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¿Quién está enterrado ahí? Cinco cementerios vascos para visitar en Todos los Santos
El necroturismo lleva décadas cobrando notoriedad. Y no es para menos. Los cementerios nos cuentan mucho de una ciudad, de su historia y de su orden socio-económico.
Todos los Santos es ese día dedicado a las personas que nos antecedieron, a la memoria de nuestros difuntos. Las tradiciones en cada lugar varían y hay quienes lo celebran bajo una atmósfera terrorífica que amenaza con que los muertos cobren vida para atormentar a los vivos. En otras tradiciones se celebra esta fecha con alegría, como El día de los Muertos en Méjico: muchos ornamentos, comidas típicas y grandes celebraciones en una fecha en la que podemos sentirnos más cerca de nuestro difuntos que, por tiempo limitado, tienen permitido acceder al mundo terrenal. En Euskadi lo tradicional en esta fecha es acercarse al cementerio para honrar a los fallecidos con rezos y ofrendas florales.
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La muerte, los ritos funerarios y la veneración de los antepasados están tan ligados a nuestra cultura que en la actualidad cada vez cobra más relevancia el denominado 'necroturismo'. Se trata de una forma de conocer la historia de los lugares que visitamos a través de sus cementerios o de aquellos enclaves en los que numerosas personas perdieron la vida. Aunque también consiste, en visitar las tumbas de celebridades al más puro estilo de 'fans postmortem'.
Es por ello que cementerios como el Père Lachaise de París son muy visitados ya que, además de la calidad artística y la diversidad de sus lápidas, tumbas y criptas, alberga los restos de personajes famosos, desde Balzac o Delacroix hasta Edith Piaf o Jim Morrison. De hecho, durante la Modernidad, no solo la ciudad parisina se convirtió en un ejemplo a seguir en materia de urbanismo, sino también este camposanto.
Lugares como el Cementerio Nacional de Arlington en Virginia, forman ya parte del imaginario colectivo. Escenario de varias películas, este cementerio militar honra a los soldados muertos a lo largo de gran parte de la historia norteamericana. En Madrid, el cementerio de la Almudena es uno de los más extensos de Europa en el que descansan los restos de Ramón y Cajal, de Benito Pérez Galdós o de la Familia Flores: Lola, su marido 'el Pescaílla' y su hijo Antonio moran en uno de los panteones más emotivos del lugar.
Pompeya, Hirosima, Auschwitz o el Memorial donde una vez se erguían las Torres Gemelas en Nueva York son también lugares muy visitados en memoria de quienes perdieron la vida de manera trágica, como si se tratasen de enormes cementerios que nos recuerdan nuestra propia historia.
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¿Y qué tenemos en Euskadi? Pues salvando las distancias, también tenemos nuestra pequeña cuota de necrópolis con mucho interés tanto por su historia y su belleza como por quienes moran en sus nichos, sus panteones y sus tumbas.
El cementerio de Bilbao (Derio)
Nació como una solución a los problemas de plagas y salubridad que afectaban a la Villa en proceso de industrialización y que albergaba cada vez a más personas que migraban del campo a la ciudad. Tras las Guerras Carlistas los cementerios urbanos de Bilbao comenzaron a llenarse. Encontrar la manera de extraer los restos de los difuntos del suelo urbanizado (por evidentes motivos de salubridad) y, al mismo tiempo, ampliar su capacidad para nuevos fallecimientos se convirtió en una necesidad acuciante. La solución llegaría con el cementerio de Derio, aunque se tuvo que esperar hasta principios del siglo XX.
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Edesio de Garamendi fue el arquitecto principal que diseñó el camposanto tomando como modelo el de Père Lachaise, algo que ha sucedido con buena parte de los cementerios modernos.
Entre sus moradores, descansan leyendas del motociclismo como Santiago Herrero Ruiz, del fútbol como Rafael Moreno Aranzadi 'Pichici', de la historia política como Indalecio Prieto o los ilustres Tomás Epalza junto a la que fue su su viuda, Doña Casilda Iturrizar, célebres figuras en Bilbao.
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Cementerio de Santa Isabel en Vitoria
Constituido a causa de una epidemia de tifus en el siglo XIX en torno a una capilla con ese nombre (Santa Isabel), era en aquel momento un cementerio extramuros de la capital alavesa, aunque hoy se encuentra ya integrado en el barrio de Zaramaga. El camposanto vitoriano fue ampliado numerosas veces hasta casi covertirse en una ciudad en miniatura, con sus zonas más antiguas y aquellas más modernas. El General Álava, Heraclio Fournier, Manuel Iradier o Micaela Portilla son algunas de las personalidades que yacen aquí.
Cementerio de Portugalete
Severino de Achúcarro fue el arquitecto que diseñó este lugar como una auténtica urbe, con sus ejes monumentales, sus vías principales y sus calles secundarias configurando auténticos 'barrios de los muertos'. El panteón neogótico de más de 12 metros decorado con gárgolas de Victor Chávarri es seguramente uno de los más imponentes de Bizkaia.
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Cementerio de Abadiño
De estilo neoclásico fue construido por Rafael Zabala y Jon de Astarbe en 1854. Se trata de un emplazamiento muy representativo de «cementerios porticados», muy habituales en Bizkaia. En líneas generales consiste en una especie de claustro rectangular semi ajardinado donde descansan las lápidas rodeadas por columnas que soportan un techo ligero al que se accede por un pórtico similar a un atrio romano. Destacan los panteones de la familia Celayeta-Galindez y el de la familia Bengoetxea, ambos ornamentados con bellas esculturas.
Este camposanto estaba fundamentado en la idea de que «la muerte a todos iguala», por lo que no se otorga ningún espacio preferencial a ninguno de los difuntos.
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Cementerio Mendiluz de Bermeo
Fue la segunda solución al Cementerio de Santa Eufemia situado en el interior del pueblo que se estimaba pequeño ante la amenaza de una epidemia de cólera a principios del siglo XIX. La primera opción fue el cementerio de Ormabarrieta de 1833 que también tuvo que ser ampliado y trasladado al nuevo cementerio de Mendiluz en 1888. Destaca el panteón neoclásico de la notable familia bermeana Telletxea-Ayo pero también el austero nicho donde se encuentran los restos de los fallecidos en la Guerra Civil.
Tres necrópolis adicionales para amantes de la arqueología
Curiosamente, el primer cementerio conocido en las inmediaciones de Bermeo se encuentra en la ladera del monte Sollube. Se trata de un yacimiento romano, denominado Tribisburu y datado entre los siglos I y III. Según se sabe, en su momento estaba destinado a recoger las cenizas de los difuntos que eran incinerados.
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Y hablando de necrópolis, la de Argiñeta en Elorrio es uno de los conjuntos funerarios más interesantes de Bizkaia. Compuesto por sepulcros (a modo de sarcófagos de piedra arenisca) fabricados en la Alta Edad Media, en realidad estaban dispersos por distintos lugares de la zona y fueron agrupados en el siglo XIX, configurando un precioso conjunto localizado en un entorno igualmente bello.
Y por último, está la necrópolis de San Juan de Momoitio en Garai, hallada entre 1982 y 1985 por el arqueólogo Iñaki García Camino y recuperada posteriormente por las instituciones públicas y asociaciones culturales. El estudio de los restos encontrados ha servido para profundizar sobre la historia antigua de Bizkaia, pero también sobre la Edad Media en Europa hasta el punto de que se ha convertido en una referencia digna de estudio en varias universidades europeas.
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Por supuesto, cada municipio vasco posee su cementerio con sus particularidades y sus personalidades ilustres. Aunque mencionarlos todos se antoja inabarcable, en el día de hoy nos tomamos la libertad de invitar al lector a contarnos sobre otros yacimientos relevantes y sobre las personalidades que allí fueron sepultadas.
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