El diente del ahorcado castellano
Valle de Mena (Burgos) ·
Viajando por la sonsierra de la Sálvada, entre las provincias de Álava y Burgos, encaminándose de Artziniega hacia el valle de Mena, o también hacia ... el de Losa, llama siempre la atención una peña altiva de la que despega una aguja sobresaliente. Lo mismo si se mira desde levante que desde poniente, esta formación rocosa dibuja perfiles fotogénicos y provoca irrefrenables deseos de irse a sus pies.
Le llaman 'Diente del ahorcado' los losinos, los meneses le dicen 'Pico del fraile' y es un fragmento, desgajado y separado por milenios de erosión, del Castro Grande, la cima que marca el vértice norteño de la Sierra Carbonilla.
Irse a los pies del diente no resulta tan fácil, pero aquel deseo exploratorio ya les asaltó hace mucho a dos vascos que tuvieron la osadía, o el honor, de ser los primeros en subirse a su exigua cima. Lo que sigue a continuación es el relato de esa proeza.
Corrían los años veinte del siglo pasado y por aquel tiempo los escaladores andaban apuntándose proezas y primeras. El otro Pico del Fraile, el de la sierra Sálvada que vigila los tejados de Tertanga, había sido escalado por el precursor bilbaíno del Club Deportivo Ángel Sopeña el 16 de marzo de 1924. Hasta que llegó ese día, aquel pico se consideraba de todo punto inaccesible.
Faltó poco tiempo para que otro vasco, Enrique Etxebarrieta, nativo de Bakio y del Erandio Club, fuera el segundo en coronar el Fraile el 13 de abril del mismo año.
Para estos pioneros eran tiempos de carreras por anotarse las primeras ascensiones. Escalado el Fraile, miraban todos al vecino Ahorcado.
Lo intentaron el mismo Sopeña con su compañero Antonio Ferrer. El 5 de mayo de 1924 los dos escaladores alcanzaron la horcada entre el pico y la aguja y comenzaron a trepar, bloque tras bloque, la maraña de piedras que parecen escalones naturales. No tardaron en descubrir que esa escalera se convertía en pared vertical y que iban a necesitar una cuerda y clavijas para ir seguros. Así las cosas, decidieron abandonar.
Etxebarrieta ya había estado tres días antes en Castro Grande, inspeccionando el terreno y quería ser el primero aquí. El 12 de mayo fue solo, silenciosamente, sin cuerdas ni materiales de seguro, arriesgando su vida. «Cuando iba a dos o tres alturas de hombre, observo que en la peña están grabadas las iniciales C.D. (Club Deportivo)», relató. Hasta allí habían llegado Ferrer y Sopeña. Aquello le motivó aún más; donde sus colegas se habían retirado él prosiguió y consiguió dejar su nombre en la historia de la Aguja. En el Diente del Ahorcado también practicaron los escaladores vascos los primeros descensos con cuerdas mediante la técnica de rápel.
Y no busque nadie en esa historia a ningún ahorcado. No existe. Lo de ese nombre le viene de haberse transformado desde los escritos geográficos la primera denominación de Pico Horcao, comprensible por la evidente horcada que dibuja con el Castro Grande. La fantasía de los aventureros de la escalada ha hecho el resto.
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