La ciudad donde perderse da gusto

La primera vez que pisas la Plaza San Marcos, los ojos no tienen tiempo de prenderse a todos los detalles. El panorama despierta los sentidos. Dicen que cuando Napoleón accedió allí con sus tropas, quedó maravillado y le puso el sobrenombre de 'El salón más bello de Europa'. La preside la Basílica de San Marcos, obra maestra del estilo bizantino, que explota de gusto en los fabulosos mosaicos de la cúpula.

Obligatorio: entrar en el Palacio Ducal, uno de los más impresionantes del continente. Pegada aguarda otra de las imágenes típicas, el Puente de los Suspiros. Otra pasarela, el Puente de Rialto, provoca sobrecogimiento. Levantado en piedra en el siglo XVI, es el más antiguo de los cuatro que cruzan el Gran Canal. Recorrerlo en vaporetto es asistir a un paseo arquitectónico memorable. Durante 4 kilómetros, alucinarás con las fachadas de palacios renacentistas como el Palacio Ca' d'Oro o el Ca' Rezzonico. Para conocer los canales más estrechos habrá que reservar góndola.

Si quieres huir del turismo excesivo, acércate al barrio universitario de Dorsoduro, para conocer la Venecia auténtica, repleta de casitas de colores. Y si hablamos de colorido, las islas de Murano (la del cristal) y Burano (la de los pescadores) son una fiesta de arcoíris. Dicen que los marineros elegían tonos intensos para sus casas con el fin de distinguirlas los días de niebla. ¡Ah!, no olvides entrar en la Librería Acqua Alta, cuyas pilas de libros se hunden con la marea alta. ¡Impresionante!