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Ana de Armas y Keanu Reeves. RC

Crítica de 'Ballerina': baile de tortas

Ana de Armas se muestra exultante dándole al gatillo en el universo expandido de John Wick, una de las grandes sorpresas del cine de acción de lo últimos tiempos.

Lunes, 9 de junio 2025, 09:43

Buen cine de acción con la excusa de siempre. La venganza como motor narrativo, aparentemente insustituible en un género que muestra signos de agotamiento, pero todavía ofrece alguna producción competente como 'Ballerina', adrenalítica expansión del universo John Wick, al que le mataron al perro, a su linda mascota -perdón, compañero de vida-, y menuda la que se lió. La indomable protagonista de este entretenido spin-off, encarnada con ganas por Ana de Armas, se queda huérfana por culpa de un grupo de desalmados cuyo destino queda marcado tras su osadía. Ya se sabe, la violencia engendra violencia en una espiral sin límite.

Estamos ante la enésima agitada historia de una persona que no perdona y está dispuesta a todo para acabar con los asesinos de su familia. No hay mejor justificación para el espectáculo. A Keanu Reeves le bastó con perder de manera inaceptable a un pobre chucho para salir a repartir estopa, sin que nadie imaginase el tremendo éxito de su revancha. Un curioso pelotazo de los que surgen inesperadamente, a diferencia del deseo actual de esculpir blockbusters que acaban, generalmente, en sonoros fiascos.

'Ballerina' -no confundir con la película surcoreana homónima disponible en Netflix, con la cual tiene puntos en común- es una patada hacia adelante dentro del universo de John Wick, como ocurre en alguna de sus escenas, donde no faltan los golpes, cuchilladas y balazos. Ana de Armas es Eve Macarro, una asesina a sueldo que los mata bailando. No es exactamente así, pero las coreografías que protagoniza pueden entenderse como una danza macabra (además, estudia ballet en la academia donde aprende a eliminar seres humanos con cualquier objeto inimaginable). Hay dos escenas espléndidas y originales, donde un puñado de granadas por un lado, y un lanzallamas por otro, ofrecen un espectáculo violento sin parangón. Y sin piedad. Ana de Armas ya había asomado la cabeza en el género con doce brillantes minutos en 'Sin tiempo para morir', la de James Bond, donde interpretaba a una agente más que solvente a la hora de brincar y darle al gatillo. Desde entonces su nombre lleva sonando para la acción y, tras la floja 'Ghosting' de Apple TV, ha entrado por la puerta grande bajo las órdenes de Len Wiseman, que andaba algo perdido tras los buenos tiempos de 'Underworld'. A priori, no era una gran elección para una franquicia de estas características, por algo corre el rumor de que Chad Stahelski, que figura en los créditos como productor ejecutivo, ha acabado metiendo mano al montaje final, rodando de nuevo algunos momentos clave. A tenor del montaje, esta posibilidad es bastante probable, hay un cambio de tono en algunos pasajes, sobre todo en el tratamiento del intercambio de mamporros.

A 'Ballerina' le falta humor, un signo de identidad de la saga, y tarda en arrancar, con un inicio que puede recordar a 'Gorrión rojo', que a su vez bebía de la Viuda Negra, el popular personaje superheroico. Sin embargo, una vez se enciende la mecha tras la historia de origen, todo fluye con fuerza, con un tercer acto magnífico donde hace acto de presencia el mismísimo John Wick para elevar todavía más la temperatura. La idea de que el enemigo final, el gran villano a abatir, esté escondido en una suerte de pueblo de los malditos, donde cada habitante se comporta como un ultracuerpo, es fantástica y da pie a una sucesión de muertes a escala industrial que confirma la sinceridad de un filme sin trampa ni cartón. Da lo que promete aunque ya lo hayamos visto otras veces con otro envoltorio. Problemas, tiene, como la aparente teletransportación de los personajes principales, el don de la ubicuidad, o la dificultad de encajar lo que acontece en la línea temporal de la franquicia. También falta más disparate, para que el show de excesos cuadre mejor y termine de sorprender. Mención especial merece la presencia de Angelica Huston, cuya aura sigue intacta. Hay Wickverso para rato.

El universo John Wick

En 2014 llamó la atención una producción relativamente humilde que, curiosamente, no logró estrenarse en las salas de exhibición convencional. 'John Wick' funcionó con el boca-oreja, la historia de una venganza protagonizada por Keanu Reeves, un actor que resucitó, casi sin querer, para erigirse como el action-hero perfecto, sin la necesidad de una musculatura imposible para mostrar su pericia con las armas y artes marciales. En su papel de sicario implacable, retirado de la circulación por convicción, obligado a volver a la rueda de la muerte por principios, se maneja con una soltura incontestable. Desde el boom en los años 90 de cineastas orientales como John Woo, que hicieron saltar por los aires el género, no se veía un fenómeno de estas características en el marco del cine comercial. La coreografía de la violencia, con escenas explícitas –incluyendo pictóricas salpicaduras de sangre y sesos- es parte fundamental del éxito de una obra de culto cuyas continuaciones, con una producción mucho mayor, in crescendo, se han estrenado posteriormente por todo lo alto.

Junto a 'The Raid', titulada 'Redada asesina' por estos pagos, 'John Wick' es lo mejor que le ha pasado al cine de acción en tiempo. La cuidada estética, tanto en la dirección artística como en la puesta en escena, de la franquicia es un factor esencial para entender la buena acogida de este neo-western exultante impulsado por un especialista en las secuencias de acción, Chad Stahelski, capaz de imprimir un delicioso tono de cuento macabro, impregnado de humor negro, al baile de mamporros. John Wick es el Harry Potter de los asesinos. Hay una serie de normas que cumplir entre disparo y disparo. Hay lugares donde no se permite sacar el revolver. Los asesinos por contrato también tienen su santuario. La descripción de una sociedad secreta, la Alta Mesa, con sus propias reglas e iconografía, que maneja los hilos del crimen entre las sombras, dota de un necesario halo de irrealidad al conjunto. Matar como una de las bellas artes. Pura catarsis.

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