicas son la seña de identidad de Tudanca y entre ellas destaca la casona erigida en época de Felipe V. José María de Cossío, erudito, escritor y estudioso del arte taurino, fue su último propietario y mientras vivió allí, fue punto de encuentro para intelectuales como Unamuno, Giner de los Ríos, Alberti o Gerardo Diego, entre otros. El actual museo alberga una maravillosa biblioteca de 25.000 volúmenes, incluidos manuscritos de García Lorca y Cela. Dignos de foto son, también, los cultivos aterrazados, repartidos en un paisaje repleto de ríos y bosques.